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Capítulo 9

Liam.

Esa pregunta... escuchar esa pregunta fue como golpear mis costillas con un martillo sin la necesidad de tocarme. El aire se me escapa, evito su mirada a toda costa e intento alejar aquellos pensamientos dañinos que revolotean en mi mente todo el tiempo. Por favor, ahora no. Le ruego a mi mente, pidiendo al menos unos minutos de control para poder zafarme de la situación. Pero está clarísimo, que cuando no controlas tu mente... ella te controla a ti.

Responde.

Me ordena aquella voz. Niego. No puedo.

Vamos dile... dile cuán mierda eres. Dile lo que hiciste. Dile la verdad. Dile que lo que le sucedió fue una lección para ti, el pequeño monstruo.

¡¿Cómo demonios quieres que le diga algo si mi muerto se niega a responder?!

¡Déjame en paz! ¡Vete!

Aprieto los ojos con fuerza, mis manos suben y tiran de mi cabello con desesperación. Intentar respirar con tranquilidad se vuelve una tarea imposible en el instante que el miedo me inunda hasta el alma. Miedo de responder, de que se vaya, de quedarme solo... otra vez. Todos se van de mi lado, yo me encargo de alejarlos, y sé que ella no será la excepción.

Le doy la espalda, incapaz de mirarla a los ojos otra vez. Mis ojos se humedecen y el ardor en mi garganta aumenta con rapidez. Las voces comienzan a torturarme. Una y otra vez. Una y otra vez.

"asesino" "asesino" "asesino"

"asesino" "asesino" "asesino"

Cada vez más fuerte, repitiendo aquella palabra sin cesar, provocando que la ira comience a recorrer mi cuerpo fusionándose con el miedo y creando una bomba que en cualquier momento puede estallar. Aprieto los puños, mi mandíbula se tensa y descarto la idea de calmarme en el momento que termino haciendo lo único que sé hacer: explotar.

—¡Ya cállense! ¡Basta! ¡Salgan de mi cabeza! —grito furioso.

Tiro de mi cabello una vez más y un gruñido mezclado con un grito de frustración escapa de mi garganta.

Necesito... necesito descargar todo esto... necesito que toda esta ira salga de mi cuerpo. Mis pies cobran vida y se dirigen a la pared más cercana, comienzo a golpearla con tanta fuerza que una mueca de dolor se posa en mi rostro, pero no es suficiente para detenerme.

—¡Liam! —grita Violette detrás de mí— ¡¿Qué te pasa?!

—¡No me toques! —le advierto en un grito.

Un sollozo ahogado se escapa de mis labios y comienzo a llorar sin darme cuenta, sintiendo como cada lágrima se pierde en mi mandíbula, haciendo ese recorrido que tanto odio. Su mano toca mi espalda, el calor que emana es increíble y se siente tan bien, pero que estoy en condiciones para tenerla cerca de mí.

No cuando estoy así... no cuando soy un peligro.

—¡Que no me toques! ¡Maldición! —grito, empujándola lejos de mí y dándole la cara.

Se tropieza con la alfombra, trata de agarrarse de la repisa pero sólo consigue que una foto enmarcada caiga al piso junto con ella haciéndola cortarse con los vidrios. El silencio se apodera del lugar, mis ojos se posan en la sangre que corre por la palma de su mano con el pequeño trozo de vidrio incrustado.

—Y-yo... yo —tartamudea, provocando que un par de lágrimas se le escapen— Yo solo me asusté, explotaste de repente y comenzaste a golpear la pared y... y te estabas lastimando.

DANGEROUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora