1. El Éxito

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1517 palabras


Por segunda oportunidad, Jungkook revisó el número y, para su propio impacto, otra vez encontró ahí al mismo millón de reproducciones que había visto antes. Al parecer, y para su alegría, aquello no era obra de su imaginación ni de algún sueño demasiado realista. El pellizco infantil que se había dado en el brazo lo confirmaba, al menos. En verdad, su canción había sido reproducida un millón de veces. No lo asimilaba.

Por lo mismo, necesitaba de una segunda opinión con la cual compartir toda la explosión de alegría que sentía en ese momento, en cuanto aquel le confirmara que realmente tenían ese número de vistas.

—Taehyung —murmuró quedamente, aún poco convencido—. ¡Tae! —continuó, empezando a brotar de él la euforia—. ¡Taehyung, ven rápido!

Escuchó las pisadas veloces de su compañero acercarse y, en menos de un minuto, ya tenía a un desalineado chico de desordenados cabellos castaños abriendo la puerta de su cuarto mientras que aún sostenía un cepillo de dientes en su mano izquierda y conservaba cierto rastro de espuma en las comisuras de sus labios. Jungkook sólo fue capaz de sonreír aún más ante la imagen, logrando extrañar al recién llegado.

—¿Qué sucede, Jungkookie? —dijo Taehyung. Más tranquilo al momento de acercarse al pelinegro chico sentado frente a la computadora—. Me asustaste. Creí que te había pasado algo feo.

El susodicho se limitó a negar con la cabeza efusivamente mientras que, con la sonrisa intacta, tomó la mano libre de Taehyung en cuanto la tuvo a su alcance. Ayudado de ella, acercó cuánto pudo al chico, quien sencillamente se dejó hacer aún extrañado por todo.

—¿Jungkook? —insistió el mayor al no recibir una respuesta rápida por parte del pelinegro. El mismo que sólo se había quedado viéndole con la linda sonrisita, avergonzándole un poco—. Oye.

—Lo siento. —Salió de su pequeño trance—. Es tu culpa. Siempre me distrae lo lindo que eres.

El mayor se sonrojó visiblemente y, como reflejo, dejó caer un golpe suave en el hombro de Jungkook. Quién, también en juego, se quejó dramáticamente.

—Oh, vamos. Cállate, Romeo. —Aun así, Taehyung no pudo evitar sonreír, encantado—. ¿Es ésta la gran emergencia? Ni siquiera me había terminado de cepillar.

Jungkook rio otro tanto.

—Lo valdría, pero no por el momento. Mira esto, Tae—. Movió su silla de tal manera que de nuevo quedó frente al computador y, con su entusiasmo multiplicado, le mostró a Taehyung el sorprendente número que había alcanzado su canción.

No apartó su mirada del mayor, queriendo ver en primera fila la reacción que aquel tendría. Y lo valió, por supuesto. Taehyung se había inclinado lo suficiente para ver lo que fuera que tenía a Jungkook tan feliz y sus ojos se abrieron impresionados al notar el número de visualizaciones del que aquel se sentía tan orgulloso. Pero la mejor parte fue la manera en la que el castaño se atoró de la impresión con la poca espuma que aún tenía en su boca y, en consecuencia, tuvo que irse corriendo al baño, mientras que Jungkook se quedaba soltando carcajadas en el cuarto.

En cuanto regresó, ya sin cepillo de dientes en su mano y sin espuma en su boca; la misma sonrisa eufórica que traía Jungkook hace unos minutos se le contagió al castaño.

—Wow... Un millón —dijo, entusiasmado. Ingresó nuevamente al cuarto y se encontró con el pelinegro de nuevo concentrado en el computador—. ¿Cómo pasó?

—No lo sé. —El menor apenas había empezado a leer los numerosos nuevos comentarios—. Seguramente escucharon tu preciosa voz y la empezaron a valorar de una buena vez por todas.

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