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Capítulo 4


Violette.

Violette Alana Collins, esa soy yo. O mejor conocida como... bueno, no tan conocida, pero mis amigos me llaman Vils. O, solo a veces, la loca de las fotos. Y como no volverme loca si Londres tiene paisajes, monumentos y una historia que enamoraría a cualquier aspirante a fotógrafo. Amo esta ciudad con cada parte de mi cuerpo, pero lo que más me entusiasma es que pronto podré estudiar fotografía es una de las mejores universidades del país. Rogarle a mis padres e intentar conseguir desesperadamente la aprobación de mi paranoica y protectora madre, fue todo un caos.

―¿Otra vez hablando en voz alta? Déjame recordarte, mocosa mal agradecida, que quien convenció a tu vieja para mudarnos aquí fui yo. ―golpea su pecho con su dedo un par de veces.

―Lo sé, lo sé. Gracias por eso, mi amor. ―sonrío dulcemente.

―Te la compro esa sonrisa. ―me saca el dedo del medio.

Jules ―mi mejor amiga desde la infancia y compañera de piso― comienza a parlotear sobre lo emocionante que fue la fiesta a la cual no quise asistir, su voz llega a mis oídos pero dejo de escuchar claramente luego de un tiempo. Caminamos hacia la preparatoria, son las siete y treinta y cuatro minutos, miro a través del lente de mi cámara, esperando que el sol llegue a la posición perfecta para poder tomar la fotografía que tanto he deseado desde hace un par de días. Justo cuando estoy por presionar el botón, Jules zarandea mi brazo un par de veces y pierdo la toma perfecta una vez más.

Inhalo profundamente para evitar decirle una grosería. ―¿Qué? ―pregunto cortante.

—¿Me estabas escuchando?—pregunta.

—Quisiera decir que sí pero ambas sabemos que no es cierto —respondo más brusca de lo que esperaba.

—A veces me pregunto por qué demonios sigo teniéndote como amiga, luego recuerdo que debo vivir contigo porque no tengo a donde más ir y me obligo a controlar las ganas de matarte.

—Y luego dices que no me maltratas. —ruedo los ojos.

—No es maltrato, te hago psicológicamente fuerte para soportar la vida. ―aclara.

—Sí, claro. ―ironizo― ¿Qué decías?—pregunto arqueando una ceja.

—Te hablé de dos temas relacionados. ¿Recuerdas al chico que salió en todos los periódicos del país?

―¿Ese que tuvo que ver con la desaparición de su hermano? ―pregunto tratando de recordar más detalles.

Asiente. ―Fue dejado en libertad hace una semana y media. ―abro mi boca sorprendida― Y eso no es todo, ese chico está aquí, en Londres.

―¡No! ―exclamo sin poder creérmelo.

―¡Sí! ―chilla emocionada.

―¿Tú de verdad crees en lo que los periódicos dicen de él? ―pregunto en un susurro.

Niega, luego se encoge de hombros. ―No lo sé, quizás si sea verdad. Escuché que no está bien de la cabeza y que es violento, es un chico peligroso. ―toma una pausa, fija sus ojos verdosos en mi― ¿Y tú?

Llegamos a la preparatoria y acelero mi paso, dirigiéndome con rapidez hacia mi casillero, el doscientos treinta y cuatro.

—No lo creo. —respondo luego de un momento.

―Eso no es todo. ―murmura.

―¿Tienes más? ¿Cómo mierda te enteras de todo eso? ―pregunto.

DANGEROUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora