¿Espacios pequeños para amores tan grandes?

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—¿Ya lo tienes todo listo?

¿Ya me dejas solo?

—Sí.

Yo tampoco quiero irme.

—¿Nos vamos?

Acabemos con esto.

—Claro.

Somos unos dramáticos.

—Raoul.

—Dime.

—¿Me das un beso antes de irnos?

Raoul sonríe y cierra el maletero casi de un portazo. Va hacia el, le agarra de las caderas y le deja un beso en los labios que le sabe más bien a poco. Agoney frunce el ceño, añorando un poco más de labios y menos de espacio, pero finalmente le acaricia la mejilla y se sube al asiento del copiloto.

—¿No estás nervioso?

¿Que si no, qué? Por supuesto que lo está. Está tan nervioso que le tiemblan hasta los huesos y se le encogen los dedos de los pies. Un poco más, se dice, aguanta, que no es nada. Va a estar genial.

—No mucho.

—Mentirosillo.

—Raaouuul... No me ayudas.

—Está bien, tranquilo, ¿si?

Agoney asiente con un puchero en los labios y ojitos tristes, colocando una mano en el reposabrazos que el rubio agarra para dejar una caricia.

Y, ahora sí, Raoul arranca el coche.

*

—Hostia, cuando dijiste pequeño no pensé que sería TAN pequeño.

Raoul abre la boca con asombro. Realmente el piso es enano. Un dormitorio, un baño y un pequeño salón-cocina a dos pasos de la entrada, sin contar la ventana con un balcón que da a la calle principal. Es que es puto pequeño, vamos a ver.

—Ay, pollito, es que no tienes ni idea.

—¿Cómo? —cuestiona arrugando la nariz. —¿Ni idea de qué?

Agoney ríe levemente y se acerca a él, agarrándole de las caderas y juntando sus frentes.

—Cuanto más pequeña, más nos vemos. Por lo tanto, menos espacio para el amor que se tendrá que concentrar aquí. Menos espacio, más juntos. Sí son todo ventajas.

—Pero serás. —rueda los ojos. —Anda, vamos a descargar todo esto.

—A sus órdenes, capitán.


*

—¿Te imaginas contratar a un chico de mudanzas y que sea tan mono cómo tú? —arquea las cejas. —Por dios, no dejes de sujetar cajas nunca. ¿Estás yendo al gimnasio? Es que joder, vaya brazacos estás sacando.

—Eres muy gracioso tú.

Agoney sonríe y le ayuda con la última caja. Total, no son demasiadas, un par de pertenencias enviadas por familiares y la enorme maleta que trajo consigo. El resto, los huecos en blanco, los espacios vacíos, están reservados para nuevos recuerdos. Junto a Raoul, ruega el canario en su mente. Y es que cuando escucha la palabra futuro, una cabellera rubia es lo primero que cruza su mente. Se está enamorando. Se está enamorando mucho.

—¿Sí?

—Sí.

—Vaya, si tenemos un listillo en la sala.

—Sala de qué, si doy un paso estoy en la cocina y si doy tres en la habitación. A esto no le puedes llamar sala.

Agoney chasquea la lengua.

—Era una manera de hablar, tonto.

—¿Ahora soy el tonto?

—Sí.

—Pues el tonto y su "brazaco" te han ayudado con todo, amigo.

Agoney no sabe qué le duele más; la verdad o el "amigo".

—Pues ahora digo yo que habrá que estrenarla, ¿no?

—¿Eso quieres?

Raoul se acerca lentamente hacia Agoney, cerrando la puerta principal y agarrando al moreno por las tiras del pantalón.

—¿Eso quieres tú?

Se acerca un poco más.

—¿Que estrenamos primero, el salón? ¿La encimera? ¿La ducha?

—¿No era todo lo mismo? —pregunta pícaro mientras termina de juntar sus caderas y acerca la boca al cuello, raspando primero con los dientes y luego dejando un reguero infinito de besos hasta la clavícula.

Raoul suspira y nota como su polla empieza a reaccionar.

—No recuerdo haber dicho eso, así que probémoslos todos.

—No apuntas fuerte ni na eh.

Otro suspiro cuando la mano del canario se cuela bajo la camiseta del rubio y pellizca un pezón.

—¿Ducha?

—No cabemos en mi ducha.

Y junta sus bocas en un beso fogoso con mucha lengua y mucha saliva y mucho amor.

—¿Que no? Madre mía, Agoney. —b
Vuelve al beso. —Te digo yo a ti. —se acerca a la oreja y, susurrando, acaba la última frase a la vez que agarra por encima del pantalón la erección del moreno. —Que sí.

Y solo será la ducha testigo de lo presenciado eso noche.

Bueno, y la cocina.

Y la cama.

Y el salón.








Os quiero mucho por llegar hasta aquí, en serio.

Hasta la próxima.

🖤✨

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