Deslizaba sus dedos en distintas formas y mordía una sábana. Daddy no podía saber en absoluto.
Estaba enojada, pero tenía necesidades, y la primera carta que ofrecía su mente era aquellas imágenes, todo el maldito menú se trataba de Bill.
Una Cherry de quince años sostenía el pomo de la puerta sudando terriblemente, mientras mordía su labio, sin conocer con certeza si oprimía su intensa rojiza boca de impresión o de...
-Wow.- Exclamó Bill colocándose su bata con rapidez.
Cherry tragó casi que con violencia antes de excusarse.
-Buscaba a Eija, perdóname, por favor.- Apenada tapó su rostro.
No era precisamente favorecedor que lo vieran desnudándose frente a una niña de quince años. Tenía 21. Sería un pederasta en potencia para cualquier consideración externa. Cherry sentía como sus paredes internas palpitaban ante el monumental cuerpo del hermano más guapo de su mejor amiga.
Siempre su silenciosa boca fue tímida, pero su ruidosa mente perturbada la convertía impredecible. Ninguno de los dos podía hacer nada al respecto.
Casi gritaba del contundente recuerdo. Una maldita década estaba por aproximarse en la mitad de la línea de tiempo, y seguía grabado con capricho en su memoria... Algo tan diminuto e insignificante.
Sus piernas, su gran abultado miembro, su cabello lacio y largo, su rostro en la expresión más angelical que ella nunca ha podido conocer. Sus ojos exaltados y nerviosos.
Veía como se levantaba ante la caricia de su mirada aparentemente de pequeña inocente.
Cherry sintió espasmos y temblor recorrer sus piernas, respiró hondo y el ensordecedor placer pausó por un momento antes de escalar la cima. La presencia de Bill fue como un golpe en el estómago. Se sentó en seguida, tapando su desnudo cuerpo con la misma sábana que servía de barrera para sus escandalosos gemidos. Sus preciosos ojos verdes la consumían y castigaban agresivamente. No había pedido permiso...
Cerró lo más fuerte que podía generando un pitido en el oído de la joven mujer. Cherry cerró sus piernas aún bajo la sábana y mordió su uña traviesa.
Bill tomó la silla del escritorio y lo colocó frente a la cama. La sábana le llegaba a los muslos y el resto de sus piernas cerradas brillaban. Su rostro estaba sudado y su cabello desordenado. Ganas de tumbarla en la cama y penetrarla hasta desfallecer, pero quería jugar, ella sabía que no podía tocarse sin su permiso.
-Espero hayas estado pensando en mí.- Dijo en un tono neutro, con sus dos ojos entregados a ella, como dos clavos en una pared. Cherry estuvo a punto de gritar un determinante sí.
Se sacó la correa y amarró su mano derecha a la cabecera de la cama con el estirado cuero. Jaló la sábana permitiendo a su cuerpo brillar y ser lo más maravilloso de la habitación. Le quitó las almohadas y se sentó. Todo en silencio. Cherry aún cerraba sus piernas y moría de vergüenza. Sus piernas estaban tendidas en la cama y su torso al aire. Dejando sus voluminosos senos y abdomen plano temblar mientras ella respiraba.
Bill se acomodó en el asiento y respiró con aspereza, admirándola un momento, no tenía contado cuántas veces habría soñado con ver su perfecto cuerpo así.
-Abre las piernas.- Le ordenó, Cherry las abrió como la bebé obediente que sentía ser.
Bill observó los húmedos y rosados labios entre sus piernas. Humedeció su boca, pareciendo deshidratado y sintió como la sangre bajaba más rápido que antes por su pene. Apretó su entrepierna y con los ojos siendo esclavos de su hermosa cereza, continuó demandando.
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Yes, daddy, i will • {Bill Skarsgård} •
RandomEn una fría tarde lluviosa, con amigas aparentemente indiferentes, un dolor que se hunde con parsimonia en tu pecho y la desorientación afligiéndote. Lo único que te queda es su mirada intensa que te empuja a la obediencia, la sumisión y a callar el...