Åtta

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Cherry tarareaba alguna canción que se había enredado en su cabeza no sabía hace cuanto. Movía los dedos de los pies y terminaba de acomodar su cabello, a pesar de ser desordenado, lo arreglaba estratégicamente. 

Salió y vio a Mónica en su rutina de cada día, caminó hasta la sala estirándose, su corazón se aceleró al ver aún el maletín de Bill en la mesa. Sonrió ampliamente y sintió su estómago revolotear, no recordaba el último día que habrían estado juntos más que una noche, un desayuno o una larga madrugada. 

En ocasiones consideraba esa conversación pendiente, pero las cosas parecían darse...

Luego de aquella noche con galletas y risas atontadas, que en su memoria se percibía impresionantemente corta, se sorprendía a sí misma recordando que realmente hasta la mañana del otro día no habían podido callarse. Recordó como por primera vez, y de las pocas ocasiones habría visto a Bill ser realmente blando, como se derretía ante sus quejas y celos inocentes, Bill la habría mirado impidiendo perdonarse a sí mismo y la habría besado casi arrancándole los labios de su rostro. "Helen fue una aventura nada más", aseguró él sonriendo cálidamente, se preguntó dentro de sí misma si ella sería sólo una aventura para él, pero decidió evitar dicha pregunta y enfocarse en su rostro como pocas veces tierno.

Un mes estaba delante de ella y sentía que le quedaban tan sólo un par de horas. 

Le sonrió amigablemente a Mónica en su labor, se dirigió al pasillo y tocó la segunda puerta de la pared izquierda. Absoluto silencio.

Hizo una mueca de decepción hasta que la voz de Bill penetró sus oídos -¿Sí?-. A Daddy no le agrada que te involucres en su vida de trabajo. Por última vez antes de abrir aquella frase de Bill golpeó su cráneo resonante. Desde el día que le faltó el respeto en la reunión de la dinastía, ignoraba la regla con ligereza. Giró el pomo y asomó su delicado rostro.

Bill se sacó las gafas y la vio con una expresión aparentemente neutra, pero puramente cálida, tenía unas ojeras más pesadas de las que solían adornar sus ojos. Entró y cerró apoyándose en la puerta. Tenía las manos atrás de su cuerpo, su cabello ferozmente suelto, su vieja camisa bastante transparente, curveando sus pezones y un corto pantalón de pijama. Otro día con letal combinación Bill habría rasgado su camisa de un tirón, pero hoy sólo se detenía de admirar sus ojos marrones. Se levantó y se apoyó en el escritorio cruzado de brazos.

-Sabes que no me gusta que entres acá.- Comentó él tomándola de la mano.

-Lo sé...- Dijo ella pausando un poco.

Bill guardó silencio y acarició su mano con el pulgar, Cherry se sonrojó con una tímida sonrisa.

-Jag saknar dig, Bill...- Se apoyó en su pecho, escondiendo su rostro y posó su mano en él. Por un momento se maldijo notando su error. Apostaría su vida a que Bill estaba sorprendido, y próximo a ejercer un castigo. Aún guardando silencio, escuchó acelerarse su ritmo cardiaco.

-El trabajo está dando de más.- Contestó él besando su frente. Cherry se sorprendió incluso más que él.

-Tal vez puedo ayudarte con...- Cherry sugirió dándole continuidad a la timidez, pero fue interrumpida por Bill.

-No.- Cortante y firme respondió, mas no dejó de acariciar su mano.

-¿Por qué no? Aquel día sin querer escuché la reunión, obviamente sabes por qué- Empezó a hablar mordiendo su labio, con su expresión de una tierna culpabilidad. Las facciones de Bill se relajaron divertido. Soltó el agarre sin violencia y largamente la evaluó - Cuando estaba en la escuela iba a modelos de las Naciones Unidas, Estados Americanos, puedo ayudarte con cosas básicas.- La chica juntó sus pies nerviosa. Bill negó con la cabeza irónicamente.

Yes, daddy, i will • {Bill Skarsgård} •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora