No está muerta.
Es en lo único que consigue pensar tras despertar. Observa el sol mientras sale por el horizonte, sentada sobre el marco del gran ventanal, apoyando todo su peso sobre el cristal. El libro sobre su regazo había sido olvidado por completo, inmersa en sus pensamientos.
Debería alegrarse de seguir viva tras enfrentase a una serpiente marina, muchas de sus hermanas no podían decir lo mismo, pero había algo que se lo impedía.
¿Acaso crees que no intentarán matarte cuando descubran lo que eres?
Aún recuerda las palabras de la serpiente marina, en realidad era incapaz de pensar en otra cosa. Algunos pocos miembros de la tripulación habían descubierto su verdadera naturaleza; Hongjoong, Elías, Yeosang, y el segundo de abordo con cara de pocos amigos, y aunque la predicción de la masiva criatura no se había cumplido por ahora, su voz no dejaba de perseguirla.
Suspiró cansada, volviendo su vista hacia el libro. Ojeó sus páginas, ásperas al tacto de sus manos, y comienza a pasarlas. No entendía la mayoría de lo que contaban, pero sus ilustraciones y las clases de Yeosang la ayudaban a comprender mejor aquel extraño idioma.
Tras su encontronazo con la serpiente marina, el barco y su tripulación ya no son lo que eran -o eso ha escuchado decir a ciertos miembros de la tripulación. Incluso ella lo ha notado, la baja moral y el mal humor se había hecho hueco entre ellos.
- ¿Por qué esa cara tan larga tesoro?
Levanta la vista del libro y la posa sobre Yeosang, sentado en su gran mesa llena de libros y pergaminos. Pocos después de recobrar la consciencia y tras intentar -y fallar estrepitosamente- comunicarse con Hongjoong, este la había dejado en manos de su navegante para aprender todo lo posible de su idioma.
Yeosang era una gran profesor, tanto que podría competir con las grandes mentes de su gente; paciente y atento con ella en todo momento, nunca perdía la compostura. Aunque había algo en él, en la forma que sus ojos brillaban siempre que los posaba sobre ella, que no conseguía entender del todo.
- Difícil - contesta.
Eleva el libro un poco, pronunciando sus labios en un pequeño puchero. Comprendía la mayoría de las palabras que oía pronunciar a los miembros de la tripulación, ayudando siempre de su facilidad para leer sus rostros y los gestos que solían marcar el ritmo de las conversaciones, pero aún no conseguía leer una página por completo sin toparse con palabras para ella inteligibles.
Yeosang deja escapar una suave carcajada, levantándose del escritorio. Observa cómo se acerca a una de las estanterías y rebusca entre los montones de libros que alberga hasta que uno capta su atención.
- Creo que este será más fácil de entender.
Deja el libro que había estado intentando a un lado y coge el que el joven navegante la cedía entre sus manos. En la portada hay un dibujo con algo bastante familiar para ella; una sirena sentada en un fondo marino, rodeada de peces. Mira al joven una mirada curiosa, pero antes de poder preguntar nada la puerta del estudio se abre de parte en par.
No dirige su mirada hacia ella, toda su atención está en el libro y la ilustración de su portada. De repente vienen a su cabeza vividas imágenes de sus hermanas y de Aurora, de los momentos tan felices que pasaba con ellas en las pozas de su isla, y algo comienza a oprimirle el pecho. ¿Cuántas de ellas habrían corrido el mismo destino que ella? ¿Cuántas habrían sido capturadas por aquellos hombres?
Como le gustaría saber sobre ellas, sobre Aurora; dónde se encontraban, si estaban a salvo. Pero no tenía cómo, y la única persona capaz de ayudarla no parecía haberle entendido o le había ignorado por completo. ¿Acaso se había equivocado con Hongjoong? Podría ser el caso, pero entonces no entendía por qué desprendía aquel aura tan familiar.
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Hija del Mar: El Espejo de Afrodita [Ateez fanfiction]
ActionEl mar guardaba secretos y tesoros inimaginables; era el protagonista de muchas de las leyendas e historias que marineros y piratas contaban en las tabernas a quienes tenían le valor de escuchar. Eran solo eso, leyendas, pero ella era real y lo que...