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─ ¡Elisabeth!─ Llamó la menor de la pareja. La rubia a su lado se sobresaltó y empezó a mirar a su alrededor con la esperanza de encontrar aquella joven que salía con su amiga. 

Meghan y Maria estaban en el aeropuerto, la noche anterior, en casa de Julie, Meghan suplicó a Maria que la acompañara al aeropuerto, pues la rubia del pelo largo no tenía permiso de conducir y no quería pedírselo a su madre por qué estaba trabajando. 

─ ¡Elisabeth!─ Llamó de nuevo Meg. Y a lo lejos pudo ver como una melena rubio platinado se movía dejando ver el rostro de una hermosa chica, su piel blanca resaltaba sus grandes ojos azules, que brillaban con potente felicidad resaltados por el maquillaje, sus labios finos y ovales se curvaron en una sonrisa. 

Maria estudió con curiosidad como el delgado cuerpo de la chica corría hacia ellas. Era la mujer más alta que había visto en su vida. Julie era alta, pero ella… era lo siguiente. Giró la cabeza a su lado derecho y bajó la mirada a la chica de ojos caramelo que sonreía y saludaba en dirección a la otra rubia, esa chica era bajita y curvilínea, no usaba ni una pizca de maquillaje. Totalmente diferente a la joven que corría en su dirección. 

Meghan avanzó hacia su novia para recibirla entre sus brazos. Las dos mujeres se estrechaban con fuerza, felices de verse al fin. La emoción las hacía temblar y sus corazones iban a mil. Al fin. Al fin podían sentir de nuevo el calor de la otra. Al fin estaban con su otra mitad. Meghan levantó la cabeza y observó a su pareja desde abajo y le regaló una sonrisa inocente, totalmente adorable, y Elisabeth no se pudo resistir, y con una sonrisa se acercó a besar a su chica. Los labios de Meg, aceptaron los suyos sin hesitar. 

Ellas estaban en su nube, en una burbuja donde solo existían ellas dos y el temblor de sus corazones. Pero eso no les duró demasiado y fueron interrumpidas por un carraspeo, demasiado llamativo como para ser natural. Maria se había pasado un rato emitiendo este sonido pero con un volumen más bajo, pues las dos chicas habían empezado a atraer las miradas de la gente a su alrededor. Los carraspeos fueron subiendo de intensidad hasta que finalmente captó la atención de las dos enamoradas y… la de toda la gente que las estaba mirando por qué empezó a ahogarse y  a toser. Meghan rió mientras cogía la mano de su novia y se acercaba su amiga, que tosía frenéticamente con una mano en el pecho. 

─ ¡Ahora no te me mueras!─ Se burló.

─ Idiota.─ Tosió la del pelo corto.

─ Mi vida, ¿Quién es?─ Preguntó la más alta.

─ Oh, ah, Elisabeth ella es Maria, una de mis mejores amigas, Maria ella Elisabeth, pero tu ya lo sabes.─ Las presentó Meg. Cuando Maria dejó de toser miró a su alrededor rápidamente, para comprobar que ya nadie las miraba y volvió la vista a Lisa y le dedicó una sonrisa. La mayor correspondió algo confundida y tímida. 

Maria suspiró.─ Vamos, os llevo a casa.─  Hizo un ademán con el brazo para que la siguieran, Meghan cargó con la mitad del equipaje de Elisabeth y siguieron a Maria. Una vez fuera del edificio del aeropuerto, Maria, quien hasta el momento había avanzado a paso seguro y decidido se detuvo. 

─ Mierda.

─ ¿Que pasa?─ Se preocupó la chica de cabello dorado.

─ No me acuerdo de donde aparqué el coche.─ Murmuró avergonzada.

─ Aii..─ Suspiró Meghan con egocentrismo.─ Suerte que yo sí que me acuerdo. ─ Se llevó una mano al pecho y cerró los ojos, su pose rezumaba chulería. ─ Está… ─ Abrió los ojos y alzó el dedo, buscó con la mirada entre los centenares de coches aparcados mientras sentía como cuatro pares de ojos la observaban esperando que las guiara. ─ Ahí.─ Acabó señalando una dirección aleatoria. Carraspeó y empezó a andar en esa dirección, seguida por las demás, que la miraban con escepticismo. 

🅢🅘🅝 🅣🅘🅣🅤🅛🅞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora