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    Y así transcurrieron los días, mientras aprovechaban el tiempo para conocerse de una manera totalmente ajena para ambas, volviendo a aprender como quererse y como sentirse. Cosa que fue fácil gracias a Argo, ya que Kara no se sentía cohibida por la posibilidad de dañarla, y Lena no sentía la carga de su apellido anclada a sus espaldas.
     Ambas eran libres, para paso a paso, comenzar a enamorarse de la forma más auténtica posible.

    La joven Luthor ocupó buen tiempo en los laboratorios, intercambiando ideas y tecnologías o aportando en los experimentos que se realizaban. Por su parte, Kara aprovechaba para hacer compañía a su madre mientras cumplía sus responsabilidades en Argo, y al menos una vez al día, visitaba a las tropas en busca que alguna anomalía que tuviera relación con su enemigo aún desconocido. Al medio día, de forma casi religiosa, ambas se encontraban en la casa para almorzar en compañía de Alura, mientras comentaban sus hazañas matutinas. Luego de aquel ritual, recorrían el pueblo juntas, mientras ofrecían su ayuda a distintos ciudadanos o dejaban ir el tiempo con los grupos de niños en el parque del pueblo. Por la noche, tras pasar otro rato en compañía de Alura, se recostaban a mirar las estrellas, mientras Kara le enseñaba acerca de las constelaciones de aquel lado de la galaxia o simplemente divagaban, saltando de un tema a otro, aprendiendo y escuchándose, sin existir el deseo de detenerse nunca.
    Durante aquellos días, ambas tuvieron la libertad de dejarse llevar, de soltar toda presión que les imponía su vida en la tierra, durante aquel lapso de tiempo, solo fueron de ellas mismas, la una de la otra.

—Voy a extrañar la vista—Susurró la pelinegra mientras se acomodaba en el pecho de Kara—En realidad, voy a extrañar todo de Argo—Suspiró con melancolía.

—Volveremos—Afirmó la rubia mientras acariciaba su cabello con delicadeza—Te prometo que cuando encontremos al culpable de todo esto volveremos por unos días—Sonrió de lado experimentando cierta culpa—Aunque realmente desee quedarme aquí, contigo, debo regresar y cumplir mis responsabilidades como Supergirl.

—Lo sé—Sonrió de levemente—Es solo que nunca me había sentido tan aceptada como aquí, no necesito demostrarle a nadie que lo único que tengo semejante a Lex es el apellido.

—En la tierra tampoco necesitas demostrarle nada a nadie, Lena. A veces cuanto más intentamos que nos escuchen, menos nos oyen, deberías dejar de probarles que no eres una Luthor, y comenzar a ser simplemente Lena, después de todo, ellos verán lo que más les guste.

    Lena giró su rostro hasta dar con su mirada, la contempló con afecto y una gota de incredulidad mientras se cuestionaba internamente si aquello era totalmente real.

—Gracias por verme como Lena, no como una Luthor—Susurró posando su mano en la mejilla de Kara para luego besarla.

    Tres días más tarde, se encontraron abordando la nave de la legión, con dirección a la tierra. Lena se tomó el trabajo de configurar varios artefactos que reforzarían la protección de Argo, además, construyó varias armas en caso de una emergencia, y junto a Kara dedicaron una tarde para enseñar a las tropas como manejarlas, ya que eran artefactos sumamente poderosos.

    La despedida entre la madre Kara y aquel par de jóvenes fue bastante prolongada, porque ni Alura quería que se fueran, ni ellas querían dejar alejarse de Argo. Pero tras una charla que les dejó una caricia al alma a las tres, la jueza les entregó una caja que solo se abriría en un momento específico gracias a una cerradura Kryptoniana, pues, conocía a su hija de más y sabía que apenas se diera la vuelta intentaría abrir la caja.

—Deberías dejar eso y acercarte a comer algo conmigo—Propuso Lena mientras se sentaba en una especie de sofá y colocaba un plato con bocadillos sobre una pequeña mesa—Llevas horas con esa cosa y la verdad es que me aburro—La observó haciendo un tierno puchero mientras palmeaba el espacio vacío a su lado.

Kryptonita Negra - SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora