23

19 1 0
                                    

Los coleccionistas son personas que se preocupan en obtener ciertos artículos con tal de acumularlos y así, completar cualquier tipo de serie o línea que haya salido al mercado. Los más comunes son los que coleccionan juguetes antiguos, y quienes son más mediáticos, son aquellos que se dedican a coleccionar antigüedades. Leandro sabía de esto, pero jamás le había llamado la atención. Veía algo innecesario el obtener productos que en lugar de usarlos, únicamente los cuidaría y mantendría en vitrinas hasta el día de su muerte.

Por ello, jamás se imaginó capaz de gastar en cualquier cosa que no pudiese usar, desgastar y tirar. Pero como todo mexicano, es asiduo a comprar cosas en los tianguis. Mercados que se hacen en la calle, donde las personas pueden vender desde comida, hasta antigüedades con tal de obtener un pequeño ingreso. El día que Leandro fue, pudo encontrar bastante variedad. Algo que no era normal al lugar que frecuentaba. Esa vez, Leandro se había despertado tarde, por lo que tardó más de lo normal en llegar al mercado, cosa que nunca había sucedido. Le preocupaba poder comprar la mejor fruta, verdura y carne para no tener que aguantarse con los remilgos que hayan dejado las demás personas.

Como ya era medio día, intentó usar una ruta alternativa para así conseguir llegar primero al área donde se encontraban los vendedores de fruta y carne, para de esa forma tener la oportunidad de solventar su error. Llegó a la calle Zapata, la cual nunca había pisado. Principalmente porque no le daba la oportunidad de pasar por los puestos que ya conocía y los que había ahí, siempre se ponían tarde. Lo cual le molestaba, ya que no quería pasar más tiempo del que debía en el mercado, pues había aprendido que podían desde quitarle su cartera hasta gastar en cosas innecesarias.

Mientras caminaba, pudo darse cuenta que ya había varios puestos de pie. Algunos vendían juguetes de segunda, mientras que otros se encargaban de mostrar reliquias de algún familiar que ya no lo quería y por eso lo puso en venta. Varias de esas cosas le llamaron la atención, y como ya iba tarde, entonces se dio la oportunidad de observar los objetos que descansaban en la lona roja de los comerciantes. Pudo observar varias muñecas viejas, algunos candelabros, e incluso pude ver juguetes con los que él había llegado a jugar de pequeño. Eso fue lo que más le llamó la atención, ya que pudo encontrar figuras de acción que creía, estaban desaparecidas o que jamás iba a volver a ver. No pudo evitar sentir una especie de añoranza al recordar las veces que aventó desde su techo a sus muñecos o dinosaurios atados a un pedazo de tela a modo de paracaídas.  

Durante el trance, recordó las veces que su padre le dijo "Hijo, todo lo que hagas hoy, será para construir tu mañana. Asegúrate que las decisiones que estés tomando, sean tomadas seriamente." Dejó el juguete en el lugar donde lo había tomado. Pero algo más llamó su atención. No podía creer lo que estaba frente suyo. Era un Western Electric 5302 negro en perfectas condiciones. Un teléfono mítico, pues en las películas de mediados de los 60's, siempre aparecía alguno. Todos conocemos ese teléfono, pero muy pocas personas conocen el nombre. Y uno de los que lo sabía, era su abuelo. Él siempre había sido de las personas que gustaban de las cosas importadas. Y como había trabajado en comunicaciones, todo lo relacionado a su trabajo era de primera calidad.

Había mandado a traer ese modelo específico de teléfono, pues hacía que su casa pareciera aún más moderna. Y de niño recuerdo haber llamado con su madre cuando ella estaba de guardia. aún puede traer a su memoria el sonido claro de la voz, pero con la calidad de bocina que daba una especie de sonido metálico que acompañaba el sonido de las palabras de "buenas noches" que decía su madre antes de colgar. Ese teléfono que había sonado para dar la triste noticia del asesinato de la abuela, el accidente laboral en que su padre perdió una pierna y a la par, el nacimiento de su sobrina. Las campanas del teléfono habían sido respetadas hasta que el abuelo murió, y dejaron de sonar.

Él creía que ya no volvería a ver un teléfono de esa compañía. Y mucho menos en un excelente estado. Preguntó por el precio, recibiendo un "1300" por respuesta. Era mucho más de lo que traía en el bolsillo, y se cuestionó si valía la pena el hacer un gasto tan fuerte que en principio, le dejaría sin comer durante una semana entera. Pero como era un recuerdo preciado de su abuelo, aún cuando no fuese el mismo, valía la pena. Por lo que procedió a regatear lo más que podría, pues quizá conseguiría bajarle hasta una suma razonable. El vendedor se empezó a reír, demostrando que ya se esperaba ese tipo de respuesta, lanzando entonces una contra oferta "Deme 1000 joven, aún funciona el telefonito. Pero debe tener cuidado, a veces espanta por la noche." Leandro pensó que era para asustarlo, pero aprovechó el comentario para intentar bajar el precio "¿Espanta por la noche? Entonces déjemelo a 900 y me lo llevo. No vaya a ser que lleve un nuevo inquilino que no pague renta". El otro lanzó una carcajada, sorprendido por la audacia de Leandro. "De acuerdo joven. Pero recuerde, si lo escucha sonar por la noche, no crea que es su familia. A veces, es mejor dejar esperando a quien está llamando".

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 02, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

IncompletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora