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Todo se fue abajo a la semana siguiente. Richie no debería estar sorprendido, pero lo estaba. Pensaba que nada ocurría nunca en la escuela de primaria de Derry. No podía estar más equivocado.

Extrañamente, en medio de todos los problemas, estaba Jack Kaspbrak. ¿Qué se le había metido en la cabeza a ese chico?

El lunes por la mañana hubo una pelea en clase de gimnasia sobre los Bears y los Packers. Alguien se metió con Brett Fayre y Jack le dio una patada en la espinilla.

La hora del almuerzo ese mismo día fue la escena de la batalla de comida, con Jack a la cabeza. El chico tuvo que ser vestido con ropa de las donaciones de los pies a la cabeza.

El martes por la mañana, Jack no se estaba quieto en clase de matemáticas y había sido enviado a su despacho por no dejar de dar vueltas y de molestar a los demás.

El miércoles se distrajo después de ir al baño y su profesora lo encontró una hora después jugando al baloncesto solo en el patio.

Llegado el jueves, cuando «accidentalmente» enmarañó en la silla el pelo de la niña que se sentaba delante de él de manera que hubo que cortarle las puntas, Jack ya pasaba al menos una hora al día en el despacho de Richie. Laura comenzó a referirse a la silla de madera de la esquina como el sillón de Jack.

Jack no parecía arrepentido, aunque nunca lo parecía. En realidad, sus crímenes carecían de importancia. Lo que pasaba era que había muchos.

—Jack... —comenzó Richie.

—Lo sé. Que tenga las manos quietas. Pero ella siempre echa el pelo sobre mi mesa cada vez que se lo echa hacia atrás. Me da en la cara, me tapa el papel. Es muy molesto.

—Ya imagino —convino Richie. Jack pareció sorprendido.

—Pero eso no significa que puedas enredarle el pelo a Jenny en la silla.

—De acuerdo.

Richie sonrió. Si la mitad de los niños problemáticos fueran tan adorables...

—¿Va a llamar a mi padre? —preguntó él.

Cada vez que había entrado en su despacho esa semana, le había hecho la misma pregunta. Y el siempre contestaba igual.

—Todavía no.

Jack se encogió de hombros y se quedó sentado en la silla.

Probablemente Richie tendría que haber llamado a Eddie antes, pero no se sentía capaz. No quería verlo. No estaba seguro de poder mirarlo a los ojos y no recordar la noche en que lo había visto besando a otra mujer.

—Tienes que comportarte, Jack.

—Lo sé.

—¿Qué te ha pasado?

—No estoy seguro.

—Mmm —murmuró antes de seguir trabajando.

—¿Richie? —dijo Laura por el intercomunicador—. La señora Hombe te manda dos chicos. Uno ha llamado gay al otro, entonces ése le ha dado un puñetazo para demostrarle que no lo era.

—De acuerdo —dijo Richie—. ¿Qué es lo que pasa con todo eso de ser gay?

Había tenido a varios chicos en el despacho por usar esa palabra con sentido peyorativo, y a otros muchos por ofenderse al oírla.

—Creo que los chicos tienen miedo —dijo Jack.

—¿De qué?

—De que sean gays.

Otro papá para Jack Dylan[Reddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora