Presuroso intento

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De vuelta en mi alcoba, estoy sentada en la cama y mi rostro aún arde por las imágenes que se niegan a alejarse de mi mente, la angustia de estar excitada se ha disipado un poco, pero eso no evita que lo estuve, y me siento horrible por considerar ese acto incorrecto, placentero. Me pongo de pie negando jugando con mis manos, estoy inquieta, o nerviosa quizás, nunca antes me ocurrió esto, ni siquiera había experimentado excitación, porque a pesar de mi edad he rechazado a mis pretendientes, creo que cometí un error al esperar demasiado, porque ahora estoy abrumada por estas sensaciones. Observo desde mi lugar sin acercarme mucho a la ventana, a Kara acercarse con ese caminar imponente, tiene una amplia sonrisa en el rostro y sé bien la razón, ha disfrutado de tocar aquella joven, y he de suponer que no es la primera vez que se citan para ello. Ella entra a la casa, y yo me miro al espejo viendo el sonrojo desaparecer, inhalo y exhalo, no debo tener este tipo de reacciones. Salgo de la alcoba dispuesta a ir por ella y comenzar con el tratamiento, pero al momento de girar retrocedo dos pasos sorprendida y casi cayendo, al verla frente a mí, sigue sin mirarme, lo cual me resulta extraño pues estaba segura de que me miró en aquel lugar, quizás lo vi así desde mi perspectiva.

-Lo siento, no pretendía asustarla — Menciona tranquila.

-Descuida — Relajo mi cuerpo — De hecho, estaba buscándola, señorita Danvers-

-Venga conmigo, la llevaré al despacho de mi padre, donde suelen atenderme los Doctores-

-De acuerdo-

Camino a su lado, evitando recordar lo que hace minutos vi, no es prudente ahora que estaremos a solas. Ella abre la puerta del despacho, es un lugar adecuado para el hombre de la familia, privado y con cierto aroma a whisky y habano, como gesto caballeroso que suele usar permite que yo entre antes y cierra la puerta cuidadosamente.

-Usted en esa silla y yo en el sofá — Apunta a la silla de piel en la esquina del despacho.

-Ya conoces los protocolos — Sentada, la observo recostarse en el sofá.

-Años de práctica — Se encoge de hombros — ¿Y bien? ¿Con qué tema iniciará?-

-Sé que probablemente te han hecho estas preguntas tantas veces, pero, estás consciente que debo hacerlas — Afirma con la cabeza — ¿A qué edad Optaste por la vestimenta masculina?-

-Cuatro años, nunca me gustaron los vestidos pomposos que me colocaba mi madre, no podía jugar y las tiras se desataban, miraba a mi hermano divertido correr y entonces utilicé la ropa que el dejó al crecer, por supuesto mis padres se escandalizaron, pero se rindieron cuando me rehúse a pesar de las reprimendas a usarlas, ya que anduve por la casa desnuda por una semana, y desde entonces no han intentado cambiar ese aspecto-

-¿Y ahora utilizarías el mismo chantaje?-

-Por supuesto — Ríe y la miro arqueando ambas cejas — La veo a usted y siento demasiado calor, así que sí lo vuelven a intentar, entonces me enviarán a la prisión por exhibicionista-

-Eres obstinada-

-Lo sé — Suspira.

-¿Y tu gusto por las señoritas cuándo inició?-

-Desde los once años, en el pueblo vi a una hermosa niña de cabellos rojizos y ojos azules como el cielo, llevaba un hermoso vestido rosa, pero también me pareció incomodo, sin embargo en ella se veía perfecto-

-¿Y qué hiciste?-

-Los adultos se distrajeron conversando y me acerqué, iniciamos una conversación sobre sus zapatos blancos comprados en París, y yo le dije que se veía linda, por alguna razón se sonrojó y besó mi mejilla para después correr avergonzada hacia sus padres, ya la conocerá, es hija del alcalde-

Solo es cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora