Relatos cortos de diferentes parejas de One Piece en diversos AU.
Todos los OS que vaya escribiendo y no quiera incluir en nuevos libros para sobrecargar mi perfil estarán aquí. Habrá todo tipo de parejas y temáticas, pero siempre se tratarán de esc...
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Todo se encontraba borroso. Le costaba caminar, incluso estando apoyada en otra persona. Las luces de la calle la dejaban ciega y desorientada. ¿Qué le había pasado? Bonney frotó sus ojos para intentar enfocar mejor la vista, pero fue en vano. Sabía que seguía al aire libre; el frío que le recorría la espalda no podía ser por otra cosa. Unas voces se escuchaban a su alrededor, aunque era incapaz de centrarse en lo que decían. Fijó aquellos ojos morados sobre las personas que la rodeaban, intentando reconocer alguna cara amiga.
—Mierda, Bonney-ya. ¿Dónde te habías metido? —Alcanzó a entender. Alguien la agarró del brazo y se sintió incómoda de golpe, removiéndose entre aquellas manos que la sujetaban con fuerza—. Tranquila, calma... —Aferró su cabeza para que lo mirase. Poco a poco, a medida que desaparecía la línea de puntos negros que enmarcaba su rostro, pudo reconocer aquella cara ojerosa y con barba descuidada que tan bien conocía.
—Law, tío... ¿Dónde te habías metido? Me sentía muy sola. —Se rodeó con los brazos, sintiendo todavía más frío al recordar que usaba una camiseta blanca sin mangas en medio de aquella noche de otoño.
—¡Eso debería preguntarlo yo! Me giré para saludar a unos antiguos compañeros y ya no estabas.
—Ese tipo..., Teach..., me invitó a una copa. Y bueno, era gratis. Creo que me invitó a unas cuantas más, pero fui al baño y al volver ya no lo encontraba. Por lo que me contaron, me había ido a buscar al baño de mujeres pero como me había perdido fui al de hombres y... Pues salí a tomar aire. No recuerdo mucho más.
Entre los brazos cálidos de su mejor amigo, comenzó a recuperarse, pero seguía sintiendo una sensación extraña en la boca del estómago.
—Cielos, eso es horrible. Creo que deberías llevarla a casa, Trafalgar.
—Tengo el coche muy lejos de aquí. ¿No podrías dejarla descansar en tu piso, Nico-ya?
Fue en ese instante que pudo notar la presencia de otra mujer a su lado. La miraba fijamente, con un semblante serio y los ojos más azules que había visto nunca. Ni siquiera entendía cómo diferenciaba colores a aquella distancia.
