Capítulo tres: Llagas en la piel.

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[¡Advertencia!]
Éste capítulo contiene escenas gráficas y emocionalmente fuertes, leer con cautela.

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-¿Q-Q-Qué te p-pasó hoy, Richie? -preguntó Bill.
-Te fuiste de donde Stan como si te hubiesen pegado un tiro en el culo. -apoyó Beverly antes de aspirar del cigarrillo entre sus dedos.
-Sólo era él con sus idioteces, ¿sí? Hoy me dió un sermón sobre la Torá y que me "iré al infierno" -hizo el gesto de comillas con sus dedos. Tomó un sorbo de su refresco. -si le interesa tanto, que se case con el rabino.
-Imbécil, el rabino es su padre. -escupió ella, causando que Bill se ahogara con su bebida.

Ha pasado un rato desde que Richie llegó a casa de Bill, entrando por el patio trasero. Saltó la cerca, portando una cajetilla de cigarros para su amiga. Ella a cambio le ofreció un refresco del refrigerador ajeno; cuyo dueño observó todo con una sonrisa. Luego de unos cinco minutos charlando, sintieron un grito, al cual no dieron importancia alguna. No fue hasta después que el teléfono fijo de los Denbrough comenzó a sonar. Beverly atendió.

-... ¿Hola? ¿Eds, eres tú? Sí... estoy con ellos, ¿Qué sucede? -se hizo un silencio expectante en la habitación. -¿Stan? ¿Qué pasa con Stan..?
-Hablando del Rey de Roma... -susurró Richie, su amiga lo calló con expresión preocupada; el asmático lloraba al otro lado de la línea. -Eddie, dime...

Beverly puso el parlante sobre la mesa, Edward estaba hablando tan alto que todos pudieron escuchar.
-Bevy... Está herido... Me quedé esperando a que volviera y... -rompió en sollozos, los chicos podían sentir sólo un hilo de voz. -Sólo vengan, por favor... -se escuchó antes de que se terminara la llamada. Richie se levantó de golpe, asustado; y salió corriendo hacia la residencia Uris sin esperar.


Llegando, pudo ver una ambulancia aparcando a un costado de la casa, cosa que lo preocupó aún más. Corrió al interior de la casa con intenciones de enterarse de la situación, pero su amigo lo detuvo antes de llegar al baño.
-No, Rich; no veas... -le murmuró, casi chillando; eso sólo lo alteró. Intentó soltarse del agarre del asmático, pero éste lo sujetó con fuerza, sollozando. -¡Richard, por favor!

Eddie recibió un fuerte empujón, golpeándose en seco contra la pared. El de gafas se acercó a la puerta y vió a los padres de Uris llorando, abrazados. Su madre no dejaba de lamentarse, repitiendo una y otra vez el nombre de su hijo.

Al asomarse, se le bajó la presión. Presenció lo que nadie querría ver. Un montón de paramédicos rodeaban a un Stanley lánguido y gris, intentando subirlo con cuidado a una camilla. Éste reposaba, aún blando, sobre un charco de fluidos provenientes de sus brazos; que aún entre los puntos apresurados presumían carne, músculo y grasa por las grandes heridas infligidas. La sangre ya había ensuciado gran parte del cerámico y las prendas del joven, sus padres y los del equipo médico.

Stan tenía los ojos cerrados, pero lo suficientemente hinchados para saber que había llorado, y cielos, que había llorado bastante.


Richie estaba helado. Tenía a su amigo agonizante en frente, pero no podía creerlo; simplemente no quería aceptar lo que veía. De pronto, un montón de pensamientos intrusivos, imágenes de un funeral pasaron rápidamente por su cabeza. Imaginó a su amigo descansando sus bellos rizos caramelo en un ataúd. Vió el cajón bajando lentamente en la sepultura y, por unos momentos, sintió que no volvería a ver sus ojos brillando a la luz del sol. Pensó en que...
-¡Recuperó el pulso! -Señaló uno de los paramédicos mientras revisaba sus signos vitales, arrastrándolo ya en la camilla. Eddie y los demás pudieron ver cómo Richie seguía al equipo y subía al vehículo junto a ellos, cómo se cerraban las puertas, y la ambulancia partía con apuros al hospital. Los cinco restantes subieron a sus bicicletas y pedalearon tras la ambulancia hasta alcanzarlos.
Dentro del vehículo, los padres de Stanley veían extrañados la forma en que Tozier afirmaba la ensangrentada mano del chico con fuerza y acariciaba su cabello.
-Stan... quédate conmigo.

Luego de las cuatro horas que duró la atención quirúrgica, Richie se encontraba dentro de la habitación en la que descansaba su amigo, que aún recibía su última transfusión de sangre. Acariciaba los vendajes en sus brazos con delicadeza, pensando en sus motivos; el porqué lo había hecho. De pronto, el de rizos comenzó a quejarse y a moverse lentamente. Richie se alejó asustado y llamó desesperado a una enfermera.
Stanley estaba despertando.

"Con Derry En Contra" [Stozier Fanfiction] (Terminada, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora