Två

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Cherry se estiró y hundió su rostro un poco más en la fina seda de la almohada. A su nariz llegó una fuerte y exquisita fragancia masculina. Disfrutando del olor que bailaba en su nariz cómodamente, se acomodó por última vez, gracias al sol penetrante por el gran vidrio y calor que la abrazó con calidez. Se quitó la sábana y volvió a acomodarse. Suspendida en el paraíso cayó en cuenta. Se sentó en la cama derecha de golpe y miró abajo, tenía puesta una camisa de él, le quedaba como un vestido, sobre la delgada tela veía sus pezones, levantó un poco la camisa y notó que no tenía nada abajo. Se levantó en seguida, pero no vio a nadie, asustada fue al baño y miró en el canasto... ¿Por qué debes pensar en lo más perverso?, se preguntó a sí misma.

Se encajó torpemente los zapatos y caminó hasta la sala. Observó todo con atención. Le encantaba cada detalle del lugar, era cómodo, amplio y vistoso. Pasó su mano por el bordado del sillón mientras miraba los cuadros. Se asomó a la cocina, pero no encontró a nadie. Vio un plato sucio y un vaso, supuso que era del desayuno de Bill. Lavó los recipientes y los dejó en su lugar. Siguió indagando qué maravillas podría encontrar. Vio una salida al final del pasillo entre la sala y la cocina, habían un par de puertas, por respeto a la privacidad del hombre no entró. Se dirigió al final y vio una clase de gimnasio a la derecha, y una piscina con jardín a la izquierda. Observó por un rato la piscina y recibió un poco de aire. Todo estaba lleno de hojas por la lluvia de ayer, supuso Cherry. La castaña caminó hasta la puerta del gimnasio y entró en silencio.

Bill daba puños cargados de fuerza y concentración a un saco. Tenía puestos los audífonos y golpeaba una y otra vez aumentando el voltaje. Cherry miraba su piel blanca y brillante por el sudor. Veía como estaba rojo su rostro y como abría sus labios botando aire. Cherry se sentó en una banca frente a donde él estaba, mientras él le daba la espalda. Luego de un momento la mirada de Cherry generó cosquilleos en los omoplatos de Bill haciéndolo detenerse en seco, se sacó sus audífonos y volteó. Su mirada se topó con Cherry que apoyaba su mandíbula en sus manos, y sus codos en sus piernas, veía como caía su camisa dejando ver sus piernas gruesas y perfectamente proporcionadas. La chica notó como respiraba agitado, y con el casi dorado cabello húmedo cayéndole por la frente. Bill pasó sus manos por el cabello y bajó rápidamente. Cherry se levantó de su asiento y puso sus manos atrás de ella.

-Buenos días.- Dijo ella dudosa.

-Buenos días, casi tardes. De hecho.- Sonrió el alto hombre, acercándose a ella, y pasando de largo. Cherry sin saber cómo actuar con exactitud lo siguió.

-Puedo preguntar, ¿Y mi ropa?- Dijo ella sentándose en una pequeña división en la cocina, mientras él tomaba agua.

-Está secándose. Estaba mojada... Veo que lavaste esto - Bill volteó con una pequeña sonrisa -No era necesario. Yo puedo hacerlo o Mon, pero gracias.- Comentó él.

-No la vi hoy ¿Ella secó mi ropa?- Preguntó la chica a lo que él asintió.

-Estuvo, pero ya se fue, de eso tenemos que hablar, por cierto.- La chica miró confundida y se apoyó en el mármol de donde estaba. Bill mientras tanto sacaba unos huevos para hacerle el desayuno a Cherry.

-Entiendo... Sé que hago muchas preguntas, pero... No recuerdo cuando me cambié.- Hablaba incómoda y nerviosa de tan solo pensar que la había visto desnuda. Bill se volteó incrédulo.

-Era tarde y estabas muy cansada. Tuve una llamada del trabajo y me fui por unos minutos, cuando volví estabas rendida. Y no te permitiría dormir con ropa mojada, menos a esta temperatura. Te cedí esa camisa, fuiste al baño y te cambiaste.- Habló él con calma dejándole el desayuno frente a ella.

Yes, daddy, i will • {Bill Skarsgård} •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora