Pablo Primera Parte

440 28 6
                                    


De un tiempo para acá, he venido cuestionando: ¿desde cuando la tecnología, se instaló como participante medular, en la interacción de una futura pareja? 

Y no solo eso, ¿desde cuando lo ha hecho en cualquier relación humana?, da igual si se trata de amigos, hermanos, conocidos o cualquier familiar. Todos hemos sido testigos de esta participación involuntaria. 

Lo estuve pensando el día que enloquecí mirando por horas, el mensaje discreto que para nada pasa desapercibido: "en línea". ¿No es este acaso, la simpleza entre lo interesante y lo absurdo, que puede llegar a enloquecer a cualquiera? 

Si están peleados: ¿a quién le escribe?

Si es latente: ¿porqué escribe y no me contesta? 

Si aparece y se congela: ¿tiene señal, funcionará su celular? 

Si nunca entra a revisar: ¿con quién está? 

Hemos hecho de la intención por facilitar y agilizar nuestra comunicación, en un cruel aliado que fácilmente puede dar la vuelta hasta convertirse en enemigo. 

También el otro día fue cuando pensé en Pablo. Él es y será el único de mis personajes al que no pretendo cambiarle el nombre. No me interesa, no le debo nada y por como actúo, él a mí tampoco. Sé que con anterioridad lo he mencionado vagamente, y también sé que he prometido hablar a detalle de él. 

Creo que hoy que es un día carente de significado, podemos darle un valor agregado, convirtiéndolo en el "Día que volví a escribir de Pablo". 

Nuestro primer acercamiento fue por temas de trabajo. Si bien no estábamos en la misma compañía, nuestras labores nos exigían tener comunicación. Durante mi tiempo trabajando en aquella editorial, nunca lo conocí en persona. Pese a que asistí a un sinfín de juntas, él jamás llegó a alguna. Eso sí... cada 14 o 16 del mes, se hacía presente con una lista de ajustes que había que hacer en su sección, para el próximo número a publicarse. 

Pablo coordinaba los mapas de la revista, esos donde se le indicaba al lector (y al pasajero), qué rutas se habían añadido al catálogo, cuáles habían salido, qué modelo de avión operaba dicha ruta, y qué vuelos eran tan solo de conexión. Todos los meses está información cambiaba notablemente. Todos los meses eran idas y venidas haciendo ajustes y correcciones casi... de último minuto. 

Aunque nunca nos conocimos físicamente, Pablo siempre llamó mi atención. Su voz era grave, lo suficiente como para hacerme pensar que tenía más de 36 años, y que muy probablemente estaba casado. 

Los meses transitaron a su ritmo, mientras que la vida colocaba personas frente a nosotros. Ahora sé que cuando Pablo tenía mi atención, también tenía otra cosa: una novia. Y como yo no veía por donde existiría la menor posibilidad de coincidir, pues yo también decidí... tener novio. 

A diferencia de la pareja de Pablo, mi novio tenía casi el doble de mi edad. Yo de 23 años salí con un hombre sumamente respetuoso e inteligente que rebasaba los 30's. 

Fui feliz la mayor parte del tiempo. Pero mi presente me obligaba a andar en dirección contraria. Él, como alguien de su edad buscaba un compromiso mayor de mi parte. Lo entiendo, siempre lo entenderé. Nunca se casó y conmigo lo pensó. Nunca tuvo hijos y conmigo los imagino. Nunca vivió con nadie y a mí... a mi me lo ofreció. Sin embargo ese momento me llegó cuando yo solo necesitaba conocerme, interactuar conmigo, aprender a saber y reconocer cuales eran mis necesidades y mis límites. 

Tuve que dejarlo pero unas semanas antes de hacerlo, pasados más de 3 meses desde mi última conversación con Pablo, (debido a que dejé de trabajar en la oficina donde estaba). Me envío un email. Hasta el día de hoy, sé que nunca sabré ¿por qué un mail?, ¿por qué no me llamó o me escribió por whatsapp? , desde ahí debí prever que algo andaba mal. 

Pensando que había sido una confusión, abrí el correo en los pocos minutos que Huatulco me ofrecía con señal en el móvil. Estaba frente a una de las playas más bonitas de México (a mi parecer), y recuerdo que leí algo así: 

"Estimada Paloma, espero te encuentres bien. Te escribo porque no he sabido de ti en meses, supongo que como a mí, te han cambiado de área y ya no coordinas estos temas. Las cosas iban bien pero ahora te escribo para avisarte que el equipo deberá ponerse en contacto con otra persona, para revisar estas páginas. Aprovecho para saludarte, agradecerte y preguntarte: ¿en qué andas?, saludos Pablo A."

Y llamaron a la puerta de mi habitación, tenía que tomar el siguiente tour de cuatrimotos, pues estaba en el destino por motivos de trabajo. Tenía que reseñar todo a mi paso, tomar fotografías, videos y experimentar como un local. No pude contestar, pero ese mismo día más tarde le conté a mi novio, que este chico me había escrito. Y claro, como era de esperarse de alguien que tiene notable experiencia, los celos se hicieron notar, por su ausencia. Además queridos lectores, les prometo que en ese entonces yo... yo no sabía lo que estaba a punto de cambiar. Tardé un día en responder este correo y abrir la conversación, con alguien que no tardó ni una semana a esperar que yo regresara a la ciudad, para coordinar una ida al café, que por una "supuesta junta", terminó convirtiéndose en comida, frente a su oficina. 

Insisto en que nunca lo había conocido en persona, porque es real. Les prometo que jamás lo había visto ni siquiera en whatsapp. Nunca pensé en buscarlo para coquetear, nuestra relación era 100% laboral. Sin embargo el día que acordamos vernos para comer, todo a través de iMessage (¿?), caminó hacía mí y como quien me ha saludado antes, me encontró rápidamente. No tuve tiempo de reaccionar, era (es), bastante guapo. Nunca nadie de ese "calibre", había caminado junto a mí. NUNCA. me repetía mientras cruzábamos la avenida Reforma. 

Llegamos al restaurante, nos sentamos y de inmediato se percató de que a nuestro alrededor, había varios colegas. Yo no estaba nerviosa, nadie me conocía y los que sí, ya sabían que iríamos a comer. Uno de mis amigos cercanos, que nos conoce a ambos me dijo: no lo conozco a profundidad, pero sé como es con las chicas de la oficina, coqueto todo el tiempo. ¿Y saben?, la poca razón que aún conservaba, me impedía perder el piso y dejar de recordar estas últimas palabras. Claro que debe tener algo, pensaba. Desde entonces desconfío de todo hombre atractivo que está soltero, quiero decir: ¿por qué?, algo debe tener. Algún issue, un trauma, carácter, personalidad, apegos, miedos, no lo sé, pero algo definitivamente es. 

Y me senté, nada hizo que me sintiera incómoda. La conversación fluyó. Platicamos de textos, palabras, autores, arte, aviones, aeronáutica, viajes, el extranjero, idiomas, metas, objetivos, trabajo, vida, amores del pasado. Y así... él ignoró un par de juntas que tenía agendadas, faltó frente a mis ojos y pidió más café a la mesera porque deseaba quedarse ahí, frente a mí. 

Pasadas las horas y ausente el cinismo, caminamos de vuelta a su oficina dispuestos a despedirnos. Confieso que ignoré un par de mensajes de mi pareja, y para este momento yo había confirmado que Pablo... Pablo ya no tenía novia. 

Mientras esperábamos mi uber, Pablo pronunció el primer reto a su galantería: ¿Qué coche es?, -No sé, respondí. Déjame revisar. -No, no lo hagas, déjame adivinar. Pero si adivino vamos por un café mañana y sino adivino, vamos al cine la próxima semana. 

¿Qué creen que fue lo que pasó? 



El amor en tiempos digitalesWhere stories live. Discover now