Home... Sweet home

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El olor a canela se impregna en mis fosas nasales, me paro en puntitas de pie, para absorver mas el aroma mientras me siento en la mesa, en la cocina mi abuela está mezclando la masa para galletas, el olor se mezcla con el sonido del tocadiscos y los colores navideños, todos los años de mi infancia pasaron entre el olor de especias, Frank Sinatra en el tocadiscos y los adornitos navideños, el dulzor de un jugo de naranja recién exprimido y el patio lleno de flores, las caminatas hacia el mercado, la plaza en frente y las hamacas, que me hacian ver y sentir que tocaba el cielo con las manos.
A medida que fui creciendo el olor a canela se fue esfumando, los adornos escaseando y mi culo dejaba de estar completamente comodo en el asiento de la hamaca, ya no sentía que tocaba el cielo, el jugo sabía rico pero no había nada de especial en el, dejamos de creer en la magia y la ilusión se fue difuminando cada año un poco más...
La magia se iba perdiendo para mí y mientras mas pasaba el tiempo iba entendiendo a mis primos mas grandes y las fiestas y el olor a especias se fue convirtiendo en un bodrio.
Pero mientras yo me convertia en una amargada adulta había otros que empezaban a creer en la magia, mientras yo espero a las doce, para adormecer un poco el sentimiento de angustia con un brindis, en la ltra habitación hay un niño, con los ojos como platos, desenvolviendo cada regalo, feliz.

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