5.Aurora

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 Dirigir el barco siempre había sido algo natural para Hongjoong. Era un gran contraste a cuando estaba en la batalla, una mano agarrando con fuerza el mango de su espada y la otra alrededor de su pistola. No, el manejo del barco requería un toque más delicado y suave, uno que la mayoría de piratas no poseían.

 Sus manos parecían haber sido hechas para ello, delicadas para con el manejo del barco. Podía sentir el poder del mar como si recorriera la madera del timón del Treasure, cada pequeño cambio en la brisa, el comienzo de las tormentas incluso cuando el cielo estaba completamente despejado, sin rastro de nubes. El Treasure y su tripulación son su orgullo y alegría, nunca se cansaría de aquella vida que había construido para sí mismo con sus propias manos.

 Pero tenía que admitir, dirigir el barco a veces se tornaba de lo más tedioso.

 Desde el alcázar casi podía ver todo lo que había por ver, que no era mucho. Frente a él se encontraban los tres mástiles y la cubierta principal, donde Yunho y San habían comenzado uno de sus pequeños enfrentamientos mientras un gran número de la tripulación hacía sus apuestas. Largo tiempo atrás había aprendido a no mirar hacia allí en caso de perder su cordura. Jongho cantaba de vez en cuando, lo cual nunca fallaba en mejorar su humor, pero por lo general solía ser interrumpido por algún miembro de la tripulación para ayudar a mover algunas cosas a la bodega, o por Wooyoung y Yunho que se burlaban de él.

 Cinco años había pasado en el mar con aquella tripulación; cinco años en los que habían saqueado, surcado los mares en busca de innumerables tesoros, viviendo el tipo de aventuras que muchos tan solo pueden soñar, y sin embargo nunca se hubiera imaginado que se le pudiera colar una sirena en el barco.

 Observó a sus hombres con detenimiento, procesando la información que acababa de recibir. Pese a su corta edad, Jongho le había demostrado una y otra vez ser digno de su puesto como segundo de abordo; podía contar con los dedos de una sola mano las veces que le había decepcionado como tal.

 Puso toda su atención en Elías y Yeosang, ambos con grandes ojeras bajo sus ojos, las cuales indicaban lo poco que habían dormido durante aquellos días.

 Suspiró, llevándose una mano hacia el rostro, cansado. Primero el ataque de la serpiente marina, luego el deplorable estado en el que se encontraba su preciado barco, y ahora aquello.

- ¿Cuándo ha pasado todo esto? – preguntó intentando mantener la calma.

- Al anochecer, tras el ataque de la serpiente marina – contestó Yeosang sin atreverse a dirigir su mirada hacia él.

- ¿Y nadie se dignó a informarme en ese mismo momento?

- Jongho no tiene ninguna culpa, capitán – aquella vez fue Elías quien habló. Al contrario que Yeosang, Elías mantenía su mirada clavada en él, casi desafiante – Estaba herida de gravedad, si no hacía algo acabaría muriendo.

 Asintió con la cabeza débilmente.

- ¿Quién más lo sabe?

- Solo los aquí presentes.

 Aquello resultaba tranquilizador. Cuatro personas no eran muchas, la estancia de una sirena en el barco podría ser guardado en secreto de manera más fácil.

- ¿Qué deberíamos de hacer? – peguntó entonces Jongho – Sé que el plan era llevarla a Tortuga y dejarla allí, pero ahora...

- ¡No podemos dejarla allí! – exclamó Yeosang sobresaltando a Jongho; hacía mucho tiempo que no le oía alzar la voz de esa forma, solo los primeros meses desde su llegada al barco había oído a su navegante hablar así.

Hija del Mar: El Espejo de Afrodita [Ateez fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora