8. Entrenamiento

84 11 0
                                    

 El sol comenzaba a esconderse tras la indefinida línea al horizonte que separaba su amado mar y el cielo, los rayos que se colaban por la ventana iluminaban la cocina con tonos anaranjados mientras ella intentaba concentrarse en su lectura.

 Normalmente leer los libros que Yeosang le aconsejaba conseguía evitar que pensase en nada más, que su mente divagase libremente como era costumbre, demasiado ocupada en comprender las palabras que sus ojos leían y su significado. Hacía horas que habían regresado al barco tras su pequeña salida al mercado, tras su pequeño encuentro con aquel extraño joven capaz de hablar su idioma, horas en la que tanto su maestro como el capitán se habían encerrado en su camarote sin haber salido aún.

 Su primera rección al volver al barco fue hablar con su maestro y contarle todo lo ocurrido con aquel extraño adivino, pues sabía que en él podía confiar aquella información sin miedo a ser juzgada o reprimida cual niña pequeña, quien decidió que lo más sensato sería informar al capitán.

- ¿Dices que habló tu idioma? – preguntó con su ojo clavado en la brillante carta de tarot, observándola con suma atención mientras la movía entre sus largos dedos.

 Miró a Yeosang, quien la dedicó una sonrisa tranquilizadora.

- Si – contestó, su voz temblorosa por los nervios.

 Aquella era la primera vez que hablaba con el capitán tras haberse descubierto su identidad como sirena. Ahora, ante su presencia, los miedos infundidos por las palabras y amenazas de la serpiente marina hacían que su voz y cuerpo temblasen, insegura de lo que aquel hombre pudiera pensar sobre ella ahora.

 Quiere creer en Wooyoung y en sus palabras, que el haberles salvado de una muerte segura jugase en su favor, pero también recordaba las historias que sus otras mentoras contaban sobre los piratas; sobre cómo mataban y robaban sin sentir una pizca de remordimiento. Por primera vez desde que salió de su isla, se encontraba dudando si Aurora tenía razón en cuanto a Hongjoong.

- ¿Qué tiene a nuestra pequeña anfitriona tan concentrada?

 Levanta la vista del libro al oír la voz de Seonghwa, quien la miraba recostado en el marco de la puerta con cierto recelo escondido bajo la profundidad de sus ojos. Las interacciones entre ella y el joven médico se habían vuelto más frecuentas, aunque no más placenteras; dado que en aquel barco no era la única imprudente, muchos de los miembros de la tripulación solían hacer visitas diarias a la enfermería del barco y muchas veces el trabajo se les acumulaba a ambos médicos, por lo que sus chequeos iban cambiando de encargado. Aun así no parecía fiarse del todo de ella; y no era el único, no era tan idiota ni ciega como para no darse cuenta de cómo ciertos miembros de la tripulación la observaban, atentos a cualquiera de sus movimientos, como si fuera un animal salvaje.

- Intentar leer – murmura y enseña el libro al joven, levantándolo un poco de la mesa.

- ¿Qué te lo impide?

- Hongjoong y Yeosang... hablar mucho tiempo – contesta.

 Seonghwa la mira en silencio durante un par de segundos antes de entrar del todo en la cocina, sentándose en la silla de su derecha, guardando cierta distancia entre ellos.

- Suele ocurrir con el capitán y nuestro querido navegador -comenta posando un brazo sobre la mesa, apoyando su rostro sobre su mano, clavando su vista en ella – Se encierran durante un tiempo y discuten sobre qué rumbo debemos tomar; ambos son tozudos y les cuesta dar su brazo a torcer, no te preocupes.

 Le mira sobresaltada ante sus palabras; Hongjoong no sería capaz de dañar a un miembro de su tripulación, al menos eso era lo que quería creer, y mucho menos a su maestro... ¿verdad? El joven médico deja escapar una ligera y suave carcajada, divertido por la repentina ingenuidad de la joven frente a él.

Hija del Mar: El Espejo de Afrodita [Ateez fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora