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Capítulo 3

Respiro profundamente, sintiendo como la libertad llega a mis pulmones. El aire aquí afuera es más puro... lo extrañaba. Al igual que sentir el sol y dejar de usar ese horrible uniforme anaranjado. Froto mis muñecas, recordando todas las veces que pusieron esposas en ellas y lo mucho que molestaba. Me hice varias heridas tratando de obtener un poco más de comodidad, pero esa fue la parte linda de todo.

Estar encerrado en cuatro paredes, sin ventanas, y que te arrojen la comida por un agujero como si de un perro se tratase. Escuchar tu corazón latir cada vez más lento, cansado y sin esperanzas, con tus pensamientos azotándote a cada segundo, haciendo que cuestiones si aún posees aquella última pizca de cordura que sentías que navegaba en tu sistema. Ahí dentro pierdes el sentido del tiempo, definitivamente el confinamiento fue lo peor de todo.

Maldigo mi TEI, la maldita incapacidad que poseo de controlar mis impulsos y emociones. Cuando me acusaron de... de tener algo que ver con la desaparición de mi hermano exploté. Dejé de pensar y razonar. No debí haber golpeado al oficial, eso solo les dio un motivo para detenerme y revisar mi historial. Ahí encontraron un cóctel de multas por mala conducta y, como siempre, mal temperamento.

Investigaron todo, encontraron testigos que afirmaron que mi trato hacia él nunca fue bueno y contaron lo que sucedió días antes... cuando lo golpeé en la escuela. Todo empeoró cuando quedó a flote mi trastorno explosivo intermitente. Asumieron que ese era el móvil que tenía, una pelea sin terminar, asuntos pendientes... pero nunca encontraron pruebas que me vincularan a ello. Estuve detenido durante todo el tiempo de investigación. Los amigos que tenía, fueron los mismos que afirmaron que quizás yo podría haberlo hecho. Y en una ciudad tan pequeña como esta, las noticias vuelan rápido.

Un día un testigo llegó, una señora mayor que vivía en el mismo vecindario. Vio como alguien se había llevado a Adam a la fuerza, dio hora y fecha del suceso. Y habían fotos mías de ese día, se las había mandado a Jackson por WhatsApp, cuando estaba en el mecánico con Betty. El mecánico confirmó mi coartada y salí libre. Pero nunca encontraron al culpable... tampoco a Adam. Ambos simplemente desaparecieron.

―Un mes. ―susurro sin poder creerlo.

Un mes. Ha pasado un mes desde aquel día. Un mes donde las noches son eternas, donde no puedo dormir. Un mes donde lloro cada día, un mes desde que me di cuenta que estoy completamente solo. Un mes donde lo veo y escucho en todas partes. Un mes de sentirme culpable, como si hubiese sido el asesino.

¿Asesino? ¿Está muerto?

No lo sé. Yo... simplemente no lo sé.

En el poco tiempo —aunque para mí fue demasiado— que estuve ahí dentro, me di cuenta de que no tengo a nadie, que estoy más solo de lo que pensaba, que fui el protagonista de todos los titulares de periódico, que nunca tuve verdaderos amigos, que mi vida se arruinó y no tenía reparación. Mi reputación estaba tirada por los suelos, a pesar de quitarme los cargos, seguía siendo el chico relacionado con la desaparición y posible muerte de su propio hermano. Me consideraban un sociópata.

―Amigos. ―una carcajada amarga brota de mis labios.

Muchos conocen esta palabra pero pocos saben el valioso significado... y ahora que lo pienso creo que nunca tuve ninguno. Ahora entiendo la mierda esa del Karma, todo lo malo que has hecho algún día se te va a devolver; pero nunca pensé que fuese de esta manera.

Sé que soy una mala persona, sé que he hecho un sinfín de atrocidades y que, a sinceridad, no me arrepiento de muchas de ellas. Soy engreído, egocéntrico, impulsivo, carezco de empatía. He herido, maltratado, humillado y golpeado a tantas personas sólo por diversión... solo para que me teman y me respeten. Solo para sentirme mejor. Soy una mala persona pero mi hermano no merecía pagar por mí. Creo que es cierto lo que dicen... creo que sí soy un sociópata.

Siento que me ahogo, que estoy atorado en un agujero sin fondo. Perdido, necesitando que alguien me rescate, pero ni siquiera hay nadie a quien le importe lo suficiente para hacerlo.

En mi mente no deja de dar vuelta la última pista que recibí, aquel lugar, aquella ciudad al otro lado del país. La curiosidad me invadió cada día, mis ganas de ir se fueron acumulando pero la esperanza de encontrar a mi hermano con vida se fue reduciendo. Necesito ir, necesito ver que hay allá. Necesito encontrarlo.

Soy peligroso, hago daño, soy mala persona. Los sentimientos sólo sirven para romper el corazón pero el mío ya está roto, destruido, destrozado, acabado. Ya no queda nada. Ahora el dolor es mi realidad, debo estar solo para que nadie salga herido por mi culpa. Estoy cansado, cansado de no poder dormir en paz, cansado de sentir, cansado de la hipocresía de las personas, cansado de confiar, cansado de que todo lo que amo se aleje de mí. Mis padres y mi hermano ―posiblemente muerto― por mi culpa. Estoy solo, y merezco estarlo.

Dicen que aprendes a valorar a las personas y las cosas cuando ya no están, pero lo cierto es que siempre se valoran pero somos muy estúpidos y ciegos para darnos cuenta de eso, es como una venda que nos tapa los ojos y sólo se quita para mostrarnos la realidad. Dicen que lo malo trae algo bueno consigo y viceversa.

La gente dice muchas cosas, todas diferentes, distintos puntos de vista, distintas mentes. Todo cambia y cuando lo hace, lo hace drásticamente. ¿Las personas cambian o el tiempo te muestra lo que en realidad son? Las dos son correctas, hay personas que son transparentes y lo que te muestran es lo que realmente son pero hay otras que se ocultan tras una fachada falsa. Y yo, yo seré la segunda opción, los sentimientos destruyen, me hacen débil, me hacen ser un peligro para los demás. Ya de por sí soy una bomba de tiempo ―debido al TEI― y si le añades emociones, sería como un globo rodeado de cosas filosas.

No puedo quedarme de brazos cruzados, no puedo dejarlo estar. Yo necesito ver que hay ahí, necesito saber lo que me espera en ese lugar. Tomo un taxi y me dirijo rumbo a la estación de tren, Londres allá voy.

Vacío.

La oscuridad lo rodea, lo consume lentamente y le aterra

La soledad es su aliada, cuando se queda perdido mirando a la nada

El dolor se ha convertido, en lo que últimamente ha sentido

La ira lo abraza, enciende una llama que nunca se apaga

No tiene escapatoria, no hay vuelta atrás, a donde quiera que vaya él sufrirá

Pero sólo necesita una chispa de alegría, para alejar sus males e intentar aferrarse a la vida.

Solo una pequeña chispa, que lo rescate de su interminable agonía.

—Elizabeth Mena.

DANGEROUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora