Lili Fever [Michaeng]

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Chaeyoung soltó un suspiro de cansancio. Había momentos en la vida en los que amaba a su hermana con toda su alma por enseñarle algo nuevo o cosas por el estilo. Pero había otros en los que la odiaba con toda au alma por lo descuidada que podía llegar a ser. Este momento en particular era uno de los segundos y lo único que podía tener en mente era las miles de formas en las que asesinaría a su querida hermana. No podía entender como, una vez más, la mayor olvida alguna cosa que era de su propiedad en casa de Nayeon. Últimamente cada semana debía ir a casa de la muchacha a buscar algo que era de su propiedad. Esta vez, un pequeño peluche de tigre que le había pedido recoger desde una tienda.

Dio un pequeño salto cuando se encontró frente a su destino. Estaba lista para tocar el timbre cuando la muchacha con dientes de conejo abrió la puerta del lugar. Por el susto gritó una mala palabra causando que la mayor soltara una gran carcajada mientras golpeaba el aire. La miró con vergüenza cuando esta la saludó, no quería parecer una chica que anduviera diciendo ese tipo de cosas en su vida diaria.

-- Mina está adentro-- dijo Nayeon avanzando, dejando la puerta abierta para que la otra entrara-- No hagan mucho ruido que despues los vecinos me regañan a mí.

-- Nosotras no-- dijo rápidamente mientras se sonrojaba-- Yo ni siquiera vengo por eso.

-- ¿No? Pues que mal-- la mayor se encogió de hombros-- Oh casi me olvido, tu peluche está en el mueblecito que se encuentra junto a el sofá más grande.

-- Lo suponía, siempre pones mis cosas allí-- respondió la chica encogiendose de hombros para luego entrar a la casa-- Nos vemos Nayeonnie.

-- Nos vemos Chaeng.

La chica entró a la casa, sus ojos siempre se sorprendían al ver la bonita decoración del lugar, la cual cambiaba cada cierto tiempo, y lo limpio que se encontraba. Avanzó con cuidado intentando hacer el minimo ruido posible para no molestar a la japonesa que seguramente seguía durmiendo a esa hora. Tomó el peluche y lo guardó en un pequeño bolso que llevaba.

Miró la hora en su teléfono, una mueca se vio en su rostro. No quería irse dejando a la otra muchacha sin que supiera que había estado allí. Ya había sucedido una vez y la mayor, con un puchero, le regañó por no dejarle saber que "su novia" había ido a su hogar. Soltó un suspiro, a veces pensaba que terminaba cediendo a todo lo que le decía la otra.

Tocó la puerta de habitación antes de entrar. No quería encontrarse con alguna escena extraña o algo por el estilo. Como no obtuvo respuesta supo que Mina seguía en el reino de los sueños. Avanzó con cuidado, cuando llegó a la cama se sentó en el borde, luego dejó su bolso a un lado y movió un poco el cuerpo ajeno. Escuchó un quejido, rió por eso.

-- Mina Unnie-- susurró meciendo el hombro de la nombrada.

-- Mhm.

-- Despierta, Nayeon ya se fue, debes levantarte-- las mantas se movieron y como si se tratara de una mariposa saliendo de su capullo se dejaron ver las manos de la mayor.

-- Si Nayeonnie ya se fue-- hubo un silencio, luego un bostezo-- ¿Quién eres tú?... ¿Un ladrón?... Yo no tengo nada valioso.

-- ¿Eh?-- la más baja frunció el ceño cruzandose de brazos-- Cómo es posible que no reconozcas mi voz.

Un tanto indignada la muchachita giró el rostro. La japonesa generalmente le decía lo mucho que le gustaba su voz y ahora no era capaz de reconocerla. Ella podría reconocer la voz de Mina en cualquier parte, incluso si estuviera distorsionada. Se sentía un poco molesta por eso. Era cómo si alguien no recordara el sonido de su música favorita.

Casi da un salto cuando sintió como las manos frías de la mayor pasaban por su cintura y la atraían hacia el cuerpo ajeno. Era increíble que incluso sobre la ropa esas manos se sintieran como dos cubos de hielo. La respiración de la mayor se colocó junto a su oído, un escalofrío la recorrió.