Capítulo 7. Una herida

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Todo pasó muy rápido, estaba sentada en la fría sala de espera del hospital, tenía la ropa rasgada y llena de lodo, la cara estaba cubierta de golpes y sangre seca y tenía raspones y moretones en el resto del cuerpo. Cuando la adrenalina bajo de su sistema pudo recordar lo que había ocurrido en las últimas dos horas.

Saori condujo una hora hasta llegar al hospital más cercano. Al llegar, bajo a Ikki que estaba casi inconsciente, su asiento estaba cubierto de sangre, entraron y Saori gritó por ayuda, de repente Ikki se desplomó en el suelo. Los doctores llegaron a ayudarlo, lo levantaron y lo pusieron en una camilla, la chica pudo reconocer que el doctor que estaba dando indicaciones a los demás había sido el mismo que curó a Ikki de su mano izquierda la primera vez.

—Doctor Shun, me vas a ayudar con este paciente.—Le decía el doctor a Shun que se acercaba corriendo desde la estación de enfermeras.

Saori quería despertar a Shun en ese momento, pero se sentía aletargada, no podía invocar a su cosmos así.

—Shun.—Alcanzó a decirle en voz baja Saori cuando él pasó en frente de ella.

—Señorita, espere un segundo aquí, su amigo se pondrá bien y en un momento alguien llegará para atenderla a usted.—Le dijo Shun tomándola de los hombros y ayudándola a sentarse.

Luego se alejó y entró en la sala de emergencias.


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Había muchas luces en la sala, esa madrugada estaban especialmente brillantes, le lastimaban los ojos, estaba un poco mareado, quizá porque no había cenado esa noche, pero no se sentía del todo bien.

Eran muchos doctores los que se estaban encargando de salvarle la vida al chico que llevaba una herida de bala en un costado, múltiples golpes en la cara y el cuerpo y una puñalada en la pierna derecha.

Shun lo vió, desde la primera vez que lo había visto sintió algo en su interior, como una conexión, como si ellos se hubieran conocido y se hubieran despedido hace muchos años.

Shun intentó recordar a su familia, era huérfano, había vivido solo y añorando a su parientes por mucho tiempo, luego se mudo a Somalia por algunos años para hacer sus estudios y después había corrido con suerte de encontrar una residencia en medicina general en Japón, la había solicitado un año atrás, pero no fue hasta hace dos meses que llegó a vivir a la capital. Desde que comenzó a estudiar, jamás se detuvo a pensar en sus padres o si tenía hermanos, había aceptado a la soledad como una buena amiga, y ya no le molestaba en lo absoluto, estaba concentrado en convertirse en una proeza de la medicina y ayudar a mucha gente. Y lo estaba logrando, pero ese hombre lo inquietaba, al igual que la bella chica que lo acompañaba.

Shun estaba paralizado mirando al infinito a un lado de la cama de Ikki.

—Doctor Shun, vas a ayudar o sales del quirófano, este hombre necesita sangre y una cirugía, la bala quizá perforo algún órgano.—Le decía el doctor a Shun arrebatándole sus pensamientos.

—Por supuesto Doctor, una disculpa, esta noche ha sido cansada.

Estaban operando a Ikki, no era una cirugía de gravedad pero mientras sostenía las herramientas quirúrgicas y observaba el procedimiento Shun escuchó su propia voz.

—¡Hermano!—Escuchó Shun en la lejanía.

Shun volteó a ver a los asistentes del quirófano, nadie parecía escuchar el continuo grito de Shun a lo lejos, solo él escuchaba su propia voz repitiendo un grito de auxilio a su hermano. De inmediato Shun volteó a verlo, y apareció una imagen de su hermano vestido con prendas metálicas, se acercaba corriendo y al llegar, su hermano le aseguraba que todo estaría bien, y así había sido siempre, porque el era Ikki de fénix, su querido hermano.

Secuelas (Saint Seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora