Ett

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La chica sentía temblar su cuerpo una y otra vez. Le habían dicho que no había nada más frío que los suecos, pero eso era definitivamente Suecia en plena lluvia. El grupo de mujeres se escondió debajo de una pequeña construcción, oscura y donde el olor a humedad estaba en su máxima expresión.

-Yo ni hermanos tengo...- Dijo ella continuando la conversación.

-Y yo tengo demasiados.- Respondió Eija.

Las chicas se miraron entre sí y rieron.

-No empiecen con sus porquerías, ya sé a donde va esto.- La más alta espetó con asco y firmeza, respondiendo de nuevo.

Seguían esperando que el frío y la violencia del viento se calmara, pero no parecían tener éxito. Cherry observaba al resto de chicas dormitando, una encima de la otra, los bolsos formando algún tipo de colchón anormal que evitara cualquier contacto con el suelo, sucio y gris. Bien dicen, el agua tiene memoria... ¿Cuáles serían los recuerdos impregnados en estas gotas y este suelo abatido?

Cherry seguía batallando contra sus párpados, sentía que tenía dos grandes candados colgando de ellos que la obligaban a descansar. Se levantó de golpe y comenzó a caminar en círculos. Tal vez si caminaba hasta una carretera, con una luz brillante, alguien vendría a darles una mano... Claro que sí.

Dejó sus pertenencias con las chicas y sólo agarró una caja de tictacs de Eija. Cherry dejaba pastillas en lugares estratégicos, hundidos en el lodo, encima de una roca, sobre una hoja. No tenía mucha fe por la fuerte brisa, pero trataba pobremente de ser precavida. De la misma forma recordaba cosas en particular para no perderse. Los tictacs sólo eran un plus, aparte de si le daba algún antojo.

El cielo se oscurecía más rápido y nadie pasaba, a duras penas la acompañaba la luz de la luna, la temperatura ridículamente cruel y baja, y un hipo que la estaba fastidiando. Llegó hasta a sentarse en la carretera esperando. Nada, nadie. Como mucho una insípida hormiga habría pasado a unos centímetros de ella. Seguía sentada y había perdido la noción del tiempo, sumida en sus pensamiento se distraía para no aburrirse. Miró por última vez la zona, y notó como pronto oscurecería demasiado. Decidió retirarse.

Vio las pastillas en los mismos lugares, algunas, puesto que otras como era obvio se habían esparcido con el viento. Al menos la lluvia parecía haberse calmado, pero el frío seguía penetrando sus huesos. Caminaba hasta que la planta de su pie pedía auxilio, pero no encontraba a las chicas. Aquella instalación únicamente de concreto con humedad estaba vacía, como cual vieja caja deshecha y en la esquina llena de polvo. No había rastro de nadie. Su celular no tenía saldo ni señal. Esperó más... y más... Hasta que la oscuridad fue amenazante y el ambiente determinantemente más solitario que nunca.

No hablaba el idioma a la perfección, y había venido unas cuantas veces, sabía como llegar a la casa de Eija, pero era necesario un vehículo para no desplomarse de cansancio en sus piernas... Eran muchos kilómetros. No era la primera vez que sus pies pisaban el asfalto y el lodo de esa zona, parte de ella se sentía segura, un fragmento no muy grande. Trató de memorizar las veces que caminó por acá con las chicas y si encontraron algo cerca. Si sus instintos no se equivocaban, al voltearse y sumergirse en el bosque tal vez encontraría la casa de alguno de los hermanos de su amiga, no sabía con precisión cuál, pero tal vez... O podría no haber ningún hogar cerca y ser comida para animales. Debido a su auto diagnosticada ansiedad social  ser comida por animales o auxiliada por algún hermano de Eija parecían opciones igualmente favorables. Prefirió tomar el riesgo de indagar que a dormir y en el proceso verse abrazada por la hipotermia.

Bill estaba sentado cenando, solo, como de costumbre. Probablemente eran dos, tres años, que no conocía compañía alguna. Además de la humilde señora que limpiaba todo tipo de sus desastres. Muchas pisadas habían marcado esta casa, pero ninguna para quedarse, sin embargo, era poco melancólico. La obsesión por su trabajo y negocios lo alejaban de ser nostálgico. No sentía la necesidad de tener una pareja o vivir acompañado, bueno, eso creía él. Solía levantarse con una copa de vino mirar el gigante vidrio en su sala con vista al bosque, tupido y hermoso, vivo. Podía estar horas contemplando la vista y se sentía completo. El silencio de su hogar le complacía.

Yes, daddy, i will • {Bill Skarsgård} •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora