Pablo Segunda Parte

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Notas del autor: Me sometí a un ejercicio de purificación. Abrí y leí hasta donde me fue posible, la copia del chat que teníamos cuando salíamos. 

Nota importante: caí en cuenta de que nos conocimos un 22 de febrero del 2018, misma semana dos años después cuando me decidí a re escribir de él. ¿Coincidencia? 

Y erró. Se equivocó eligiendo el auto que creía era mi uber, y al parecer yo también erré, dejándome llevar rápidamente por la máscara con vista a la calle, quiero decir: con su cara, su físico y todo lo que hacia el exterior, él representaba. 

Todo esto pasó un jueves, mismo día en el que no pude dejar de pensarlo. Mismo día en el que tuve que solucionar mi "problema". Me siento fatal llamándolo así, no se lo merece. Nada de lo que a continuación escribo, tuvo el objetivo de lastimarlo. Para la noche yo ya había evaluado la situación en la que me encontraba: Pablo me gustaba, ante mis ojos era un rotundo sí. Pero... yo tenía novio. Uno con el que viaje al corazón del caribe, exactamente a Punta Cana. Uno que se desveló conmigo ayudándome a preparar mi futuro, pilar fundamental de mi negocio, las 2 décadas de diferencia entre ambos, bastaron para contagiarme su conocimiento y a menudo aprender de él. También estuvo a mi lado cuando mi madre gritaba, cuando tuve que avisarle que me habían despedido del trabajo en el que lo conocí, cuando ella no entendía porque simplemente Paloma no podía encajar. En una oficina, en un horario de 9 a 6, en una subordinación continua. 

En el tiempo que la vida nos permitió compartir, vivimos muchas aventuras. Pocas peleas porque tenía para mí, muchísima paciencia. Mi subconsciente siempre supo que no seríamos eternos, quizá por eso ahora para mí es obviamente más fácil negarme a una relación. Antes me auto nombraba indecisa, chica que no sabe qué es lo que quiere. Pero hay algo que nunca compartí: Yo viví muchas cosas en etapas de la vida marcadas por otro tipo de vivencias. 

Adquirí la responsabilidad de un empleo apenas con 17 años, maduré emocionalmente tras el divorcio de mis padres y ahí apenas tenía 8, la misma edad cuando le dije a mi padre que no lloraría mientras se iba; porque él no había tenido tiempo de pensar en mí mientras destruía a mi familia. Pero eso sí: Jamás he sido capaz de cuestionarlo, de acusarlo o de señalarlo, sin embargo reconozco que todas sus ausencias las he buscado en mis parejas. Por eso con frecuencia pienso que soy una carga emocional pesada... Por eso entiendo cuando se van, como mi papá. Por eso comprendo que todo sea complicado, que cueste trabajo en llegar. Porque alcanzar la felicidad es la búsqueda intermitente que hasta el día de hoy, aún veo a mi madre buscar. 

No lo acepta, es de pocas pero sólidas palabras. Así crecí. Aunque también hubo un millar de emociones y recuerdos positivos como mi primer viaje a Disneyland, o las vacaciones de verano en la casa con piscina a una hora de la ciudad. Hubo magia por ejemplo, cuando mi abuelo me enseño a andar en bicicleta y me estrellé en el carro del vecino, a quien no le dijimos nada pero quien lo supo todo, cuando me ayudó a levantarme del suelo a unos metros de donde estaba estacionado su automóvil.

Aprendí a hablar hasta los 4 años. Antes de eso todo eran imitaciones de sonidos e intentos fallidos de pronunciación. Por eso ahora me parece lógico que tenga tanta hambre de expresarme. Y todo esto que ahora escribo, lo platicamos Pablo y yo en una de nuestras primeras citas. También llevamos nuestras mentes al pueblo de donde soy originaria, uno pequeño al sur de la ciudad. Se emocionó con algunas de las tradiciones que le platiqué y también me hizo creer que quería ir a visitarlo, para así conocer a mis abuelos y el entorno en el que crecí. Todo era parte de una avalancha de mentiras, de sueños fingidos, de ideas donde el compromiso era el protagonista ausente. 

Lo que comenzó como algo inundado de atracción, empezó a profundizar en mi mente con el paso de los días. Encontraba en su interior una mentalidad fuera de lo normal, veía en cada una de sus anécdotas una rechazo familiar no expresado con facilidad. Es un hombre con inseguridades, pero con un status social que fácilmente podía disfrazar. Chico egresado de importantes colegios, con maestrías alrededor del mundo, en su vida había vivido en el extranjero, Asia y Alemania como pilar de sus estancias. 

Trilingüe y estudiante de aviación. Pablo me llevó a rincones que nunca imagine visitar. ¿Entre nuestros planes?, Hawai, isla apartada de casi todo, donde la cultura radica en la esencia de sus personas y su estilo de vida. Todo eso me hacía ilusión, recorrer la isla en un convertible antiguo era parte de un plan que rápidamente trazamos. 

Creó una empatía genuina a mi trabajo. Les puedo decir que es fácil para él recordarme escribiendo, pues siempre escribía para él. Quería que comprendiera lo importante que me resulta esta actividad, pero sobre todo: Yo quería escribir para él, y convertir en papel todo eso que se le complicaba decir de frente, prácticamente yo quería facilitar su vida, por eso empecé a moldearme a sus gustos y necesidades. 

Una noche fuimos a un bar de jazz, yo le presenté ese y otros lugares. Frecuentemente cuando lo abrazaba me preguntaba: ¿por qué le tomó tantos años al destino, cruzar nuestros caminos?, me sentía literalmente afortunada de que alguien tan "perfecto", se hubiera fijado en mí. 

Yo era la agradecida, así viví mis meses con él. 

Pablo sabía el efecto que las palabras tenían en mí. Por eso creó un correo electrónico donde solía dejar notas, recuerdos y citas. Todo estaba ahí, todo nos los decíamos en un calendario sin fin (aparentemente). Pocos mensajes por whatsapp y aún así nunca cuestioné algo. Ni siquiera relucía la duda repentinamente. 

Un día nuestro calendario indicó que teníamos que abordar un avión con destino a Cancún, aunque el destino final fue Tulum, mi lugar favorito en México. Donde he tejido historias casi infinitas y el mar se impregna de mi ilusión. Aún tengo una fotografía donde nos vemos felices, sanos, donde yo estoy completamente segura de que es aquí donde me quiero quedar. 

Reservamos un hotel a la mitad del camino, lo que sugería que para ir a cualquier lugar había que manejar al menos una hora. El inmueble que se convirtió en nuestro hogar por poco más de un fin de semana, fue testigo de nuestro primer efecto pasional de amor. Pasados 3 meses nada que tuviera una connotación sexual había pasado entre nosotros; por eso estaba completamente segura de que nos habíamos enamorado de la esencia, ¡finalmente lo había logrado!, que alguien me conociera, me aceptara y se quedara. 

Apenas abrimos la puerta de la habitación y el tiempo no fue suficiente para instalarnos cuando ya estábamos en la cama. Pablo no me hizo el amor, me cogió. Y eso aún me destruye. 

Cuando todo acabo se levantó, caminó al baño, se alistó y sin tener la mínima intención de esperarme solo gritó: "te veo en la alberca", y la puerta replicó. 

Comencé a llorar desconsolada. ¿Estábamos de viaje solo porque creyó que sería la única forma en la que lograría estar dentro de mí?, ¿realmente quería estar ahí, o era parte de su plan?, ¿no le había gustado lo que recién había pasado?, ¿porque no logré conectar con él?, ¿en que momento me perdí?. 

De todo el mundo en el universo decidí llamar a mi roomie de aquél momento. Le conté lo que recién describo y entre mi llanto -casi incontrolable- logró tranquilizarme. Pal: Es normal que esas cosas pasen, repetía. Es súper difícil congeniar a la primera, date tiempo, date espacio. Permítete sentir pero no te culpes, lo que hiciste no estuvo mal. 

Pablo ya no me va a querer después de esto, me dije frente al espejo mientras ocultaba las ojeras y me preocupaba más porque no percatara mis ojos hinchados. 

Tomé un libro y baje a la alberca. 

El amor en tiempos digitalesWhere stories live. Discover now