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"Niño", esa simple palabra logró remover mi mundo completamente, las barreras que había construido alrededor de mi corazón se rompieron y se volvieron cenizas como si jamás existieron, aquel vacío que sentía dentro de mi fue llenado, fue como si me volviera el alma al cuerpo, porque es así, como un susto, cuando usamos la oración "se me fue el alma del cuerpo" es porque por unos segundos así fue, en mi caso por siete años, se me fue el alma del cuerpo, pero ahora volvió, de golpe, sin ningún aviso previo que preparara mi cuerpo, volvió, llenándome, haciéndome pensar que era un sueño, pero el sentimiento era tan verdadero que no lo era. Me había vuelto el alma al cuerpo, y ahora por primera vez luego de tantos años, estaba vivo.

Mi cerebro aún no conectaba con mi cuerpo, siquiera con mis ojos, porque estos se mantenían en aquella puerta que acababa de abrirse, en aquella persona que acababa de aparecer, aquella persona que me devolvió el alma al cuerpo, aquella que me reparó, que rompió a golpes mi barrera, que cuidó, y protegió mi alma y ahora me la devuelve como nueva. Esa persona, con sus ojos cafés llenos de brillo, con su cabello pelinegro ahora rapado a los costados, pero otra vez ya algo crecido, con esos perfectos labios y su cara con facciones marcadas. Porque con solo verlo pude ver lo perfecto que era, porque podía recordarlo todos estos años al ver las estrellas, pero esto era diferente, completamente diferente, estaba frente a mi, no sabía como, porque o cuando, pero estaba aquí y eso era lo que más me importaba en estos momentos.

Quería correr, quería abrazarlo, besarlo, y no separarme jamás de él, pero tenía miedo, habían vuelto todos mis sentimientos y este en especial incrementado. Tenía miedo, miedo a correr y al abrazarlo se desvanezca y despertarme en mi cama, darme cuenta que todo fue un sueño, desde el momento en que recibí la carta de que podía ir a buscar sus cosas, y eso era lo que más me atemorizaba en todo el mundo.

El tiempo volvió a correr y no despegaba aún mi mirada de él, pero seguía sin poder moverme, simplemente estaba estático sentado en el sillón mirándolo como un idiota.

Porque quien estaba frente a mi era el amor de toda mi vida, mi alma, y tenía solo un nombre, y ese nombre era Lee Minho, mi asesino, y mi salvador.

A mi lado un peso salió del sillón, era Changbin, respiraba agitadamente y estaba parado mirándolo a lo lejos, tal vez también convenciéndose de si era real o no, pero el, con su valentía lo intentó, corrió hasta llegar a el y frenó justo en frente, mirándolo a los ojos, asegurándose de que era el, y simplemente con su corazón latiendo a mil por segundo abrió sus brazos y lo abrazó, fuerte, sin querer soltarlo, aferrándose a él como si fuera su más precisado tesoro, lo abrazó asegurándose de que no se desvaneciera en sus brazos, y así fue, no se desvaneció, siguió allí. Aquel abrazo solo podía reflejar la amistad más pura que jamás se haya visto, lágrimas salían de los ojos del más bajo y no lo soltó, simplemente no podía.

Al cabo de unos minutos se separaron y se miraron fijamente, fue un abrazo lo que los separó y fue un abrazo el que los reunió otra vez.

-La zanahoria ya te volvió todo un sensible, enano.- Su voz, gruesa pero no tanto, dulce pero al mismo tiempo amarga, perfecta para mis oídos, que ansiaban escucharla una vez más.

Changbin rió melancólicamente con lágrimas aún en sus ojos.- T-Tu...moriste, yo...yo te maté, Minho.- Comenzó hablando sin poder hacerlo y Minho puso una mano en su hombro.

-No. No morí y tú no me mataste, estoy aquí, y debo explicarles muchas cosas, a todos.- Explicó y el más bajo asintió.

De pronto Felix a mi lado también se levantó y fue lenta y dudosamente hasta Minho, sus manos temblaban a los costados de su cuerpo cuando llegó frente a frente y las lágrimas ya salían como para llenar mares en sus ojos, mientras ambas manos estaban en su boca sin poder creerlo, extendió una mano y tocó el hombro de él pelinegro, y otra vez, no se desvaneció.

Prófugos -Minsung-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora