Primer Acto • 2/13 • La Llave Oxidada

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31/08/17

La mayoría del tiempo mi cabello era un desastre, es lo que pasa con el cabello rizado, sé que había miles de productos para que tenga una cabellera de peluquería, pero la verdad me daba demasiada flojera ponerle tanto empeño al pelo, Me peiné como pude tratando de que se vea menos alborotado, agarré la torta que mi madre dejó en la mesa y abrí la puerta. El departamento de los nuevos vecinos estaba justamente al costado, así que solo tuve que dar un par de pasos hacia su puerta, toqué tres veces, esperando a que alguien abriera colocando una sonrisa amigable en mi rostro.

De reojo detecté a un chico montado en un carrito de biblioteca apareciendo de la esquina del balcón, tenía los ojos cerrados así que posiblemente no vería que se iba a estrellar contra mí, cosa que me alarmó, no me importaba que me golpeara realmente, pero seguro la tía Aida había puesto bastante empeño en el delicioso pastel que cargaba.

–¡Cuidado! –Grité, pero ya estaba demasiado cerca, el chico levantó la mirada y junto al choque de nuestras miradas el tiempo se detuvo súbitamente.

Cabellos castaño profundo, que no se decidían si eran ondas o picos, le caían hacia las orejas tapando mínimamente uno de sus ojos, tenía cejas finas y pobladas, sus ojos eran bastante grandes dándole un aspecto tierno e infantil pero de mirada caída, de un marrón apagado; el frio hacía que su sangre pintara sus mejillas y nariz de rosado que contrastaba con su pálida y apagada piel, poseía una nariz pequeña de punta redonda, su cuello era bastante largo adornado por un collar de una cadena plateada muy reluciente con una gema del tamaño de una perla con un color idéntico al de sus ojos y cabello; su cuerpo era delgado pero lo que resaltaba realmente era su estrecha cintura, que se mostraba ligeramente por el alto de su camiseta, su piel parecía ser fría pero suave.

No sabía ni cómo había analizado cada pedazo de su persona en tan poco tiempo, solo en ese pequeño instante donde nuestros ojos se encontraron, el tiempo dejó de existir en su curso natural.

–Eso estuvo cerca–Escuché su sedosa y débil voz hablarme, su rostro estaba a solo centímetros del mío, tanto que podía sentir como si tocara su espacio personal-Me llamo Joarel-

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Sentí mis mejillas calentarse con tan solo cruzar miradas, mi collar se calentó de un segundo al otro soltando una ráfaga cálida de energía, como si me abrazara, mientras soltaba un pálido brillo blanquecino el tiempo paro dejándome admirarlo, su aura se sentía fuerte pero bonachona; cabellos largos y anaranjados como los rizos de un ángel ,de unos ojos marrones con salpicaduras ámbar que poseían un brillo intenso y juguetón, sus cejas eran pobladas y gruesas casi diluyéndose en un divertido unicejo, poseía una nariz delgada y lineal con una pequeña curvatura en su centro y una punta triangular, una mandíbula fuerte digna de ser mostrada en un desfile o alguna pintura pensaría mi padre; su rostro entero parecía haber sido hecho en mármol e ingresado a la vida como un golem haría, sus labios eran desiguales, con el inferior más grueso que el superior y una abertura en medio, que dejaban ver ligeramente sus dientes, le daban una sensación de pedir contacto humano, la piel de sus mejillas y nariz estaba pintada con pecas marrones que parecían haber sido pintadas una por una con sumo cuidado y amor por un apasionado artista, las orejas le resaltaban ligeramente dándole un aspecto amable que contrastaba con su cuello que era bastante grueso adornado con una resaltante manzana de adán.

Aunque el tiempo iba tan lento como si se hubiera congelado gire los brazos dándole la vuelta al carrito haciéndome quedar frente a él y en una exhalación rápida esa grieta temporal se quebró.

El Chico de Las doce Cadenas: DesatamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora