04.

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—Respira hondo, mamá.

Eddie pasó frente a Richie, apretando los dientes al oler su perfume.

¿Qué estaba haciendo él allí?

Eddie no tenía tiempo para averiguarlo. A juzgar por la expresión de su madre, tenía que actuar deprisa o arriesgarse a una explosión de ira.

—Un cerdo no —Jack estaba tan excitado que apenas podía estarse quieto.

—No puedo tener uno?

—Claro. ¿Por qué no? —dijo Sonia—. Y una vaca, ya de paso. ¿Quieres una oveja?

Jack miró a Eddie.

—¿Está siendo sarcástica, como dijiste?

—No importa —dijo Eddie dirigiéndose a abrir la caja, que no paraba de agitarse. Tenía la sensación de saber lo que había dentro. Incluso aunque no fuera un cerdo, alguien tenía problemas. Gracias a Dios, no era él, para variar.

—Espera un minuto —dijo la madre de Eddie señalando a Jack—. ¿Qué ha dicho tu padre exactamente?

Jack miró a Eddie y éste asintió. Cuando Sonia Kaspbrak hacía una pregunta en ese tono, era mejor responder. De hecho, cuando hacía cualquier pregunta, en cualquier momento, en cualquier parte, contestar inmediatamente era la mejor opción.

—Dijo que eras la reina del sarcasmo —dijo el niño—. Sea lo que sea eso. Pero es bueno ser la reina, ¿verdad?

—Siempre es bueno ser reina —convino Sonia—. Ahora, ¿qué hay en la caja y a quién tengo que culpar?

—El tío Bobby me preguntó qué quería por mi cumpleaños —dijo Jack.

Bobby. Eddie rodeó la caja hasta ver la etiqueta con la dirección de México.

Debería haberlo sabido.

A pesar de que el hermano mayor de Eddie estuviera fuera realizando misiones para las fuerzas armadas, Bobby mantenía el contacto con Jack mediante su esposa, Jane, una doctora que se encontraba actualmente salvando vidas en las selvas de México.

—El tío Bobby tiene serios problemas —murmuró la madre de Eddie.

—Si puedes atraparlo —dijo Kim.

Preocupado pensando en Bobby, Eddie no vigiló a su hijo. Cuando se dio cuenta de que Jack estaba tirando de un extremo de la caja, ya era demasiado tarde. Un último tirón y la caja se abrió, revelando una jaula de animales.

—Espera... —dijo Eddie, aunque no tenía por qué haberse molestado. En cuanto Jack vio la puerta de la jaula, la abrió y un animal salió disparado directamente hacia Richie.

Richie se echó hacia atrás agitando las manos y emitiendo suaves sonidos de impotencia. Sonidos que hicieron que Eddie recordara cosas que no tenía por qué recordar en la fiesta de cumpleaños de su hijo.

—¡No! —gritó la madre de Eddie.

Por desgracia, ese perro no lo conocía lo suficiente como para sentirse acobardado.

El cachorro se lanzó hacia Richie y le golpeó los muslos. Él agitó los brazos y se vino abajo como un castillo de naipes con el viento.

Eddie puso cara de dolor al ver cómo aterrizaba en el suelo y su cabeza golpeaba la tierra.

Se colocó junto a él en pocos segundos, quitándole al animal de encima y entregándoselo a su padre, que lo metió tras la verja con el resto de las fieras.

—Eh —dijo Eddie arrodillándose a su lado para ayudarla a levantarse—. ¿Te ha hecho daño?

Estaba pálido, desconcertado. Tenía la barbilla llena de baba de perro.

Otro papá para Jack Dylan[Reddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora