Narra Presley.
—Señorita Henderson—dijo una enfermera.
— ¿Cinco minutos? —le pedí.
—Cinco minutos —reviso su carpeta y yo llame desesperada a James.
—Hola soy James. En estos momentos no puedo contestar, pero si me dejas un mensaje te llamare —corte la llamada.
¿Dónde estará? ¿Tal vez tuvo un accidente?
Suspire. Prometió que vendría.
—Señorita Henderson —llamo de nuevo la enfermera.
—Otro cinco… —me interrumpió.
—Si pide más tiempo perderá la hora —suspire. Me levante y camine hasta ella.
—Vamos.—Presley —dijo el doctor.
—Doctor Hagg —respondí y estreche su mano.
—Acuéstate, por favor —apunto la camilla.
Luego de unos minutos estaba acostada y el esparcía un gel helado sobre mi barriga un poco abultada.
Me estremecí.
—Lo se lo sé, esta helado. Tranquila te acostumbraras —puso el transductor sobre mi barriga y lo movió, mirando la pantalla de un pequeño televisor, buscando alguna clase de vida.
Sonrió.
— ¿Ves eso? —apunto con una luz roja hacia una mancha de color gris.
—Si —respondí.
—Es su cabeza —me dijo y siguió moviendo el aparato hasta encontrar otra mancha.
— ¿Ves eso? —apunto otra vez.
—Si —lo mire y el no respondía. —Dígame que ve —insistí emocionada.
—Aparentemente está sano —busco un poco mas y rio al ver mi cara de desesperación por saber qué pasaba. —No tiene tumores o falta de extremidades. Es una suerte porque tenias un…
—… ¡Ya dígame que es! —grite prácticamente.
Rio.
—Es un niño —apago el televisor.
—Un niño —susurre.
Tendré un niño de James y eso me hacia infinitamente feliz, al igual si hubiera sido una niña. Pero por otro lado.
Mire la silla vacía en la sala.
En esa silla debería estar James sentado sonriéndome. Debería acercárseme y sonreírme. Debería tomar mi mano y prometer cuidarlo. Debería estrechar la mano con el doctor. Debería pedir una copia de la ecografía, como había dicho que haría.
Pero solo estaba la nada en esa silla.
Dicen que cuando lloras por el ojo derecho es de felicidad y cuando lloras por el izquierdo es de tristeza
Yo lloraba por ambos.Narra James.
Abrí los ojos con dificultad, demasiada. Mis labios estaban secos y partidos, al igual que mi lengua. Los síntomas de la deshidratación, aunque mucho más intensos que alguna vez.
Trate de recordar la última vez que estuve así.
Hace dos años. Cuando tenía 16 y a nuestro jeep se le acabo la gasolina a mitad del Sahara.
Pase tres días sin agua y no estaba tan mal como ahora.
Tal vez he estado cinco días aquí.
Mire a mí alrededor. Estaba en el mismo almacén abandonado donde Anne me trajo y ese agente me golpeo hasta dejarme en el suelo inconsciente.
Mis manos estaban esposadas detrás de mi espalda. El sabor de la sangre estaba en mi boca y en el suelo había sangre seca.
Tenía que salir de aquí. Hoy.
Sin previo aviso entro Anne seguida de otro agente con el uniforme militar de la A.S.I.
—Levántate —me ordeno fría. Pero apenas podía mover mi cabeza para mirarla.
—Agua —trate de pedirle en un susurro.
—Levántalo —le ordeno al agente frustrada.
El me levanto bruscamente por los brazos, haciendo que todos los huesos y las articulaciones de mi cuerpo, que no use en días, me dolieran, y empujándome logro que caminara un poco hacia la salida.
—Te tenemos una misión —Anne le hizo un gesto al agente para que le siguiéramos y se puso a caminar con paso rápido y decidido. —Tienes un día para empacar tus cosas.
— ¿A dónde me llevaran? —trate de articular las palabras.
—Eso es confidencial para ti —paro en frente a una puerta. —875 ya sabes que hacer —dicho esto se fue hablando con alguien en su auricular.
—Entra —me dijo el agente.
Entre a una pequeña habitación con un baño, seguramente tenía que asearme.
El agente cerró la puerta.
Sentí como una holeada de adrenalina corría por mis venas y sabia lo que tenía que hacer.
De un fuerte tirón solté su agarre, y antes de que pudiera reaccionar, de un salto pase las esposas por debajo de mis piernas, lo tome por la chaqueta y lo golpe contra la pared mientras le quitaba su arma y lo apuntaba con ella en la frente.
—Solo lo diré una vez —amenace. — ¿A dónde me van a trasladar?
El agente me miro asustado.
—Lo-lo único que sé es que llegaras en avión hasta el aeropuerto de New York y te subirás a otro avión —tartamudeo. Definitivamente tienen que entrenar mejor a los agentes nuevos. Pensé que por lo menos tendría que aplicar un poquito de distorsión.
— ¿Lo único que sabes? —el asintió nervioso. — ¿Dónde estamos?
—En una bodega a las afueras de L.A.
— ¿Dónde hay comida? —exigí. La adrenalina me dio las energías para moverme y lograr quitarle su arma, pero los efectos de esta ya se estaban desvaneciendo, sintiéndome de nuevo cansado y con mucha sed.
El apunto un pequeño mueble.
—Te mueves y disparo —le dije.
Me senté en una silla mirándolo y comencé a comer y a beber de pequeños sorbos.
Unos minutos después ya estando repuesto, aseado y con ropa limpia, lo mire y apunte con el arma. Listo para matarle, pero la imagen de Presley en mi cabeza me hizo bajar el arma inconscientemente. Yo no volvería a ser esta persona, estaba casi seguro que en la A.S.I. había gato encerrado. _____(tn) no tenía un nombre propio solo 405, los únicos nombres que tenía eran identidades falsas para sus misiones. Yo sabía que mis padres me habían puesto James y había heredado de mi padre el apellido Maslow, pero _____(tn) solo era 405.
—No dirás nada de esto a nadie —le dije al agente.
Asintió.
—O te ira muy mal —salí de la habitación y camine por los pasillos, tratando de parecer lo más tranquilo posible, hasta que encontré la salida.
Estábamos a mitad de la carretera en un reciento vacio por excepción del almacén.
Mi auto aun estaba ahí.