Capítulo 5.

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Sábado por la tarde. Scarlet se encontraba sola en casa, su madre había salido, le había dicho que iba a visitar a su abuela para ver como se encontraba, pero ella no se creía que era solamente por eso, no después de haber oído cierta conversación en el hospital con el sheriff.

Así que aburrida en su sola y vieja casa, se puso su abrigo, sus botas de agua y salió hacia el bosque.

Sabia perfectamente que no debía ir sola, si su madre se enteraría de ello pondría el grito en el cielo, pero le daba igual.

Quería volver a ver al lobo, era un acto muy irresponsable, y lo sabía, pero tenía curiosidad y preguntas sin respuesta, y en esa ocasión no quería quedarse con las ganas de nada.

Se adentró por el espeso bosque, había llovido y el suelo estaba algo resbaladizo. Decidió no ir por el camino, y empezó a caminar entre los árboles con
los cinco sentidos alerta.

Oía a algún que otro pájaro cantar, pero además de eso nada más, salvo las hojas crujir bajo sus botas. Iba también muy atenta en donde ponía los pies, si bien el sheriff sabía de la existencia de lobos tal vez habían puesto trampas, y no quería caer en ninguna.

Un ruido a su derecha hizo que se sobresaltara, giró con la esperanza de encontrar lo que venía buscando, pero solo encontró un conejo, el cual se quedo quieto en su sitio unos segundos antes de salir corriendo.
Pero, de pronto un aullido hizo que se le pusiera la piel de gallina y que se quedara en su sitio, estaba cerca, lo sabía.

Camino en dirección de donde creía que provenía el aullido, pero el crujido de una rama hizo que se quedara quieta, y no había sido ella, supo que aquel ruido provenía de detrás de un gran árbol.

Decidida por atraer la atención del lobo, silbo.

- Sal bonito, no te haré daño.- Dijo, aun que sabía que el único que podía hacer algún daño aquí era el a ella.

Otro crujido, y a continuación se oyeron pisadas, Scarlet cada vez estaba más nerviosa así que volvió a silbar de nuevo. El viento empezó a mover las copas de los árboles.

Volvió a silbar, esta vez más fuerte.

- ¿Has perdido a tu perro?- Dijo Gabriel saliendo de la nada.

Ella ahogó un grito y se llevó una mano al pecho.

- ¿Sueles asustar a la gente?.- Preguntó bastante molesta al darse cuenta que era su vecino.

- ¿Y tu silbar a los chicos?

En sus mejillas apareció un rastro de enrojecimiento. Se dio cuenta de lo estúpida que había sido, ¿De dónde había sacado el coraje para responderle de aquella manera? Tal vez sus ganas de ver al lobo eran tales, que le había puesto de mal humor que no se tratase de él.

- ¿Qué hacés aquí sola?.- Preguntó Gabriel al darse cuenta que no iba ha contestar a su anterior pregunta.

- Dar un paseo.- Contesto girando y comenzando a caminar por donde había venido, sentía muchísima vergüenza en ese momento.

- Es peligroso.

Scarlet se dio cuenta de que empezó al seguirla y comenzó a asustarse.

- Conozco este bosque como la palma de mi mano, no es peligroso.

Gabriel sonrió por aquel comentario y en un rápido movimiento se colocó frente a ella.

- Soy Gabriel, ¿Y tu?

Ella le miró a los ojos, y el corazón se le paro por unos segundos, pestañeo varias veces para situarse.

- Tus ojos..- Murmuró

La luna escarlata. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora