Las horas pasan y quizá, lo que lo está matando, más que el aburrimiento o las heridas, es no saber qué día es. Ace ya no es consciente de si es de día o de noche. Duerme a deshoras, pues es lo único que puede hacer, encadenado y débil. De vez en cuando habla con Jinbei, pero la situación se ha vuelto incómoda desde el último incidente. El joven se siente culpable y no sabe cómo disculparse. Es consciente de que su carácter ha cambiado. Antes, ni estando en sus peores momentos, habría dicho todo lo que dijo el día anterior.
El comandante suspira. Puede que sea porque está desorientado, por las heridas o por el hambre, pero sabe que su comportamiento ha sido inexcusable. Está deprimido, hasta el punto de que cuando la manzana de la discordia aparece, este no le presta ni la más mínima atención. Jinbei, por descontado, le regala una sonrisa.
- ¡Hombre ____! ¿Ya es hora de comer? - Dice jovial-. Oh, ¿qué traes ahí?
La chica simplemente sonríe y se acerca al Gyojin. Lleva un libro enorme, encuadernado en piel y de aspecto antiguo.
- He pensado en traerte un pequeño regalo - comenta feliz.
- ¡Vaya! Te lo agradezco - dice sonriente-. Pero he de advertirte que no tengo las gafas.
- ¿Llevas gafas? - Pregunta la joven, que ha perdido la sonrisa.
- Solo para leer. ¡Ten en cuenta que los libros de aquí son minúsculos!
- Ya veo... - susurra algo apenada, mirando el reloj-. ¿Qué te parece si te leo yo? Tengo tiempo antes de tener que ir a repartir la comida.
- Me encantaría - responde él con una gran sonrisa.
El rostro de la joven se ilumina y se sienta junto al hombre. Intercambian unas cuantas palabras referentes a la historia. De qué género es, quién lo ha escrito, porqué lo ha elegido... Es una conversación amena y cordial, pero Ace sabe que a Jinbei eso le hace más que feliz. Finalmente, la carcelera comienza a leer. Su ritmo es pausado. Su voz, clara y suave. Tiene el libro apoyado en las piernas, cruzadas por primera vez desde que la conoce. Sujeta las cubiertas con cuidado y pasa las hojas con delicadeza. El comandante la observa en ese ciclo hipnótico. Sonríe levemente y, de vez en cuando, se aparta un mechón de pelo y lo coloca detrás de su oreja. Sus movimientos son tan gráciles que casi parecen impropios de una marine.
El joven de veinte años escucha de fondo las palabras recitadas por ____. Capta algo de una niña, que vive a merced de la segunda esposa de su padre y su hermanastra. También algo sobre "pies de loto", cosa que no entiende ni sabe lo que es. Pero no le preocupa, está más centrado en grabar cada uno de sus movimientos en su retina. Su figura recortada por las sombras, que solo le permiten observar la mitad de su rostro, no consiguen arrebatarle ese aspecto maternal que la acompaña a todas partes. Y, finalmente, cuando la muchacha alza la vista con una enorme sonrisa y cierra el libro, el chico consigue salir de su ensoñación.
De esta manera, la joven se despide en un susurro, informándole que en breve les traerá algo de comer. Ace no responde, como es habitual, pero tampoco pone cara de asco al recibir la noticia. Cuando ____ abandona la celda, los ronquidos del gyojin, fuertes y rítmicos, son lo único que queda. Los demás presos están en silencio, algo extraño teniendo en cuenta la cercanía de la hora de la comida. Pero quizá, al igual que Jinbei, ellos también habían caído bajo la agradable voz de la carcelera.
Unos minutos después, el comandante observa el paseo de la joven. Empuja un carro plateado, cargado hasta arriba de platos, cucharas y algún que otro trozo de pan. Atraviesa las rejas con soltura y normalidad, como si no tuviese miedo de los presidiarios. Escucha suaves susurros y alguna que otra risa. Parece que el resto de personas allí dentro le tienen bastante aprecio.
Poco tiempo después, la muchacha hace su última parada frente a ellos. Con delicadeza, entra y despierta al gigante, otorgándole con una gran sonrisa un buen plato de lo que parece ser estofado. Este lo recibe de buena gana y no tarda mucho en ponerse a comer. Mientras tanto, ____ se acerca a él, se sienta en frente y extiende el brazo con la cuchara en la mano. Ace la mira a los ojos: están llenos de convicción y firmeza. Esto le causa repulsa y, automáticamente, aparta la cabeza. Sin embargo, algo llama su atención. Es un movimiento leve, casi imperceptible, pero nota como sus hombros han descendido.
Algo dentro de él lo impulsa a mirarla de nuevo y se revuelve al ver tristeza en sus ojos. Lo está intentando, lo sabe. Sabe que se está esforzando y, por primera vez, siente que no es por motivos ocultos. De alguna forma, sabe que ese sentimiento que está procesando la muchacha es verídico.
Sintiéndose culpable, gira la cabeza y mira la cuchara, humeante y rezumante de un exquisito olor. Finalmente, tras unos segundos pensando, abre la boca, permitiendo ser alimentado.
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Tras las rejas (Ace y tú)
FanfictionTerquedad, pasión y heridas. El prisionero número uno y su carcelera. Una historia de sueños y engaños.