Capítulo 13

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- ¿Estas enfermo?.- Preguntó Scarlett.

- No, no estoy enfermo.

- ¿Entonces que te ha pasado?

- Necesitaba estar un tiempo solo.

Scarlett frunció el ceño, eso no explicaba su mala apariencia, como si hubiera pasado por mucho las últimas semanas.

- ¿Por qué? ¿Que es lo que te ha pasado para que quieras estar solo?

Él agachó la mirada, deseaba contarle la verdad, gritar lo que era, desahogarse con ella, pero no podía.

- ¿Puedo saber porque has venido?.- Pregunto cambiando de tema.

Scarlett dio un par de pasos hacia atrás, alejándose de el, había sonado de pronto frío, como si no quisiese que ella estuviera allí.

- Estaba preocupada.

Gabriel no quería que ella se alejase, que sintiera miedo de él o asustarla, pero no era lo correcto.

- Pues no tienes porque estarlo.

Suspiro agotada, no quería fingir más.

- No, eso no es cierto, si me preocupo porque me gustas Gabriel, me gustas mucho y por eso he estado preguntándome cada dos por tres donde estabas o si estarías bien.

Se quedó mirándola, sin palabras, lo que el sentía era recíproco, la tenía de pie, enfrente suya admitiendo que le gustaba, y por mucho que quisiera confesar lo mismo, no podía.

- ¿No vas a decir nada?.- Pregunto Scarlett con un hilo de voz.

Se había quedado mucho tiempo mirándola, callado, y se temía lo peor.

- Creo que debes irte.

La tristeza fue notoria en sus ojos, las lágrimas amenazaron con salir, y el nudo en su garganta se formó. El corazón se le había roto en millones de pedazos, y con el poco orgullo que le quedaba, alzo la frente en alto y salió de la casa.

Gabriel suspiró, se odiaba a si mismo por lo que acababa de hacer, pero no permitiría que nada malo la pasase, él era un peligro.

Verónica entró al comedor, colocó su mano en el hombro de su hijo, había oído toda la conversación.

- ¿Por qué lo has hecho Gabriel?

- Es lo mejor.

Verónica negó con la cabeza, en señal de desacuerdo.

- No puedes elegir por ella.

- Si, si así evito hacerla daño.

- Ya lo has hecho hijo, no hay mayor daño que el de un corazón roto.

Gabriel empezó a caminar de un lado llevándose las manos a la cabeza, intentando controlarse.

- ¡Estoy intentando hacer lo correcto!.- Exclamó al borde de la desesperación.

Verónica en seguida se dió cuenta de la situación, y rápidamente se acerco a su hijo, abrazándolo. Este apoyo la cabeza en su hombro y las lagrimas comenzaron a salir.

- Tranquilo, estoy aquí contigo.- Intento tranquilizarle su madre.

Estuvieron, lo que pareció ser, mucho tiempo, de pie en medio de la sala de estar, abrazados. Una vez Gabriel mas tranquilo, Verónica le agarró de la mano y le condujo a sentarse junto a ella.

- Cuéntame hijo, no te guardes tus sentimientos, soy tu madre, no te voy a juzgar por nada del mundo.

- Lo se madre, no es esa la razón por la que no me abro a vosotros, es solo que no os quiero involucrar mas de lo que ya estáis en mi mundo, no es justo.

La luna escarlata. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora