Corrí a mi habitación, ignorando los gritos de Jared. No me moleste en ducharme o arreglarme el cabello. Tire la ropa de entrenamiento en mi habitación y corrí a buscar algo que ponerme. [http://www.polyvore.com/cgi/set?id=47242234&.locale=es]
— ¿Qué pasa? —se puso delante mío Jared cuando salí de mi habitación.
— ¡Presley! ¡Ahora mueve tu trasero de mi camino! —le grite.
— ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! —puso las manos a la altura de la cabeza y se movió a un lado.
Corrí escaleras abajo, lo más rápido que mis pies me dejaban.
— ¿A dónde vas? —me siguió Jared.
—A casa de los Henderson —tome las llaves de su motocicleta.
— ¿Qué haces? Ve en tu auto —me las trato de quitar.
—Puede haber tráfico —abrí la puerta. —Lo siento —cerré. Me subí a la motocicleta negra de Jared, y arranque rápido por la calle a una velocidad, que estoy segura, no se puede usar en una calle residencial.
Como creí había tráfico, la motocicleta me permitía moverme ágilmente entre los autos. Esquivando el tráfico. Variados tipos de bocinas sonaron, cuando pasaba entre un auto y otro. Ya que la velocidad normal para hacerlo era de unos 10 o 20 k/h, cuando yo en cambio, iba a unos 50 k/h.
No podía quejarse nunca toque ningún auto.
Llegue a la casa Henderson más rápido de lo que había esperado. De un salto me baje de la motocicleta, y al mismo tiempo saque las llaves.
Corrí a la entrada, pidiendo a los guardias que era urgente que me dejaran entrar. Les hable del mensaje de Presley. Y corriendo conmigo entraron a la casa. De una puerta salió Bonnie seguida por Logan quien comía un sándwich.
— ¿Qué pasa? —se quejo Bonnie mirándose las uñas. Logan me miro curioso.
— ¿Dónde está la habitación de Presley? —exigí a Logan.
—Pero, ¿Qué pasa? —volvió a preguntar Bonnie.
— ¡Cállate! —le grite, y se cayó asombrada. —La habitación de Presley—pedí de nuevo.
—Es por aquí —me dijo uno de los guardias. Le seguí por una de las escaleras, hasta llegar a la ultima puerta en un gran pasillo.
Seguramente la puerta estaba cerrada con llave, pero nada me costaba intentar. Para mi asombro la puerta se abrió. Nunca antes había entrado a la habitación de Presley. Tenía tonos pasteles en casi todas sus cosas. Rosados claros. Cafés delicados. Beige y cremas. Pero no había tiempo para observar con detalle su habitación.
— ¡En el baño! —grito uno de los guardias.
Intente abrir la puerta, pero no abría. Pude haberla tumbado con una patada, pero parte de la cordura que me quedaba me dijo que no.
— ¡Que alguien la tumbe! —grite.
Uno de los hombres empujo la puerta con su hombro derecho, pero no la tumbo. No era tan fácil como parecía.
En ese momento apareció Logan por la puerta, seguido por Bonnie, quien venía quejándose de que su tacón estaba roto.
Dos guardias juntos intentaron tumbar la puerta.
— ¿Qué pasa? —pregunto Logan extrañado.
Los guardias tomaron impulso y probaron de nuevo.
—Presley—susurre en respuesta a Logan, y a lo que mis ojos estaban viendo.
La puerta se había abierto.
Presley yacía tirada en el suelo. Con las mismas ropas que esa tarde llevaba. Sobre un charco de sangre.
— ¡Ahh! —grito Bonnie, y comenzó a abanicarse con la mano.
Yo no podía quitar la mirada del cuerpo de Presley.
— ¡Que alguien llame una ambulancia! —grito alguien.
Los ojos de Presley estaban cerrados, sus pestañas aun tenían gotas de agua. Lo que debieron ser sus lágrimas.
— ¡Vienen en camino! —grito otra persona.
Presley. Mi amiga. Mi única amiga.
Yacía inconsciente en el piso de su baño rodeada de sangre y con un poco de suerte, viva.
— ¡_____(tn)! ¡_____(tn)! —gritaba alguien desde la distancia.
En mi campo de visión entraron unas personas vestidas de blanco, los paramédicos la pusieron sobre una camilla.
— ¡Tiene pulso! —grito uno de ellos.
Yo seguía con la vista fija en Presley. Alguien comenzó a sacudirme por los hombros. Pude sentirlo. Era Logan. Pero en mi cabeza solo rondaba la imagen de Presley, cubierta de sangre, su sangre. Pestañee varias veces, me había quedado en una especie de trance.
— ¿Estás bien? —me pregunto alarmado.
Levante la mirada del suelo, y mire al frente donde estaban sus rosados labios, y me embarcaron unas casi incontrolables ganas de besarlo.
Puso su mano en mi mentón y lo levanto haciendo que nuestras miradas se conectaran.
— ¿Estás bien? —repitió.
— Si —susurre absorbida por su mirada .
—Siéntate —me empujo delicadamente por la cintura hasta que me sentó en la cama de Presley. — ¿Cómo sabias que Presley estaba…así?
— ¿Dónde están todos? —esquive su pregunta.
—Bonnie esta abajo dormida y Catherine fue con Presley hasta el hospital —respondió.
— ¿Catherine?
—La madre de Presley —dijo seco. Note que eso le molestaba, bueno no era su madre, debía sentirse incomodo hablando de ello. Probé cambiar de tema, claro no lo sabía, fue una mala idea.
— ¿Cuánto tiempo… —por alguna razón no pude completar la pregunta.
—Encontramos a Presley hace media hora —me dijo despacio como si la noticia me fuera a afectar, pero la verdad es que hace un rato que me había afectado. —Estoy tratando de que reacciones hace más de diez minutos.
Vulnerable, una voz susurro en mi cabeza.
Baje la mirada hacia mis manos.
— ¿Quieres algo? —me pregunto. — ¿Agua? ¿Un sándwich? ¿Café? —sugirió.
—Café —suspire. —Tal vez eso me calme.
—Al tiro te lo traigo —se levanto de la cama. Me miro y dio unos pasos hacia mí. —Todo estará bien —me sonrió. —Los paramédicos dijeron que la encontraste a tiempo. Saldrá de esto —me tomo por la mejilla y beso mi frente. Se levanto y salió de la habitación.
Mire la puerta del baño, aun abierta, el piso estaba limpio, como si nunca hubiera habido un intento de suicidio allí.
Observe la habitación más detenidamente.
El piso era de alfombra afelpada color beige.
Tenía un balcón con una silla de playa rosa claro acolchada. Una sombrilla y una mesa de mimbre con varios libros de estudio sobre ella.
A unos metros del balcón había un escritorio de madera, con un portátil blanco cerrado sobre él, delante de el, una silla giratoria blanca muy moderna.
El único desorden en toda la habitación era una prenda amarilla a los pies de la silla.
Me levante.
Una prenda amarilla delgada.
Camine hacia ella y la recogí del suelo. La extendí en mis manos.
Era una blusa amarilla.
La misma blusa amarilla que James tenía en el fondo falso de su cajón de armas. Exactamente la misma.