Rosa marchita

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Capítulo cinco 

Lamento tanto que después de tanto tiempo sin vernos fuera así la forma en que nos reencontramos, S. No sabes lo enojada que estuve conmigo misma por permitirme estar lejos de ti, tanto, que incluso creí merecer el golpe que él me dio al día siguiente, cuando se enteró de que fui a verte al hospital.

Me parecía insólito el hecho de verte tan apagada, cuando siempre te consideré capaz de dar vida con tan sólo estar presente. Nunca pediste ayuda, nunca dijiste nada, pero no tuvuste que hacerlo. Las rosas no avisan antes de comenzar a marchitarse, tan sólo lo hacen y una mañana te levantas y te das cuenta de que aquella flor que te cautivó por su viveza y la alegría que transmitía, era quien más ocupaba de cuidados, de calidez, de sentirse querida. 

Lamento también no haberte creído cuando me dijiste que solías ser muy solitaria, lamento no haber sabido interpretar aquello. 

Lamento, aún más, permitir que el miedo me cegara y dejar que él me encarcelara lejos de ti, donde no podía velar por tu bienestar, ni hacerte compañía en lugar de aquellas pastillas para dormir. 

Lo lamento, S. Y ningún perdón va a bastar jamás para expresar el dolor que se instaló en mi pecho desde que tu madre me llamó entre sollozos amargos y súplicas devastadoras para que fuera lo más pronto posible al hospital.

—Saldremos de todo esto juntas, lo prometo —dije mientras acariciaba tu mejilla con mis nudillos, tratando de darle un poco de color a tu pálido rostro.

—También prometiste estar cada vez que te llamara, Á —susurraste con amargura, apartando mi mano de ti. Te vi con la mirada perdida en algún punto de la pared blanca frente a nosotras, con lágrimas deslizándose por tus mejillas, y por las mías, y estoy segura de que ambas recordábamos las trece llamadas tuyas que ignoré la noche anterior. 

—Lo lamento... Yo de verdad lo siento tanto, S —solté en un sollozo, sin siquiera poderlo retener. 

—No importa, Á —me tranquilizaste, tomando mi mano entre las tuyas.

Y en ese entonces te creí, pero escribiendo esto me doy cuenta de que sí importaba, siempre importó, y que ese fue el inicio de muchas más mentiras. 

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