Las sesiones de lectura pronto se hicieron frecuentes. Tanto que en apenas unos días, ___ ya había alcanzado la mitad de aquel gigantesco libro. Ace, de alguna forma, había conseguido entender a grandes rasgos de qué iba la historia. Básicamente, trataba de una niña maltratada que debía cumplir todos y cada uno de los caprichos de su familia política. También aparece un pez dorado gigante del que termina haciéndose amiga. Pero lo cierto es que ese extravagante detalle es lo que menos le interesa al comandante. Él siempre está más pendiente de lo majestuosa que se ve la muchacha mientras lee. Le sorprende ese aura que la rodea, que de alguna manera le permite ser querida incluso en su posición, en un lugar tan infame.
Así, con el paso del tiempo, podría decirse que el recelo que el joven le tiene la chica ha ido menguando. Quizá el hecho de que ha empezado a comer tiene algo que ver con ese cambio de actitud. ¡Hasta Jinbei le ha dicho que su humor ha mejorado! Pero, ante esto, no sabe muy como se siente. ¿Está bien que baje la guardia en un lugar así? No lo tiene muy claro. Pero lo que sí tiene claro, es que está destinado a morir pronto y, ¿merece la pena pasar así de amargado los pocos días que le quedan?
Con esas cuestiones en mente, el chico no presta atención cuando la carcelera atraviesa la reja con platos humeantes en las manos. Jinbei, encantado, devora ávidamente el gigantesco plato de pescado ahumado que le ha traído la muchacha. Sin embargo, Ace no está especialmente contento con el menú del día. Por lo que come despacio y sin mucha gana. No obstante, ____ no le mete prisa, como habría hecho cualquier otro. Espera pacientemente a que mastique y trague. Parece dispuesta a que el chico se lo termine todo, tal y como lo haría una madre.
El comandante la mira mientras deja que la comida se le haga bola dentro de la boca. Su mirada se ha suavizado, aunque su postura no. Sigue rígida y firme, lo que no impide que sus movimientos sean suaves y gráciles. Es una combinación bastante extraña. El tiempo pasa y, cuando la carcelera consigue que el joven termine el plato, los ronquidos de gyojin resuenan entre las altas paredes de la celda. Con su tarea finalizada, la chica se levanta y, una vez todo recogido, se dispone a abandonar el lugar. No obstante...
- ¿Qué son los pies de loto?
Una voz que no había escuchado antes, hace que ____ se detenga. La muchacha se gira y se encuentra con la mirada del joven de cabello azabache. No sabe muy bien cómo reaccionar, provocando un silencio de unos cuantos segundos. El comandante la observa atentamente, ve la sorpresa en sus ojos. Ni él mismo comprende muy bien por qué le ha preguntado. Puede que los días y horas escuchando sobre el tema en aquella historia tan pintoresca que la chica le narra a Jinbei, hayan conseguido suscitarle algo de curiosidad. Finalmente la chica, termina por sonreír.
- Es una antigua costumbre de ciertas islas del East Blue. Consistía en vendarle los pies a las niñas para que no crecieran, pues pensaban que los pies pequeños eran más hermosos.
En ese instante, el den den mushi que la chica lleva en el bolsillo empieza a sonar. Así que la muchacha, sin más tardar, se despide cordialmente y desaparece por el pasillo. Pero Ace no dice nada, se ha quedado petrificado ante la escena. Esa sonrisa cálida y sincera seguramente se quedará grabada mucho tiempo en sus retinas, así como, en sus oídos, el suave y dulce tono que utilizó para explicarle aquel horrible acto.
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Tras las rejas (Ace y tú)
FanfictionTerquedad, pasión y heridas. El prisionero número uno y su carcelera. Una historia de sueños y engaños.