Cansado de soñar contigo

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Llevo más de 7 tazas de café y no creo que en ese monto se quede.
Esta sería mi tercer noche en vela, pues no quiero dormir. El mundo onírico únicamente me tiene preparada una utopía en la que por más que quiera, no consigo quedarme en ella. Y es que no hay mejor situación paliativa ante la cruda realidad que llevar tus anhelos a cabo. O al menos eso creía anteriormente.

Desde hace días que he empezado a soñar con ella una y otra vez. De distintas formas y muchos lugares diferentes. En ocasiones son sus ojos los que se llevan el protagonismo de la escena, pues suplantan al sol y la luna, iluminando mi camino llenando de tibieza y tiniebla. En otras ocasiones, estoy caminando sobre los arcos, atravesando media ciudad en un intento frustrante de conseguir alcanzar aquél ente divino y largas piernas que camina frente mío, volteando y confirmando que le sigo; me sonríe y provoca que me tropiece al ver esos labios rojos.

Pero el sueño que más duele y me llevó a querer evitar a toda costa el dormir, es ese en que por la mañana la encuentro.
Lleva un vestido verde a modo de antifaz corporal, adornado con unas medias casi rotas y un broche con moño sujeto a su cabello demuestra, es un regalo para las calles en las que camina, pues les da color y pinta de azul el asfalto que adorna nuestra ciudad.
Sonríe al verme. Y puedo ver esas pequeñas arrugas que se forman en sus ojos cuando no lo hace únicamente con los labios, sino con el alma.
Aún cuando se entrecierran, sus pupilas son lagos enormes, que de tanta profundidad, sólo evocan la negrura sobre la cual, exploradores y aventureros han descrito correctamente como el espejo en que te encuentras a ti mismo.

Acto seguido, como corte de película, caminamos por los andadores que crean atajos y rutas secretas cuya existencia únicamente es real para las personas que sin prisa, desean hallarse entre casas y edificios.
Sobre el cielo brillan tres soles, uno más naranja que el otro. De forma sorpresiva, crean una atmósfera más tranquila. Hacen resaltar su piel canela, permitiendo notar su aroma natural, como de azúcar morena y café de olla. Si me atrevo a inhalar su aire, mis pulmones se llenan de arbustos, extendiéndose por mi pecho en una sensación de eterno júbilo. Alcanzo a escucharla reír y mis oídos se llenan de música de mariachi y en mis tímpanos se siente el redoble de tambor que caracteriza nuestra región.

Adelanta el paso. Voltea. Sonríe. Sabe que me pierdo por ella. Da un pequeño salto, girando sobre si misma y queda frente a mi. La falda de su vestido vuela y provoca un aire refrescante que levanta, lleva flotando y hace aterrizar en la sierra. Toma mi mano "no temas" susurra y me lleva entre los árboles. Ordena que me siente. Empieza a bailar. Entonces los árboles sienten celos de ella y para hacerse presentes, llenan de flores sus prendas que ahora rebozan de vida. Su cabello gira sin control, lanzando destellos de luz. Adquiere vida propia y como si fuesen pequeñas serpientes, acompañan el ritmo de la cabeza a la que están atados. Tararea su propio soneto. Los pajarillos hacen coro y como ninfa se hunde en el riachuelo más cercano.

Parpadeo. No está. Ahora hay dos lunas en diferente menguante cada una. Tengo en mi mano un vaso de ponche humeante. Hay más personas alrededor mío. No puedo evitar sentirme confundido. Hacia un momento estaba frente a una diosa...
De pronto siento unos brazos rodeando mi tórax y llevando mi espalda al encuentro de un cuerpo que me proporciona tibieza en los pies. Sonrío. Y sin necesidad de preguntas, volteo. Encuentro su mejilla con mi mano. El tiempo se detiene. Sólo somos ella y yo. De sus labios, gruesos y carnosos, brota hidromiel. Un elixir de vida. Acerco su frente a la mía. El corazón acelera. Amenaza con romperse en un estallido, haciendo brotar confeti y zanahoria de él.
Sé que ese lugar es ahora el que ocupo. Y todo está bien. Acerco mis labios a los suyos para el momento esperado.

Abro los ojos. Automáticamente dirijo la mirada al reloj. Las siete y media. Suspiro. Veo en mi mesilla de noche una taza llena de un brebaje oscuro y frío. Me doy cuenta que debí caer dormido por el cansancio de tanto tiempo despierto. Cubro mi rostro con mi mano. Sorprendido siento algo húmedo. Exhalo. Una vez más lloré sonriendo mientras dormía.

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