Era un bailarín.
Y a él le encantaba.
Le encantaba a música.
Los colores.
La ropa excéntrica y sexy.
Su cuerpo moviéndose al son de las melodías lentas y sensuales que lo provocaban con cada mirada cómplice durante su acto.
Más le gustaba tenerlo solo para él.
Dentro de cuatro paredes, verlo desnudarse y caminar sensual y lento hacia su desesperado cuerpo.
Verlo sudar mientras marcaba su cuerpo, mientras lo besaba y escuchaba los TE AMO en susurros detrás de oreja.
Él lo amaba.
Amaba verlo comer.
Dormir.
Despertar y volverlo hacer.
Volverlo a tener.
Solo dedicaba ese show a Haru, solo a él, porque nadie más que él lo merece.
Nadie más que a él amo.