Rubies

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En estos momentos me encuentro llevando un hermoso y largo vestido blanco que llega hasta mis pies y mantiene mi espalda completamente desnuda, combinado con unas pullas rojas y un sobre en mi mano del mismo color, una pulsera de oro blanco y rubíes adorna mi brazo derecho a juego con la gargantilla que descansa en mi cuello y los hermosos y a la vez sencillos colgantes que brillan en mis orejas, mi cabello, de un tono casi blanco llega un poco antes de mis hombros, y se encuentra completamente suelto y estirado, mis labios pintados con labial rojo y mis ojos y cejas perfectamente delineados sin llegar a parecer exagerados, para finalmente estar cubierta por un largo abrigo blanco de piel.

-Buenas noches señorita, ¿me muestra su invitación? - Habló educadamente el portero.

-¿Qué? - Pregunté confundida, no tenía idea de qué hablaba. - Yo...

-Cariño... - Joseph. Sabía que era él, su voz la reconocería en cualquier lugar. - Te dije que me esperaras amor. - Dijo al llegar a mi lado. - ¿Qué sucede? ¿Por qué aún no entras? - Pregunta, y al mirarlo para responderle quedo completamente idiotizada, es que tengo que reconocerlo, es hermoso.

Su cabello negro que combina a la perfección con su clara piel, sus oscuros ojos que cuando te miran parecen ver dentro de tu alma, sus lindos y apetecibles labios ni tan finos ni tan gruesos creados para provocar, su sonrisa, esa puta sonrisa ladina que me hace delirar imaginando todas las perversiones que rondan su cabeza, y ese maldito traje rojo vino que lo hace parecer una jodida escultura tallada por el mismísimo Miguel Ángel... Por dios... Esto es demasiado para un solo corazón.

-Amor, ¿tengo algo en el rostro? - Pregunta burlón al verme mirándolo tan intensamente, yo sólo lo miro con cara de pocos amigos y él me sonríe.

-¿Entonces? ¿Tienen las invitaciones señores? - Volvió a hablar el portero.

-Cariño, las tienes tú. - Habló Joseph. - ¿Recuerdas que en casa las guardaste?

-Oh~sí, tienes razón. - Respondí imaginando que se refería a que las tenía en el sobresito rojo, por lo que abrí este y encontré una invitación dorada, la cual tendí al portero.

-Bueno, señores Smith, espero que disfruten.

-Créame, eso haremos. - Respondió Jodeph con una sonrisa ladina. - ¿Vamos cariño? - Habló tomando mi cintura.

-Claro amor. - Respondo sonriendo. Ambos comenzamos a avanzar y yo aún no sabía qué hacíamos ahí. - ¿Qué se supone que hacemos aquí? - Pregunto seria, deteniendo nuestro andar.

-Venimos a ver una obra que están estrenando, a la cual vendrían solamente invitados especiales y fuimos invitados... - Me mira intensamente con una sonrisa en sus labios. - Por cierto, estás hermosa cariño. - Dijo, para luego volver a sonreír.

-Gracias. - Respondí sintiendo como él rubor cubría mis mejillas.

Al llegar hasta el balcón correspondiente ambos tomamos asiento, nos encontrábamos solos en este y teníamos mucha privacidad.

-¿Por qué estamos aquí? - Le pregunto.

-Ya te dije, venimos a...

-No... - Lo interrumpí. - ¿Por qué estamos aquí realmente? ¿Con qué propósito me trajiste a aquí?

-Shhhh...

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