CAPÍTULO 35- FINAL

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En una legendaria isla de ensueño existe una planicie donde flores de maravillosos colores brotan sin cesar, en donde la luz del sol de primavera y la fragancia del verano inundan el paisaje diurno sin importar la época del año. Por la noche sopla el viento del otoño cubierto por las estrellas del inmenso manto del firmamento invernal.

En los frondosos bosques saturados de enormes árboles y verdes pastos, los manzanos ofrecen sus deliciosas frutas durante todo el año, entre la maleza se escucha la suave carrera eterna del agua de los arroyos, y donde ésta reposa hay hermosos espíritus.

En la tranquila isla, frontera de la magia y el resto del mundo, nunca explorada por los humanos, descansa el alma de la Tierra misma y un hombre de cabellos largos en donde se reflejan los rayos del sol vestido con la seda más fina.

El hombre era proveniente de la unión de una princesa de Gales y un incubo sobrenatural que vivía en la brecha entre la Tierra y la luna. Su nombre era Merlín, el Mago de las Flores. Él se convirtió en la llave para el mayor milagro que aparecería en varios mitos y leyendas. Fue el mago de cierto rey, ese milagro, pero después de la última batalla huyó a este paraíso por una razón personal. Él se enfocaba en un pupilo que se encontraba en un lugar muy lejano, aunque el joven yacía muerto hace siglos.

Merlín había ayudado a los humanos creando a los reyes, sin embargo, él no mostraba ninguna responsabilidad o sentimiento de culpa por lo que ocurriese en aquellos reinados. Hasta que un rey milagroso que le hizo cambiar de opinión.

En el pasado el Mago de las Flores logró probar la posición de profeta que tenía por encima de otros magos con su habilidad "Los ojos que pueden ver a través del mundo".

Para Merlín, que podía ver todas las posibilidades, el mundo no era más que una historia. Una historia que sentía era más hermosa con un final feliz para la humanidad. No obstante, en esa historia el amor por la humanidad o incluso un individuo no existía antes de su último rey, el rey Arthur Pendragon.

En aquel paraíso existe una leyenda olvidada que cuenta la historia de una hechicera de nombre Morgana Le Fay llevando el cuerpo sin vida de aquel monarca a una torre de añoranza en la que el mago de las flores esperaba a su persona amada.

Ahora, sin más remordimientos el mago se ha hechizado a sí mismo para evitar una catástrofe paradójica y duerme en un sueño eterno parecido a la muerte sin estar muerto esperando para despertar a su espíritu contratado por un héroe humano que recorre el mundo en una batalla por la humanidad en aquella torre localizada en el fin del mundo acurrucado al lado del cuerpo de su rey predilecto ya perecido.

Sentado entre las flores del jardín frente a la Torre de Ávalon, el mago miró a su familiar Cath Palug sentado a su lado.

-Y bien ¿Qué te parece, Cath Palug? Es hasta cierto punto vergonzoso contar una historia como esa ¿no te parece?

Cath Palug miró atentamente al mago, si claramente no se llevaban precisamente bien el familiar fue capaz de notar que el hombre contó aquella historia con los sentimientos a flor de piel así que evitó el contacto violento y se acercó suavemente a él buscando una amigable caricia.

-Ah, lo lamento Cath Palug. ¿Hablar de la historia del rey te puso triste?

-Fou fou (Soy yo quién debería decir eso)

-Pero sabes, al final, no me arrepiento. Existen millones de mundos posibles y en todos y cada uno de ellos el final es inevitablemente el mismo, sin embargo nuestra historia no es para nada similar en ningún otro- el mago sonrió- me alegra que en este mundo en el que fui un caprichoso cabeza hueca ambos logramos experimentar el amor...

-¿Fou?

-De otra manera no estaríamos aquí ¿no te parece?

-¡Fou!

El mago levantó a su familiar entre sus dos manos posicionándolo frente a su rostro y sonriendo melancólicamente continuó hablando.

-No importa que digan los demás, el rey eligió el mejor camino. Incluso si hubo destrucción este final no es un error. Fue una vida de la que él puede estar orgulloso.- el mago pareció darse cuenta de algo y suspiró melancólicamente- Eso es... Si en el final él lo aceptó, no hay razón para que yo intente cambiarlo.

Diciendo esas palabras el mago volvió a colocar a su lado a Cath Palug y tras una risita resignada se prometió jamás echar otro vistazo a todos aquellos mundos posibles y a todos aquellos destinos a los que Arthur Pendragon había renunciado. Después de hacer un recuento de su historia por fin la había aceptado, si su persona amada lo había aceptado entonces él haría lo mismo y seguiría adelante por el bien de aquel muchacho.

-Arthur... Lo que habías soñado, lo que dejaste atrás, lo que me diste... todo eso fue mi recompensa.

-¿Fou?

-¡Pero el ver que un hombre necio acepte la derrota es sorprendente! Él seguramente tuvo un extraño e increíble encuentro. El cual fue... no puedo decir en que época fue, todo lo que puedo ver es que fue en el presente. Si en esos momentos en Babilonia hubiese visto el futuro, sería capaz de alegrarme de lo que venía.

En el corazón del mago, una suave y dulce voz resonó amorosamente.

"Gracias, Merlín" "Estoy realmente agradecido. Has sido un gran mentor para mí" "Yo realmente me he enamorado de ti"

-Ese momento fue realmente problemático. Nunca pensé que en ese entonces aquellas insignificantes palabras pudieran doler tanto. Aun así eso fue una consecuencia de mis propios actos...

El mago de las flores miró hacia el magnífico e imponente cielo azul que reinaba sobre la mágica tierra de Ávalon y el sol brillando preciosamente acariciando con sus rayos todo lo que tocaba.

-Ya he visto todo lo que se tenía que ver. No... He visto algo mucho más hermoso...

El mago sonrió y extendió los brazos abrazando al infinito mientras un resplandor brillaba vigorosamente naciente de todas las flores del gran jardín que lo rodeaban y al mismo tiempo la Torre del Fin del Mundo pareció girar elegantemente sobre sí misma.

En la frontera más lejana del mundo, en una prisión cerrada, pero como ningún lugar en el mundo exterior, la inmutable existencia en donde las flores brotan sin cesar, hay un jardín de memorias. El jardín del paraíso "Garden of Ávalon".

Un hombre que ha olvidado la muerte, espera ahí, hasta el fin del mundo, hasta el día que la estrella se apague...

Y así, la historia del reyse convirtió en una contada en este paraíso...

KOMOREBI: The light shining through ÁvalonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora