¿Eterno apego digital?

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Han pasado varias semanas desde que decidí ponerle un punto final, a la página del capítulo en el libro que estamos escribiendo. Es probable que con estas líneas denote la necesidad de ponerle tantas capas, (que no son filtros) a lo que estábamos construyendo. Me voy a sincerar con ustedes lectores, porque me han acompañado en mis textos llenos de historias que a menudo preguntan si son o no, fantasía o realidad.

Lo que puedo contestar con exceso de verdad, es que sean ciertas o no, cada puntuación emerge de mi mente producto de la suma de momentos y experiencias. Algunas vividas a plena luz del día, y otras construidas con retazos emocionales hasta armar un rompecabezas.

Poco antes de conocer a Hess no me consideraba una fanática del zodiaco, y no quiero decir que ahora lo sea, pero por alguna extraña razón su manifiesto en mi vida se ha intensificado. Por ejemplo: gracias a las lecturas ocasionales que hago a lo que le depara a acuario, he descubierto que soy calificada como una persona tan creativa, razón por la que con facilidad puedo imaginar todo un escenario con más de 10 actos, a una experiencia de mi vida.

Quiero acreditar a esto como la razón por la que fácilmente puedo crear sueños (en ocasiones metafóricos), sobre mi propia vida y cuando me gusta alguien, no puedo evitar caer en esta condición, que ¡ojo!, no sucede con todos, aunque tampoco es una revelación.

Mi presente me tiene alejada de él porque además de los miles de kilómetros que nos separan, nuestros idiomas que no dominamos, las ganas por hacer millones de cosas para demostrarnos a nosotros mismos hasta donde podemos ir, nos han hecho tomar caminos que van en diferentes direcciones.

Apenas hace un mes estuve muy cerca de él. Cuando en Nueva York el idioma, el olor de la ciudad y hasta el restaurante Chipotle cerca de mi hotel, pronunciaban su nombre. Nunca me había sentido tan tentada a llamar a alguien, al diablo los antojos de postres o el libido que despierta quien te ha atraído por años.

Esto realmente fue una tentación, ante la que no sucumbí. Por respeto a él, pero sobre todo a mí. Sin embargo eso no me exime de sentirme un tanto culpable por no decidir a tiempo que debí escribir, aunque fuera para saludar.

Caminé kilómetros en el helado concreto de la Gran Manzana, me detuve a propósito en la mitad de Times Square, cerca de la entrada al teatro que él había visitado semanas antes, cuando hablábamos. Y desde donde estoy segura que me llamó, solo para avisarme que estaba camino a su hotel, con unas copas de más, intentando sin pena hablarme en español. Ojalá ese ser desinhibido que escuché al teléfono aquélla tarde, se manifieste en los próximos días.

No pude evitar dejar caer algunas lágrimas sobre mis mejillas. Tengo cierto rencor con la vida por hacerme cruzar con personas que tienen que irse cuando menos deseo que lo hagan. En los últimos 3 años de mi vida solo me he interesado física y emocionalmente por dos hombres que terminan dejándome porque simplemente "no pueden lidiar con la complejidad que es estar conmigo", eso dijo el primero, mientras que el último fue más honesto: "por lo que sé que quiero en mi vida ahora mismo, necesito detener esto, porque no puedo involucrarme con nadie, el tiempo no está con nosotros, al menos no ahora".

Eso nos regresa al momento que expliqué en el texto anterior, donde antes de ir a dormir ya se me habían arrebatado las ganas y las fuerzas de abrazar, porque sería como un sueño más. De esos que al despertar son difíciles de recordar.

Desearía que no te hubieras sentido con la necesidad de expresar esas palabras a la mitad de mi viaje, en el que estaba haciendo todo por no repetir mis errores del pasado, viaje en el que solo lograste intrigarte más con mi cultura y con mi idioma, pues sé bien lo que sucederá el próximo verano. Te mudarás a un lugar donde puedas practicar tus constantes esfuerzos por hablar español, nunca entenderé con qué finalidad; pero sueño con que el día que lo consigas en su totalidad, te acerques aunque sea solo para saludar.

El amor en tiempos digitalesWhere stories live. Discover now