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─Alastor... D-detente. Por favor.. ─pero el mencionado ignoró las súplicas del chico, continuando con los azotes que resonaban con fuerza en toda la habitación.

Azotes que eran repartidos desde la entre pierna del chico, pasando por el torso y muy cerca de sus zonas sensibles. El mayor disfrutaba de los sonidos mórbidos que ocasionaba aquel objeto sexual, podría decirse que estaba adorando ver las caras destruídas del dolor en el pequeño. En cada azote, Angel arqueaba toda su compostura mientras que su blanquecina piel se coloreaba poco a poco a un tono carmesí fuerte, sentía que de alguna manera a pesar de tanta agresión física esto le gustaba, le excitaba, le provocaba. ¿Tan enfermo estaba? sabía que si alguien más le hiciera esto realmente no sentiría ninguna clase de emoción en específico.

Pero Alastor no era un "alguien más".

Y ese día fue que logró comprobarlo en carne y hueso, comprobar la malicia que se apoderaba en el peli-rojo, que en cada golpe liberaba una corriente llena de furia y rabia contenida que lo hacía actuar de aquella manera, lo veía cuando se cruzaba con los ojos ardientes del chico. Ojos que lucían con un color y sobre todo un destello más potente de lo usual.

Golpe tras golpe, era como un juego en donde el villano lo tenía entre sus garras y se dedicaba a desgastar su vida para hacerlo sufrir, y luego de ello, recibir su recompensa. Garras de las que le era imposible escapar.

Y de la manera en la que se encontraba, muchísimo menos lo intentaría. De que podía podía, pero su vida se hallaba en 3/10, y no prentendería hacer aquella pendejada, porque eso era.

Se aferró a lo primero que tenía a su disposición: la sábanas de la cama. Era lo único a lo que podría transfirirle la cantidad extravagentemente excesiva de sentimientos retraidos en esos momentos.

─¡Alastor! ─gritó con el poco oxígeno de sus pulmones, y lo que su cuerpo le permitió.

Más bien aquello no fue un grito, sino como un jadeo fuerte. El mencionado se detuvo, después de un tiempo. Tiempo que parecieron jodidas horas para Angel.

Después de esto no podría sentarse debidamente por mucho.

El locutor caminó hasta su mesa de noche, sacando el lubricante de ella y un objeto muy extraño, parecía ser largo y brillante, en la punta del mismo brillaba y por el falo tenía una serie de curvas que a penas lograban distinguirse. En la otra punta tenía una argolla pequeña.

Caminó con lentitud hasta el chico adolorido, que intentaba relajar sus músculos tensos por el dolor con leves caricias sobre su suave piel maltratada.

─Acuéstate ─habló, por primera vez después de todo lo sucedido.

─Ya no más, por favor.

─No lo repetiré.

Angel suspiró, rodando sus ojos rosados gruñendo por lo bajo. Acatando lo dicho.

─No sabes cuanto te odio, imbécil ─el chico de melena rojiza soltó una carcajada poco audible, posicionándose en medio de las piernas del menor.

Se sentó en su regazo solamente para aprisionarlo contra la cabecera de la cama y amarrar sus muñecas en ella, escuchó muchos quejidos de disgusto ante aquello, pero los ignoró. Se vendría lo mejor de todo esto, y Angel no lo sabía. Cosa que lo hacía aún mejor, para Alastor.

─Muy bien, ya quedó. Te explicaré para que no te asustes, este hermoso aparato te ayudará a estimular tu uretra, y pues... a sufrir, no te preocupes, prometo que cuando me digas que ya no lo toleras más, lo sacaré ─acabó la frase, cruzando los dedos de una de sus manos que estaba detrás de su espalda. El contrario suspiró aliviado por las supuestas palabras del mayor.

𝙐 𝙢𝙖𝙠𝙚 𝙢𝙚 𝙛𝙚𝙚𝙡 𝙝𝙤𝙩 | 𝘙𝘢𝘥𝘪𝘰𝘋𝘶𝘴𝘵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora