Presentaciones y suspiros antes de cenar.

769 135 119
                                    

Cogidos de la mano.

Así salen del aeropuerto.

Así suben al coche.

Así pasan el trayecto.

Así llegan a la casa de los padres de Raoul.

A Agoney le comen los nervios cuando se ve delante del inmenso portal. El rubio le aprieta la mano más fuerte que nunca, le mira y sus ojos dicen "todo está bien", así que confía. Todo está bien. Todo está bien. Todo está de puta madre.

—¿Pensáis llamar a la puerta o esperáis que se abra con telekinesis?

—La verdad, después de ver esta casa me esperaría lo que sea. —afirma el canario.

Álvaro ríe y, con una palmada en el hombro de su hermano, coge las llaves y abre la puerta. Un silencio les acoge los primeros diez segundos, en los que Agoney observa todo lo que su posición le permite. Después unos pasos, sus respiración se acelera y, antes de que Susana aparezca por la puerta, suelta rápido la mano de Raoul.

—Hola. —la voz le tiembla y su madre lo nota.

Susana duda, mira a su hijo y después a Agoney y de vuelta a su hijo, preguntando con la mirada. Finalmente, acaba acercándose al canario y le da dos besos cariñosos.

—Hola cariño, ¿este es tu amigo?

Álvaro suelta una carcajada que pretendía no salir. Susana alza una ceja.

—Sí, él es Agoney. Agoney, Susi. Mamá, Agoney. —aclara mientas les señala.

—Raoul nos ha hablado mucho de ti —sonríe. —Solo cosas buenas, por supuesto.

—¿Raoul?

Pero Raoul no responde, porque está muy ocupado convirtiéndose en semáforo.

—Bueno, vamos dentro, ¿no? —corta Álvaro, antes de que a su hermano se desmaye de vergüenza. —Que se instale y todo eso.

—Sí, sí.—se apresura Susana. —Agoney, cielo, ven, que te enseño donde vas a dormir.

—Ya se lo enseño yo, mamá. Bajamos para cenar, que me tiene que poner al día del viaje. ¿A que sí?

—Eehh, sí, claro, el viaje. Sisi.

Y con esa última frase, Raoul agarra la muñeca de Agoney y echa a correr casa adentro y escaleras arriba. Le lleva hasta una habitación acogedora, no muy grande, con una cama individual y una ventana con vistas bonitas. Una pequeña alfombra decora el suelo y un par de cuadros rematan la decoración.

—A ver, deja tus cosas en esta habitación, ahí tienes un armario y... Luego ven a la puerta de al lado, que es la mía.

Raoul le sonríe, y antes de que Agoney pueda decir nada sale por la puerta. El moreno se queda mirando unos segundos, confuso, y cuando se va a dar la vuelta y empezar a colocar sus cosas, Raoul aparece de nuevo por la puerta, le agarra de la camiseta y mirando hacia atrás, le planta un beso en los labios.

—Ahora sí. —susurra. —Venga, te espero allí. —sonríe sonrojado.

Agoney le acaricia la mejilla y le deja ir.

Una vez ha colocado sus cosas, va en busca de la puerta que le dijo antes Raoul. Tímido, con miedo de que no sea esa, llama suave. Se oye un "¡pasa!" y entonces sí, abre despacio. La imagen que le recibe le encoge el pecho y le revoluciona el corazón.

Raoul, tumbado de lado en una cama de matrimonio mirando hacia el otro lado de la habitación, donde hay una enorme ventana. Tiene las piernas medio recogidas y los brazos acurrucados bajo su cabeza, dejando de lado la almohada. Está cambiado, y ahora lleva un chándal largo y una camiseta un poco levantada por la altura de la cintura, dejando ver la goma del calzoncillo. Y de verdad, de verdad que intenta contenerse y no asustarle, pero verle así le puede y, cerrando la puerta, se aproxima a él de forma apresurada.

Vecinos de número. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora