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Mis ojos cristalizados no me dejaban verlo con claridad, pero sabía que era aquello, aquello que tanto había estado buscando en mis recuerdos y jamás había encontrado en persona.

Me acerqué a aquella litera en la que antiguamente pasaba mis noches, y muchas de esas noches junto al pelinegro, sin necesidad de haber echo nada, solo ambos acostados juntos, mi cabeza en su pecho escuchando sus latidos; en aquel tiempo jamás me imaginé que esos latidos iban a cesar.

La celda se encontraba tal y como la habíamos dejado, a excepción de que en la litera había un gran bolso, era de apariencia vieja y estaba sucio, pero dentro tenía las cosas que más apreciaba él.

-Esas son las cosas que quedaron, las demás se quemaron con su cuerpo.- Explicó y mi estomago dió un vuelco.

La frase "Quemaron con su cuerpo" retumbó en mi cabeza y mi corazón se estrujó de solo imaginarlo, ni siquiera pude estar allí.

En mi imaginación vino una imagen de todos bailando alrededor de su cuerpo quemándose y volviéndose cenizas, y ahora más que nunca las ganas de golpear a Ian vinieron a mi.

Pero simplemente asentí.

Abrí la bolsa y caí de rodillas al suelo frente a aquello, miles de recuerdos vinieron a mi mente, saqué de allí unos guantes, guantes de boxeo, esos que usaba todas las mañanas, y miré hacia la bolsa de boxeo que yacía allí en donde siempre y un pequeño recuerdo vino a mi mente.

Flashback:

Me levanté por el frío que sentía en la litera, frío que era causa de que Minho se haya ido de mi lado.

Iba a levantarme pero una imagen frente a mis ojos me lo impidió, maldita sea ¿Como podía lucir tan jodidamente sexy con solo golpear una bolsa?

La forma en que sus pies se movían al compás de sus brazos, su cabello flameante a cada golpe, su torso desnudo y la forma en que sus músculos se tensaban, su respiración agitada y gotas de sudor cayendo por su frente.

- ¿Te gusta lo que vez, niño?- Preguntó, sorprendiéndome haciendo que salte de la cama golpeando mi cabeza.

- ¡Auch!- Grité.

Él se rió, una risa simplemente perfecta, ante mis oídos lo era.

- ¡En lugar de reírte ven y ayúdame! ¡Creo que tengo un agujero en la cabeza! ¡Se me va a salir el cerebro!- Dije preocupado a lo que él volvió a reír.

- A ver déjame ver, niño.- Se acercó a mi sentándose a mi lado e inspeccionó mi cabeza delicadamente.- No, tranquilo, no se te saldrá el cerebro, está bien guardado en su lugar.- Afirmó sarcástico.

- Bueno! Es tu culpa por ser tan sexy y desconcentrarme.- Dije haciendo un puchero con mis labios.

- ¿Mi culpa? Tu eres el que me miraba como a un trozo de carne, niño acosador.

- Pero- Pensé mis palabras.- Esta bien, esta vez ganas tú.- Dije cruzándome de brazos.

El me sonrió.- Joder, niño, no te enojes.- Se acercó a mi y tomando mi mentón, subió mi cara hasta estar a centímetros de la suya, y segundos después sus labios chocaron con los míos en un dulce y tierno beso.

Mis brazos ya no estaban cruzados, sino alrededor de su cuello y sus manos se encontraban en mi cintura.

Cuando nos separamos por falta de aire hablé.- Te amo, Minho.

El me miró, nervioso, sabía que él jamás me lo diría, pero con acciones me lo demostraba día a día.

- Está bien, no tienes que decirlo.- Le sonreí.

Prófugos -Minsung-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora