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Capítulo 12

Liam.

Extraño, inexplicable, confuso. Esas serían las palabras idóneas para definir el día de hoy. ¿Por qué? Un remolino de sensaciones extrañas navegan dentro de mí y lo único que logran es frustrarme cada vez más. No se descifrar qué es o por qué estoy sintiendo esas extrañas emociones... o sentimientos, pero estoy seguro de que se activa cada vez que veo a Violette sonreírle al muñeco Ken de cuarta.

Celos, celos, celos. Liam Miller experimenta los celos por primera vez.

¿Celos? No, no son celos. Asco, quizás. Sí, debe ser eso. Siento un asco inmenso... repulsión, encajaría mejor, hacia ellos dos. Cada vez que se ven, tienen que sonreír, coquetearse, mirarse fijamente... hablar. Eso me provoca ganas de vomitar, es realmente asqueroso y me hace enojar. Demasiado.                                                                                                                                                                               

Sí, son celos.

¿Celos? ¿Por qué? Sí ni siquiera somos amigos, es simplemente asco de verlos juntos todo el tiempo.

Sí te da tanto asco verlos. ¿Qué diablos haces espiándolos en su cita.

Frunzo el ceño al instante. ¿Espiándolos? No, por supuesto que no. Solamente soy una persona normal que está en el centro comercial, cuando de repente ellos aparecieron en mi campo de visión. Y no es una cita, es solo una salida de amigos.

Decido ignorar las provocaciones de mi conciencia y me acerco para escuchar su conversación. Quizá sí esté espiándolos, pero es solo porque no confío del todo en ese sujeto. Nadie es tan perfecto.

O quizás tú eres demasiado imperfecto.

—¡Peter, suéltame! —grita, pero él sigue caminando— ¡Suéltame! —vuelve a gritar— ¡Bájame!

No te metas. No te metas. No te metas.

—Ha dicho que la sueltes, imbécil.

¡Ay, no!

Él la suelta y en cuestión de segundos me encuentro encima suyo, golpeándolo con toda mi fuerza. Él trata de defenderse, lanzando uno que otro golpe que solo logra enfurecerme más. Maldito desgraciado, infeliz. Yo debería estar con ella, no tú.

—¡Suéltalo! —grita— ¡Vas a matarlo! —agrega.

Su voz me trae a la realidad, me alejo con pesar del cuerpo ensangrentado de Peter. La miro furioso, ¿cómo puede preferirlo? ¿cómo puede defenderlo a él y estar de su lado?

Porque él es alguien estable, sin problemas. No un monstruo.

Muerdo la punta de mi lengua. Las ganas de golpearlo aparecen nuevamente. Ella se encuentra temblando, mirándome asustada y me siento la mierda más grande del mundo.

—¡Te estaba secuestrando! —me justifico, soltando la primera estupidez que cruzó por mi mente.

¿Secuestrándola? ¿En serio?

—¡Eres un animal! —grita— Mira como lo dejaste —susurra— ¡Solo me cargaba para llevarme a la cabina de fotos! —solloza.

Maldita sea. Siempre que intento arreglar las cosas con ella, termino empeorándolo todo, hundiéndola en mi caos.

—Yo ... —intento justificarme otra vez.

—¡Vete! —ordena— Eres un monstruo.

Aprieto la mandíbula con fuerza. Sus palabras se clavan en mi corazón y me duele más el hecho de que tiene razón. Lo soy.

—Violette... —susurro con dolor.

—Vete de aquí antes que llame a la policía —ordena sin mirarme.

Un nudo se instala en mi estómago. Siento repulsión y asco de mí... cuando al principio de esto lo sentía al verlos juntos. Soy demasiado egoísta. No debí meterme, no debí arruinar su... cita. Debí alejarme de ella. Vuelvo a sentirme como un insensible, vacío, roto, solo. Me he encargado de ir destruyendo la luz que antes irradiaba ella.

Soy como una jodida enfermedad terminal, dañando a las personas poco a poco hasta que ya no queda nada más de ellas. Consumo, empeoro, destruyo. Mis ojos se encienden la ver el letrero del bar de Joe, el único lugar donde puedo calmar mi ira y ahogar mis penas. Entro y enseguida le hago señas a Joe de que pelearé esta noche, su rostro se llena de contentura, pues significa que tendrá dinero seguro con las apuestas. Empiezo el primer round con dos shots de tequila, y continúo la rutina, sumándole un shot más a cada round.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero todo mi cuerpo se siente demasiado pesado y adolorido. Mi boca tiene una combinación de sabores extraños, el sabor metálico de la sangre con tequila y el amargo de la cerveza. Me encuentro recostado sobre la barra, mientras Joe usa mi celular para llamar a alguien. Me mira con desaprobación, podría confundirse fácilmente con lastima.

—Alguien vendrá por ti —me informa, de mala gana.

Rio por lo bajo. Nadie vendrá por mí, Joe. Yo no tengo a nadie.

Mis ojos se humedecen al recordar la soledad que me espera en mi hogar, haciendo que mis ganas de largarme sean inexistentes. Al menos puedo quedarme con la compañía de la mirada de decepción que Joe me lanza a cada rato. Es mejor que estar solo, ahogándome con mis pensamientos.

Cierro los ojos y me dejo guiar por la música, permitiendo que el dolor que guarda mi cuerpo salga haciéndome sentir más adolorido que antes. Maldita sea, mi vida se ha convertido en un agujero tóxico.

—¿Dónde está? —pregunta una voz familiar.

Me enderezo al instante de un salto, provocando que caiga del taburete donde me encontraba sentado y que dos pares de ojos se posen en mi dirección. La vergüenza me inunda enseguida cuando Violette me mira furiosa. Luego de lo que sucedió... ¿en serio ha venido por mí?

Aquella absurda idea me hace sonreír como un idiota.

—Bueno, ángel, es todo tuyo —dice Joe.

—Por cuarta vez, señor, no me llamo ángel —le aclara ella.

—Pues así esas registrada en su celular.

Ella me mira, entre una mezcla de sorpresa y todavía enfado. Cubro mi rostro con mis manos, nunca me había sentido tan avergonzado.

—Camina —ordena seria.

Intento levantarme, recobrar la compostura pero no puedo. Mi cuerpo arde debido al dolor y mi equilibrio es nulo debido a los tragos que me he tomado. La miro apenado. Ella suelta un bufido de molesta y se acerca a ayudarme.

—Gracias —exclamo en un susurro.

—Cállate. Hago esto porque me das lastima, por nada más —aclara.

Asiento lentamente. Aquello me ha provocado más dolor que todos los golpes que he recibido esta noche. Cierro los ojos y aparto la mirada cuando una lágrima lenta e inoportuna sale y recorre mi mejilla. Ella me mira de reojo, me recuesta sobre la pared de la entrada y suspira cuando termina de analizar mis moretones.

—¿Qué ha pasado? —pregunta, demandando una respuesta rápido.

—Me han golpeado —contesto, arrastrando las palabras.

—No seas idiota, ya sé que te golpearon. Quiero saber por qué —exige.

—En el bar se realizan peleas... estaba muy borracho para ver de dónde venían los golpes —contesto.

Se queda en silencio, mirándome con desaprobación y vuelve a ayudarme a caminar. Me mete al auto y luego de unos segundos me encuentro incapaz de abrir mis párpados. Me dejo guiar por la oscuridad, con su voz haciendo eco en mi cabeza al pronunciar mi nombre.

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⏰ Última actualización: Jul 08, 2019 ⏰

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