Introducción.

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Raoul y Agoney no se conocen.

De hecho, nunca han tenido la oportunidad. Han nacido y crecido en lugares muy lejanos uno del otro. De querer verse, no podrían haberlo hecho ni por la calle. Y, sin embargo, están a punto de saber que están hechos el uno para el otro.

Agoney nace en Adeje, Canarias. Se cría en el calor familiar de su tierra, entre abrazos de su madre, consejos de su padre, remedios de su abuela y sonrisas de su hermana. Crece con las olas, con el viento en la cara y la arena colándose entre los pies. Con el olor salado que se cuela hasta calar los huesos y traspasar la piel, con el sonido de la música en cada pared de su casa y de sí mismo; de su piano y su trompeta, y con los gritos de sus amigos animándole a jugar o a surfear su primera ola.

Descubre el amor y los besos de una forma un poco brusca, a los diecisiete. Una noche y muchas hormonas y cantidades enormes de secretos inconfesables, con el que corona y presenta como su primer novio y deja solo seis meses después.

Estudia la música y la gente. La primera en la E. M. M. A, o Escuela Municipal de Música de Adeje. La segunda en la facultad de Psicología, la cual ama con todas sus fuerzas. Le gusta estudiar, conocer, saber como funciona la mente de las personas, por qué reaccionan de una manera o de otra, y eso se lo ha dado la psicología.

Es un día gris y atípico en su tierra cuando lo ve por Twitter. La gente quiere conocer a su vecino de número, al parecer. Y él lee cada conversación atento a lo que dice de la gente, tomándoselo como ejercicio. Algunos muy simpáticos, otros bordes y quizás un que otro macabra. Entonces lo decide, él también quiere conocer al suyo.

No sabe que ese mensaje le va a cambiar la vida.

Raoul nace en Montgat, Cataluña. Se cría en un ambiente algo más frío, pero no menos familiar. Eso sí, con un hermano que vale por nueve y una casa con todos los lujos posibles. Aún así, su carácter no va ligado a lo que de él presuponen, qué va. Es Raoul corazón de oro y lo demuestra cada vez que comparte juguetes en la escuela aunque se quede él sin ellos, o cuando sonríe al hacer una buena acción, consciente de que lo es, y no pide nada a cambio. Crece entre papeles y micrófonos cada cual más moderno, porque va a ser cantante. Y sabe, porque lo sabe, que de los de gran éxito, además. Por eso se esfuerza y da todo de él, aunque así lo pierda.

Descubre el amor tarde y los besos demasiado pronto. A los doce, en concreto. Con una niña de su clase que es muy guapa y simpática pero que no le llega a gustar del todo, aunque ni siquiera sepa lo que eso conlleva. Y lo hace porque todo el mundo en clase dice que hacen buena pareja, la verdad. Nada que ver con su segundo beso, a los dieciséis, con ese chico de dieciocho recién cumplidos hijo de un amigo de sus padres, en una tarde de piscina. Ni con los que se da con su primer novio, a los dieciocho, que rompen barreras invisibles y bajan de la boca para aventurarse por otras partes del cuerpo, haciendóle cosquillas o tocando el cielo con las manos a voz en grito.

Estudia Traducción e Interpretación, porque su padre dice que de algo hay que vivir y la música no le va a llenar la nevera en algún punto de su vida, así que elije lo fácil, lo que se le da bien, pero con el sueño de cantar aún bailando en la sangre y en cada poro de su piel, deseándolo con todas sus fuerzas.

Es un día soleado cuando lo recibe. Un nuevo mensaje se anuncia en la pantalla, pero es de un número que Raoul no conoce. Y no lo sabe, pero contestar va a suponer un gran giro de los acontecimientos.

*

Llevan días hablando y, en dos semanas, va a hacer un mes. Creen que conocerse es de lo mejor que les ha pasado, a pesar de que a Agoney no le guste Beyoncé, adore la manzanilla y tenga una perra demasiado fea. Y a pesar de que Raoul le ponga nervioso por su forma tan estrafalaria de escribir, le pique mucho y se enfade cuando le llama PiOul, por los pollitos. Pero tienen su particular forma de entenderse entre ellos.

Es uno de esos últimos días cuando Raoul sabe que el lugar al que se va de vacaciones familiares es la tierra de su vecino de número. Su pueblo, en concreto. Esa noche, al acostarse, le da las gracias a todo lo que sabe, medio rezando. Y Agoney también.

El momento de conocerse es genial, dan un paseo por la costa, se abrazan mucho y se cuentan todo lo que pueden en persona. En su segunda cita Agoney le lleva por la solitaria playa de noche, y se salpican y juegan y acaban empapados de agua y cariño ajeno. La tercera vez que se ven, casi les consume el fuego, pero algo les interrumpe antes de que se besen.

Pero el tiempo corre rápido y Raoul se va el dos de septiembre, ¡a saber cuando podrán volver a verse!

Por eso mismo, Agoney decide que no va a perder más el tiempo ni desaprovechar la oportunidad que se le ha brindado en forma de casualidades.

Es ahora, o nunca.

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Nos leemos muy pronto. 💓

STREAM BLACK MAÑANA

Biquiños, quérovos! 💋🌹

Vecinos de número. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora