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Era tarde. Los colores cálidos mezclándose con los fríos grises de las rústicas edificaciones parecían indicárselo con ímpetu, como si él no fuera lo suficientemente consciente de aquel aspecto. Tomando una respiración audible, reacomodó su deshilachado saco de lana, que se había levantado en medio de la carrera, y, de nueva cuenta, aceleró sus pasos. Era tarde y eso sólo podía significar que el lugar de su destino estaría próximo a abrir.
¿Qué sería de él si no conseguía llegar a tiempo? No tuvo ni el tiempo suficiente de dar respuesta a aquel cuestionamiento pues, al instante, sintió un sabor amargo en su paladar. Negó, pese a que nadie le acompañaba ni prestaba atención a sus acciones. La simple conjetura de no llegar a tiempo era inadmisible. Había sacrificado sus días de campo, se había empeñado en adelantar diversas tareas en la casa y hasta había sacado las dos últimas monedas de oro que le quedaban; todo para que, al fin, su ama le permitiera el ir a aquel lugar. De tal manera que no podía ser posible que, ahora, estuviera a poco de ser dejado afuera. No, aquello ni siquiera tenía que ser la menos posible de las posibilidades.
Con toda la velocidad de la que su cuerpo disponía, siguió atravesando las empedradas avenidas vigiladas por lúgubres casas en dónde residían aún más lúgubres personas. Aunque, no mucho más tarde, se arrepintió de su decisión de acortar su viaje por la villa de las familias adineradas; pues aunque la gente le examinara con desaprobación —tal vez a causa de los harapos amarillentos que le servían de vestimenta o su pobre aspecto magullado—, no era aquello lo que le incomodaba, lo verdaderamente desesperante era la tranquilidad con la que se movían. Las mujeres de englobados y pintorescos vestidos caminaban con tanta calma que él se veía obligado a empujarlas un poco con tal de que le cediesen el paso para seguir en la que ya aparentaba ser una eterna carrera. Se ganaba varios gritos que se perdían entre muchos otros y las piedras que hacían parte del empedrado lastimaban sus pobremente calzados pies, casi como si fuese descalzo; no obstante, todo aquello valdría la pena si conseguía llegar a tiempo.
Atravesó unas cuantas avenidas más y cuando su cuerpo ya no parecía ser capaz de recorrer otra calle, al fin, pudo verla. Tal y como los otros habitantes de la casa lo habían afirmado, ahí se encontraba la llamativa carpa dorada establecida en medio de la siempre opaca plaza principal, aún más tétrica en la noche... noche, ¡vaya! ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que hubo emprendido su carrera? Ni siquiera se había percatado del momento en el que todo el cielo había abandonado los colores cálidos para tornarse de un oscuro azul, aún más ennegrecido de lo habitual debido a la ausencia de la brillante luna. Desacelerando sus pasos, observó cómo el fulgor rojo que desprendía el fuego de una fogata iluminaba bellamente el lugar y varias personas se amontonaban a su alrededor, pese a que la noche resultaba ser, en lo que cabía, cálida. Aquellos hablaban de manera ruidosa con quienes esperaban pacientemente en la fila para ingresar a la tienda. Menos mal, eso sólo podía significar que el espectáculo aún no había dado inicio.
Su travesía finalizó en cuanto frenó por completo y apoyó sus manos en sus rodillas respirando con suavidad, en el necesario intento de recobrar el aire que necesitaban sus agitados pulmones. Sin embargo, estaba feliz. Aún no había empezado, aún podría entrar.
Con su estado mejorado, se enderezó como correspondía y caminó a un ritmo tranquilo hacia la ruidosa aglomeración de gente de alcurnia. De nuevo sintió varias miradas atentas posándose sobre él, tal vez juzgándolo entre cuchicheos poco disimulados; pero eso, igual que en la previa ocasión, no le resultó especialmente incómodo. No ahora que toda su atención recaía en el gran cartel que permanecía en el lado derecho de la entrada de la carpa.
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| Kookv's One-Shots |
FanfictionUna compilación de historias KookV en dónde, en su gran mayoría, la OTP está 'whipped' entre sí y las tramas giran alrededor de situaciones externas. O, sencillamente, KookV vs los universos que me invento.