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El sonido de la puerta principal había tropezado con los oídos sensibles de Cherry, y había penetrado su sensible mente.

Cherry no le había dirigido la palabra a Bill. Se había levantado más temprano que de costumbre, alejándose del amplio pecho de Bill y verlo buscarla con sus grandes manos aún en su profundo sueño sólo la hizo sonreír un poco. Entró al baño con grandes lágrimas estorbando en sus ojos, miraba el jabón caer en el suelo tras que se tallaba la piel y se preguntaba si de alguna forma la suciedad de sus actos desaparecería con aquella espuma que se fundía entre los dedos de sus pies, estiraba sus pequeños dedos y sorbía de su nariz una vez más intentando detener el llanto, pero sintiéndose ahogada si lo hacía.

La mañana fue tortuosa, fría y lenta.

Al salir con la toalla sobre su pecho y con el rostro desencajado, sólo se topó con la cama tendida y desolada, mientras escuchaba los pasos de Bill fuera de la habitación.

Cruzó la sala con una expresión severa, pero tratando de resaltar su trasero firme, a duras penas consiguió unas cortas miradas analíticas de aquellos ojos verdes pesados. No sintió más de él. Masticaba más de lo necesario y de manera irritante, casi irrespetuosa. Desde el preciso momento que pisó el alfombrado de la sala, la tensión fue palpable. Bill notó su forma particular y nueva de actuar. Se limitó a no hacer nada al respecto. Cherry lo maldijo en voz baja. Ambos estaban ahí, acompañándose en silencio y para nada incómodos. Más bien, decepcionados. Ninguno de los dos pensó que al otro día las cosas serían así.

Estaba sentada en la sala leyendo uno de los libros que tenía Bill en la estantería. Vistió lo mismo de la primera noche que llegó, pero se puso otra camisa de Bill, la olía constantemente de forma ridícula. Ahora era como si formara parte de su vida, cuando llegó hace menos de tres noches. Existían categorías, existía el sexo casual, pero esto era otra cosa.

-Señorita, disculpe la molestia, pero ¿Usted y el señor Skarsgård ya se conocían?- Formuló la pregunta Mónica dejándole un té en la mesa, sintiéndose atrevida, sin embargo, no intimidada de cuestionar a la castaña. Al comienzo de la pregunta Cherry se había puesto nerviosa.

-Sí... Soy mejor amiga de su hermana, Eija, aunque ahora mismo hasta de la familia. Oh, y gracias.- Cherry contestó tomando el té que abrazaba su garganta.

-Oh, entiendo. Me había sorprendido de que en tan poco tiempo, usted, ya sabe.- Se hecho a reír Mónica. Cherry un poco ofendida alzó la ceja, aparentando disgusto, aunque más que nada tenía vergüenza   -Hablo de la confianza, usar sus camisas, la hospitalidad. El señor Skarsgård suele ser muy frío, distante y nunca se quedan mujeres acá.- Terminó su té y asintió un poco sorprendida. Incluso halagada. Mónica cogió el recipiente y lo llevó a la cocina.

Vio a través de la ventana su espalda, su ropa oscura, elegante, su silueta acompañada de un cigarro, unas gafas y poco interés en voltear. No sabía qué hacer o cómo reaccionar ante lo que sucedió. Lo había disfrutado, sin duda alguna, pero no solía ser así. Pasó el día revolcándose en la cama o leyendo. No quería estar pegada a la televisión o hacer llamadas. Quería paz. Quería estar sola. No quería irse de ahí, pero sentía como si tuviera que hacerlo después de lo que hizo el día anterior.

Mónica era dispuesta y servicial, pero desapareció de los ojos de Cherry, queriendo darle espacio. La chica cerró el libro y miró por última vez la hora, bastante temprano, 8pm. Se acostó en el mueble y cerró sus ojos, la cabeza le palpitaba y necesitaba descansar la vista.

Bill miraba a la biblioteca, su propósito era tal vez sacar archivos de algún condado americano y entretenerse. Ni si quiera empezar maquetas ridículas de leyes, agotado y con las pestañas caídas, ya parecía estudiante de derecho. En vez de cualquier cosa prioritaria su memoria se revolcaba en el difícil cabello de Cherry y su olor a bebé. Durante años tuvo que lidiar con la imagen tatuada de su sonrisa y la imaginación de su cuerpo. Ahora debía lidiar con su silueta desnuda, su deliciosa piel, el sonido tierno y excitado de su voz. Tras de todo aquel riel de estupideces, no tenía idea de que le pasaba a Cherry, cuando hizo y le dio lo mejor de sí en un muy, ridículo, corto e imprudente lapso de tiempo. 

Yes, daddy, i will • {Bill Skarsgård} •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora