Amaba el mar sobre todas las cosas. Amaba sentir la frescura de sus aguas acariciar su piel, el sabor salado que dejaba en sus labios, y amaba el sentimiento de libertad que la inundaba siempre que se bañaba en su inmensidad. Si tan solo pudiera volver a bañarse en sus aguas, volver a sentir aquella libertad que tan cruelmente le habían arrebatado a ella y sus hermanas.
Tres días han pasado desde que fueron capturadas y arrastradas hasta aquel barco lleno de hombres vestidos con uniforme blanco. Tres días desde que fueron arrancadas de su hogar y las ataron como animales en el mástil del barco, sin comida ni agua ni ropa. Las ataduras rozaban y dañaban su piel con el vaivén que el barco seguía al ritmo de las olas del mar. Pero lo que más la preocupaba era la herida en el muslo de su pierna, producida por una de las armas de aquellos monstruos, la cual nadie se había dignado a atender. Pese a que había parado de sangrar por completo, la carne a su alrededor se había comenzado a hinchar y la piel estaba tensa y enrojecida.
- ¡Habla bestia inmunda! - miró al hombre que sostenía a su hermana a la fuerza, con una daga contra su garganta - ¡Contesta a la pegunta y quizá os perdonemos la vida!
Por más que le gritasen a ella o a su hermana, ninguna entendía ni sabía lo suficiente del idioma que hablaban como para poder contestarles.
Dirigió su mirada hacia su hermana, que negaba con su cabeza débilmente; su pelo rojizo, antes recogido en una preciosa coleta y decorada con preciosa perlas que su madre había recogido especialmente para ellas, ahora solo le llegaba por los hombros y había perdido todo su brillo. Su piel estaba cubierta de cortes, heridas y moretones, muy seguramente infligidos por el hombre que la sujetaba al no haber recibido ninguna respuesta de ella. Y su ojos, sus hermosos ojos color esmeralda, se habían apagado completamente, nublados por el dolor y sufrimiento.
No sabía el tipo de torturas por las que la habían hecho pasar durante aquellos día habían sido, todas con la intención de romper su silencio y el de su hermana, pero las heridas y marcas hablaban por sí mismas. Y pese a aquello, a tener al fantasma de lo que una vez fue su hermana frente a ella, no podía romper su silencio. No podía, y no debía.
- Debo admitirlo, las de vuestra clase sois condenadamente tozudas – miró al segundo hombre que se encontraba con ellos. Debía ser el capitán, pues todo hombre perteneciente a aquel barco obedecía sus órdenes; además, era el único con una vestimenta diferente el resto. Lo reconocía por ser quien persiguió a su gente por su isla – Tu hermana ha mantenido la boca cerrada durante estos tres días, ¿cuánto durarás tú?
El hombre que sujetaba a su hermana hundió la daga en su cuello hasta abrir la piel, dejando que una gota de sangre cayera libre por su cuello y pecho. Pero ninguna se inmutó. No podían desvelar el secreto de su gente a nadie bajo ningún concepto, era su ley, incluso si sus vidas corren peligro. Si hablase ahora, las muertes de aquellas que guardaron silencio habrían sido en vano.
- Frías como el hielo - el capitán chascó la lengua, molesto ante la falta de respuesta - ¿Estás dispuesta a sacrificar la vida de tu propia hermana, bestia?
El sacrificio de unas pocas por la supervivencia del resto, pensó sin apartar la mirada de su hermana, es un pago que cualquiera de ellas estaría dispuesta a realizar. Tanto ella como su hermana mantendrían el secreto a salvo de aquellos monstruos vestidos de blanco, pues solo aquel bendecido por su madre era digno de conocerlo.
- ¿Qué debería hacer capitán?
Un mero movimiento de cabeza fue la suficiente respuesta para el teniente, que hundió y deslizó con rapidez la hoja de la daga contra la garganta de su hermana. Apartó la mirada con rapidez, pero se vió obligada a observar cómo su hermana se llevaba las manos hacia la garganta con los ojos abiertos por el dolor y la sorpresa. Tras cortarle la garganta y con su mano manchada de la sangre de su querida hermana, apresó su mentón con fuerza y giró su rostro, obligándole a mirar como el cuerpo inmóvil de su hermana se bañaba en su propia sangre.
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Hija del Mar: El Espejo de Afrodita [Ateez fanfiction]
ActionEl mar guardaba secretos y tesoros inimaginables; era el protagonista de muchas de las leyendas e historias que marineros y piratas contaban en las tabernas a quienes tenían le valor de escuchar. Eran solo eso, leyendas, pero ella era real y lo que...