Capítulo 16. Una segunda oportunidad

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Terminaron de hablar entre ellos y recordaron que su misión de rescatar sus armaduras aún no estaba completa. Saori caminó rodeando el circulo y revisando cada una de las cajas de pandora, eran esas, las autenticas armaduras de bronce, los emblemas de cada uno de los caballeros estaba intacto, pero parecía como si llevaran siglos ocultas, durmiendo, no podía sentirlas mas allá de una leve presencia, como si estuvieran muy lejos aún.

—Intentamos usar nuestro cosmo, pero no hay respuesta.—Dijo Seiya.

—Tal vez deberían intentarlo de nuevo, ahora que están todos juntos.—Les dijo Saori y retrocedió hacia una esquina del lugar.

Cada caballero se colocó de pie en frente de su armadura, su cosmo era indudablemente más fuerte ahora que los cinco estaban despiertos y estaban juntos, las armaduras se encendieron en una luz brillante por un segundo.

En ese momento, Saori observó una pequeña forma justo en el centro del circulo que formaban las armaduras, parecía un ave que se formaba con la presencia de los cosmos de todos sus amigos, se dibujaba y desdibujaba en el panorama, era una pequeña lechuza, el brillo alcanzó su punto máximo, obligando a Saori a mirar hacia otro lado a causa de tal brillo. Entonces, pensaron que ese era el momento en que saldrían las armaduras en forma de cloth y se colocarían en cada caballero, pero no fue así. Después del fuerte brillo, estas volvieron a su estado inicial. Todavía eran de piedra.

—Esto es genial—Era Hyoga levantando los brazos con desesperación.—¿Ahora qué debemos hacer? ¿Ahora qué debemos sacrificar para rescatar nuestras armaduras?

—Hyoga, solo debemos pensar un momento y luego...—Shiryu intentaba sonar tranquilo pero todos sus amigos lucían con tanto miedo del siguiente paso que tenían la mirada clavada en sus viejas compañeras inertes.

—¿Cuál es el punto de "pensar un momento"? Llegamos hasta este lugar y no podemos salir sin nuestras armaduras pero tampoco tenemos forma de usarlas.—Hyoga replicó.

—Entonces quiere decir que tenemos lo necesario aquí con nosotros para despertarlas.—Saori dijo con voz baja, ecuánime y calmada.

Los cinco caballeros voltearon a verla y ella miraba al frente como viendo mas allá de las armaduras y mas allá de todo lo que había ahí. Saori podía sentirlo, era un presentimiento, una sensación que le decía que esas armaduras estaban vivas, habían encontrado a sus portadores pero no despertaban porque no tenían una razón para hacerlo, el hecho de que la diosa Athena estuviera viva no era una razón suficiente, las armaduras de bronce habían sido creadas para pelear y proteger; necesitaban saber que una guerra estaba por comenzar, necesitaban ser llamadas y Saori sabía como hacerlo.

La orden de despertar no debía dársela a sus caballeros con Niké en la mano y de forma autoritaria, ellos poseían una cualidad invaluable propia de todos los seres humanos, el libre albedrío, pero aquellas armaduras habían servido al valor y la justicia desde su creación y por lo tanto se levantarían ante la orden de su comandante.

Saori guardó silencio y llamó a Niké, la gran diosa de la victoria a su lado una vez mas, caminó lentamente desde la esquina en la que se encontraba hasta el centro del circulo que formaban las armaduras, estas se iluminaron con tan solo la presencia de Athena y Niké. Saori respiró muy hondo y las sintió, les dijo en su mente que había llegado el momento y que debían despertar para marchar a su lado y vencer.

Los caballeros estaban muy sorprendidos, comprendieron que las cosas habían cambiado y que ahora Saori no se quedaría esperando por su regreso, ella tenía la furia y las ganas de luchar codo con codo con sus caballeros.

Un viento cálido inundó el espacio en el que se encontraban, movía los cabellos de Saori con delicadeza, ella tenía los ojos cerrados y sus pies comenzaron a separarse del piso, ella flotaba y brillaba frente a ellos, era una verdadera deidad. La prisión de piedra de las armaduras se rompió de un momento a otro, dejando ver las verdaderas cajas de pandora, brillantes, llamativas, con misterio intrínseco, el brillo aumento, cegando a todos en el lugar, Saori levantó sus brazos, ninguno de los chicos podía ver nada pero pudieron sentir el metal, el glorioso sentimiento de poder los comenzó a inundar con cada pieza de las armaduras que se adhería a su cuerpo, brazos, piernas, hombros, cabeza, las armaduras embonaron de manera perfecta, los años no habían pasado por ellas.

Secuelas (Saint Seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora