CAPÍTULO 33

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Contario a lo que pudiera pensarse tomando en cuenta las dificultades a las que se enfrentaron con las serias medidas que él tomaba, muchas personas asistieron a los funerales del rey. Muchos súbditos e incluso extranjeros asistieron a las ceremonias para honrar al legendario rey de Bretaña, Arthur Pendragon.

Sir Bedivere, Sir Gawain y Sir Kay se mantuvieron a mi lado a la cabeza de las ceremonias, fuimos nosotros cuatro los únicos que pudieron mantenerse a su lado hasta el final.

Los funerales del rey no fueron para nada oscuros, al contrario, daba la impresión de que los brillantes rayos del sol buscaban bañar el cuerpo de Arthur hasta el último momento. Su belleza se mantuvo intacta aun después de la vida marchita, parecía como si realmente estuviera sumido en un profundo sueño y en cualquier momento mi muchacho despertaría adormilado pero con una brillante sonrisa.

La armadura plateada que envolvía su cuerpo relucía con fulgor y la corona tan dorada como sus cabellos resplandecía con la misma elegancia que el propio amanecer.

Arthur se veía tan sereno que una simple mirada a su rostro me impedía derramar las lágrimas que se creaban desde la profundidad de mi corazón. Si bien su piel se había tornado pálida no aparentaba ser la de un cuerpo inerte y su cabello se mantenía tan brillante como siempre. Quien diría que un cuerpo sin vida podría ser tan hermoso.

Debía mantener a toda costa mi apariencia calmada y despreocupada, aquella que durante siglos me había caracterizado. Al final yo no era un humano, solo era Merlín, el profeta, el Mago de las Flores.

El último día de las ceremonias, los jardines del palacio de Camelot que a duras penas logramos recuperar con una gran cantidad de magia que utilice para tener un lugar digno para velar el cuerpo de Arthur fueron desalojados, dejando únicamente la pila de mármol cubierta de una modesta cama de flores en la que descansaba mi muchacho en presencia de los tres caballeros y yo.

Mientras ellos conversaban intentando tranquilizar a Sir Bedivere, quién fue el único que se atrevió a derramar lágrimas frente a aquellos que llegaban a despedirse del rey y ofrecer condolencias me acerque a Arthur, acaricie sus cabellos suavemente y sonreí melancólico.

-Ya está todo bien, Arthur. Lo hiciste increíble.

Al susurrar esas palabras creí que lloraría irremediablemente pero una voz a mis espaldas distrajo dicho sentimiento.

-Merlín...

-Oh, Sir Kay... Yo...

-No digas nada. Lo entiendo, esto debe ser demasiado difícil incluso para alguien como tú.

-¡¿Alguien como yo?!- respondí intentando sonreír- ¿Y para ti, Kay? Si deseas llorar puedes hacerlo ahora, nadie te juzgará.

-¡Ha! ¿Llorar yo?, estoy... bien...

La voz de Sir Kay, aquel hombre que desde niño fue reservado y con un orgullo indoblegable pareció quebrarse dolorosamente.

-Kay...

-Mi viejo murió hace años... Arthur era lo último que me quedaba, incluso si no compartíamos un lazo de sangre siempre lo consideré un hermano. Yo... nunca fui capaz de expresar mis sentimientos pero siempre intenté que lo alcanzaran de alguna manera.

Busqué la mirada de Kay, pero ésta se mantenía clavada en dirección a Arthur.

-Estoy seguro de que Arthur lo comprendía, él conocía tu manera de ser y te amaba tal y como eres. Él siempre confió en ti, desde que era un niño pequeño- solté una pequeña risita al evocar los recuerdos en mi mente- deberías haber visto como brillaban sus ojos cada vez que hablaba de lo increíble que era su hermano mayor Kay.

KOMOREBI: The light shining through ÁvalonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora