A ella le gusta el tenis, siempre admirando a sus amigos de Seigaku, tras un incidente el club necesita un nuevo jugador.
Sakuno Ryuzaki observaba cada partido de sus amigos del "club de tenis Seigaku" pensaba que no había nadie más poderoso que ese...
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Estaba en el receso, era una mañana tranquila mientras comían los alumnos tranquilo, pero en un lugar del jardín estaba una multitud de chicos de muy buen físico y guapos, estaban con la inocente Sakuno, Tomoka y Horio todos reunidos. Hablaban atentamente de sus vacaciones ya que la mayoría salió de Japón o se fue muy lejos a relajarse y no pudieron verse, contaban sus experiencias hasta que el joven de ojos violetas saltó con otro tema.
—¿Recuerdan a la hermanita de Tachibana? Me enteré que se cambio a este instituto, estoy algo nervioso.
—Eso es genial, me encanta.
—Ella te gusta, ¿no momoshiro?
Sonrió dulcemente la de cabellos largos.
Muchos de los chicos rieron por el rojo del tenista, era una pequeña verdad; hace ya tiempo hablaba con ella por mensajes y se había enamorado de esa extraña chica.
—No se burlen... no me gusta Sakuno.
Ella lo miro a los ojos sin creerlo.
—Me encanta.
Menciona con sonrisa de tonto provocando una risa en ambas chicas, ellas conocían a la chica ya que hicieron amistad en un campeonato en el que estaban ellas también.
—Shhhh... sabes que Tachibana hermano te casará si sabe esto.
Momoshiro cambio su expresión a una aterrada, era verdad. Aunque le duela debía hacer algo pero él conquistaría a esa chica.
—Mañana abrirán los club's, y empezarán los torneos.
—¿Te inscribiras en el club de tenis femenino Ryuzaki?
Pregunta Tezuka manteniendo su común seriedad, eran todos amigos y sabían de la cobriza y su mal hábito en el tenis.
—No, esta vez no. Me quedaré viendo sus entrenamientos y asistiremos a cada torneo; no sirvo para el tenis a pesar de lo mucho que me esfuerce.
Menciona sincera, mira para arriba y en la azotea podía verse una sombra parada en la orilla detrás de la alambrada.
—Chicos, ¿no esta prohibido subir a la azotea?
Pregunto.
Todos los presentes miraron arriba pero ya no había nada allí, pero la cobriza al no apartar la mirada en ningún momento vio como se alejaba del alumbrado.
